Auschwitz, entrada y muerte

Los polacos se enfrentan este domingo 15 de octubre a unas nuevas elecciones siendo gobernados por la ultraderecha

Los campos de concentración nazis reflejan el horror de su pasado

Ruinas de las cámaras de gas en Birkenau.

Ruinas de las cámaras de gas en Birkenau. / Luis Roca

Este domingo 15 de octubre se celebran elecciones en Polonia. Veremos qué pasa con el actual gobierno ultraderechista de Jaroslaw Kaczynshy. Los nazis empezaron siendo partidos de ultraderecha aupados democráticamente al poder por una población desencantada. La visita a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau muestra el episodio más ignominioso de la historia de la humanidad y el peligro de olvidar el pasado.

La primera impresión al bajarte de la guagua que te ha traído desde Cracovia, a 70 kilómetros, ha sido la de llegar a Loro Parque, por el calor inusual, casi tropical, el gentío variopinto con mayoría de adolescentes y los clásicos tornos rotatorios (no confundir con hornos crematorios). Pero pronto ves algo diferente: en un grupo de adolescentes hay una chica que porta un ramo de flores. Son tantos los grupos que hay pululando por los campos de concentración y exterminio de Auschwitz y Birkenau, a 3 kilómetros de distancia el uno del otro, la mayoría de escolares, que te preguntas si hay alguien en este mundo que no los haya visitado antes, al menos en Polonia. El de Auschwitz está conservado tal cual los dejaron los nazis en su huida.

El tono mustio, en cierta medida burocrático, de la guía polaca hace que las tres horas del paseo parezcan un funeral. Hay momentos en que el caminar cabizbajo de los grupos de escolares y turistas te hace imaginar que todos somos grupos de presos recién llegados que estamos siendo conducidos no sabemos bien adónde. Es evidente que a Hanna no le gustan los alemanes. Es difícil no confundirlos con los nazis, pero hacerlo es una injusticia. Ella insiste en el saqueo que los nazis hicieron de las propiedades de los judíos ricos (la mayoría eran pobres) y nombra a unas cuantas empresas de las «más de dos mil» que sacaron beneficios económicos de la existencia de Auschwitz-Birkenau. La farmacéutica Bayer, la textil Hugo Boss y la industrial Siemens son algunos nombres que menciona.

Los presos convivían hacinados, torturados y a veces fusilados contra un paredón en un patio que entonces estaba permanentemente encharcado en sangre y hoy luce una bandera de rayas azules y blancas, del mismo grosor que las rayas de los pijamas de franela que vestían los presos, cada uno con su distintivo, judío, prisionero soviético, asocial, criminal, etc. así hasta 15 tipos. De ahí que esa bandera que ondea en el patio del paredón sea importante, porque une a todas las víctimas a todos por encima de razas, credos y procedencias. Además de los pijamas, los presos recibían unos zuecos de madera. Esos zapatos eran la primera puerta por la que la muerte les entraba en el cuerpo, según el escritor Primo Levi, superviviente de Auschwitz, por las llagas que provocaban y las infecciones que producían debido a la falta de medicamentos.

Alambrada electrificada y barracones de Birkenau.

Alambrada electrificada y barracones de Birkenau. / Luis Roca

Los reclusos de Auschwitz eran en su mayoría campesinos polacos (por aquello de dejar espacio para extenderse libremente en sus campos a la raza superior alemana, lo llamaban «Lebensraum»), judíos (sobre todo), gitanos, prisioneros de guerra soviéticos (casi siempre iban desnudos), criminales, «asociales» (prostitutas, homosexuales, vagabundos) y presos políticos. Convivían entre ratas enormes (de comer carne humana) y con diarrea permanente por la precaria alimentación (un mendrugo de pan duro de 200 gramos al día, a veces con un trozo de salchicha y una sopa asquerosa). No se duchaban ni había baños. Muchas mujeres de Birkenau dejaron de menstruar, hacían sus necesidades juntas en dos horas fijas del día, antes y después de la jornada de trabajo, en hoyos excavados en el suelo. La violencia entre presos, la prostitución, los abusos sexuales, eran moneda común.

