Entrevista | Trifonia Melibea Obono Escritora y politóloga

«Las mujeres guineoecuatorianas buscan la independencia del hombre blanco, del negro y de la Iglesia católica»

La escritora ecuatoguineana, Trifonia Melibea Obono, presenta su último libro, 'La hija de las mitangan' en Casa África

Ha participado esta semana en los coloquios del III Encuentro de Hispanistas África-España

La escritora, politóloga e investigadora Trifonia Melibea Obono presenta su último libro, 'La hija de las mitangan', en Casa África.

La escritora, politóloga e investigadora Trifonia Melibea Obono presenta su último libro, 'La hija de las mitangan', en Casa África. / Juan Carlos Castro

Martina Andrés

Martina Andrés

Trifonia Melibea Obono (Evinayong, Guinea Ecuatorial, 1982) es periodista, escritora, politóloga, docente e investigadora sobre temas de mujer y género en África. El pasado miércoles por la tarde estuvo en Casa África, en el marco del III Encuentro de Hispanistas África-España, presentando su última novela, La hija de las mitangan, una historia personal, la de Lucía, que cuenta otra global, la de la lucha de las mujeres en el proceso de independencia de Guinea Ecuatorial.

¿Quién es Lucía, la protagonista de su última novela, La hija de las mitangan?

Lucía es una mujer guineoecuatoriana de a pie que ha decidido contar una narrativa feminista sobre el proceso independentista [de España], pero es la punta del iceberg. Después de escuchar a Lucía, creo que existieron movimientos de mujeres en Guinea Ecuatorial que se organizaron para resistirse a la colonización que aprovecharon las oportunidades que ofrecía la colonización para empoderarse como mujeres y también manteniendo las manifestaciones feministas que se daban antes de la colonia en la etnia fang de Guinea Ecuatorial. Es el contenido del libro. Una narrativa feminista sobre la resistencia de la mujer en el periodo colonial y su trabajo en la independencia hasta hoy. Seguimos conservando dos maneras de reivindicar: la que nos aportó el régimen colonial a través del acceso a la educación, al empleo; y también el feminismo tradicional a través del folclore y otras manifestaciones artísticas y de otra índole para reivindicar nuestro lugar en el mundo.

¿Cómo conoce a Lucía?

La conocí de muchísimas maneras. Fue en Murcia, donde estudié, en diferentes encuentros que se organizaban en la casa de un sacerdote, en 2006, 2007, 2008. Allí vivía un cura que trabajaba mucho en cuanto a al apoyo al sector estudiantil guineoecuatoriano. Era una población sin medios para estudiar. Ese hombre ofreció su casa para la gente que teníamos dificultades de alojamiento. Ofreció su casa para que pudiéramos ir a comer macarrones y yo qué sé, esas cosas que necesita el estudiantado. Lucía trabajaba en esa casa y, a partir de ese momento la conocí, hablando de temas que no son frecuentes en mujeres de mi país. Hablaba de la independencia de las mujeres. Fue un discurso revelador que no había escuchado en otro momento y dije: 'guau, eso no me lo