Auschwitz, entrada y muerte

Auschwitz, entrada y muerte / Luis Roca

Los judíos para Adolf Hitler eran infrahumanos. «La moral es cosa de los judíos», decía. Los nazis encargaban el trabajo sucio a los Sonderkommandos, integrados por los presos más fuertes, que regularmente iban siendo igualmente exterminados para que no pudieran dar testimonio de lo que sabían. Ellos guiaban a los grupos a las «duchas de desinfección» y, veinte minutos después de haberlos rociado con Zyclon-B (un gas extremadamente letal y barato), elevaban en ascensores los cadáveres amontonados, quemándolos de dos en dos o tres en tres. Después limpiaban el espacio de restos humanos, sangre y excrementos. Cuando los crematorios no daban de sí, los quemaban en grandes fosas excavadas en el suelo, la grasa de los cadáveres la usaban de combustible. Las cenizas se tiraban al rio Vístula, el mayor de Polonia, que estuvo así esos años transportando toneladas de cenizas de miles de asesinados. «Sin cuerpo, no hay crimen», por eso los desaparecían. Si se instalaron los «Konzentrationslager» en Polonia fue porque en el país vivían muchísimos judíos y era un territorio controlado por Alemania situado lejos de Europa occidental. Podían cometerse todo tipo de atrocidades sin que se supieran.

Exterminio

Un millón cien mil seres humanos fueron exterminados, el 90% judíos. Son como las hojas caídas de un inmenso árbol. Solo 200 lograron fugarse. Si lo conseguías, las represalias -mortales- se dirigían hacia los miembros de tu bloque, tus familiares, padres, madres, hijos, si estaban en el campo. «Responsabilidad colectiva», exigían para colmo los nazis a los presos. También si te suicidabas lanzándote contra la alambraba electrificada. Durante el tour asistes a la visión en pavorosas vitrinas de más de 3.000 gafas de la época, casi todas iguales, redondas de fina montura metálica; miles de pares de zapatos, de donde se puede suponer la extracción social de sus propietarios, lo mismo que con los centenares de maletas, rígidas, marrones, de distintos tamaños, muchas con los nombres escritos de quienes fueron sus dueños; decenas de prótesis corporales y muletas de los exterminados, que los nazis robaban para darles uso ellos; muestras de los pijamas e insignias.

Auschwitz, entrada y muerte

Auschwitz, entrada y muerte / Luis Roca

Se exhiben fotografías del horror en el campo realizadas a escondidas por presos que finalmente fueron descubiertos y asesinados; y miles de retratos de presos con indicación de su año y lugar de nacimiento y fecha de entrada y defunción en el parque. Casi todos los períodos de estancia comprenden entre varios meses hasta un máximo de dos años. Con la guerra ya perdida para Alemania, los trenes llegaban directamente a Birkenau llenos de judíos en vagones para ganado, sin luz ni aire. Los que sobrevivían al transporte eran clasificados rápidamente, en dos columnas con filas de cinco personas. Si tenías más de 50 años o estabas débil o enfermo, eras gaseado en cuestión de horas.

Y lo más impactante de lo expuesto en las vitrinas, montañas de pelos humanos, mechones oscuros casi todos, pero entre ellos algunos muy rubios. Entre otros usos, los nazis hacían con ellos pelucas y cuerdas. A los presos les robaban no solo sus pertenencias, sino también partes del cuerpo. En el documental ganador de un Óscar Los últimos días (1998), producido por Steven Spielberg, disponible en Netflix, se narra la historia de la adolescente judía que cada día tragaba y defecaba los diamantes que le había dejado su madre antes de ser gaseada. En una ocasión no le dio tiempo de separar las piedras preciosas de sus propias heces antes de tragárselas de nuevo por la presencia demasiado cercana de una vigilante.

Auschwitz, entrada y muerte

Auschwitz, entrada y muerte / Luis Roca

Solo el 15% de los nazis del complejo Auschwitz-Birkenau, subraya con voz más grave Hanna, fueron ajusticiados, el resto logró salir ileso cuando el final de la guerra reveló toda su vileza. Para más inri, la mayoría de los capitostes (Hitler, Himmler, Goebbels…) se suicidaron cobardemente antes de ser capturados. El sádico doctor Mengele, que experimentaba con presos (niños gemelos, hombres y mujeres, los castraba, esterilizaba, intentaba cambiar el color de sus ojos, amputaba miembros, probaba los efectos de la anestesia y nuevos medicamentos, muchas veces por entretenimiento), huyó a Brasil y allí murió sin que se le ajusticiara.

El holocausto en el cine

Rudolph Höss, el capo nazi de Auschwitz-Birkenau, vivía felizmente con su mujer y cuatro hijos en una casa de dos plantas que lindaba con los altos muros rojos de ladrillos del campo. Logró huir, pero fue apresado dos años después, delatado por su mujer, a la que los ingleses habían amenazado con enviarla a Siberia con sus hijos. A Höss lo juzgaron y lo colgaron en una horca levantada a la entrada de las cámaras de gas de Auschwitz. The Zone of Interest (Jonathan Glazer, 2023) lo relata. La guía recomendó la película alemana El último tren a Auschwitz (Dana Vávrová, Joseph Vilsmaier, 2006). El documental Shoah (Claude Lanzmann, 1985) es imprescindible. Como también la novela gráfica Maus, relato de un superviviente (Art Spiegelmann, 1980-1991), el único cómic que ha ganado el premio Pullitzer. La película de ficción por excelencia es La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993). En la cercana y bellísima Cracovia, a diez minutos caminando del barrio judío, al otro lado del río Vístula, se puede visitar la fábrica de Oskar Schindler, cuya actividad salvó la vida de muchos judíos.

Auschwitz-Birkenau era solamente el vértice de una maquinaria criminal organizada por un estado rico y poderoso. Como los atentados del 11-M en Nueva York, simboliza el final de una época. La sociedad aún no ha superado el trauma, ni desde el punto de vista del impacto emocional ni tampoco ideológico. Mi primo Paco dice que al complejo entras bien y sales con el alma en el suelo. A mí el recuerdo de la visita me revuelve la barriga, aún semanas más tarde.

Auschwitz, entrada y muerte

Auschwitz, entrada y muerte / Luis Roca

En sus últimas palabras, en Birkenau, en uno de los barracones donde vivían hacinadas mujeres, en literas de madera de tres niveles, uno directamente a escasos centímetros del frío y a menudo empapado suelo, sobre colchones de paja o sin colchón donde dormían de tres en tres, Hanna nos dijo con voz firme que la clave es no olvidar. La frase de Jorge Santayana figura en la entrada al primer barracón del tour: «Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». Hoy decimos «el pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo».

Contradicción

¿Cómo es posible que en Polonia gane la ultraderecha cuando tienen en su propio territorio tal exhibición de la barbarie? Raúl, mi compañero de ruta, explica que los polacos identifican Auschwitz-Birkenau no con una determinada ideología (la derecha de la ultraderecha), sino con un país, Alemania, eso hace que no lo vean como propio. Mañana, 15 de octubre, hay elecciones en el país. Veremos qué pasa con el gobierno ultraderechista de Jaroslaw Kaczynsky, actualmente en el poder. Así empezaron los nazis en 1933, durante la República de Weimar, siendo partidos de ultraderecha aupados al poder democráticamente por una población desencantada después de una interminable serie de elecciones fallidas. Entonces los nazis juraron mantener la legalidad democrática. Pronto se hicieron con el poder absoluto.

Lo que ocurrió después es el más ignominioso episodio de la historia contemporánea, la peor pesadilla, un terror inimaginable.

La culminación de las atrocidades que el ser humano puede cometer.

De arriba a abajo cuatro imágenes que reflejan laos restos de la barbarie nazi: un vagón usado para transportar judios; la entrada ferroviaria a Birkenau; latas vacías que contenían el Zyklon-B con que se gaseaba en Auschwitz y la entrada en Auschwitz «Arbeit macht frei» para los visitantes que quiren acceder a los restos del episodio más ignominioso de la Historia. |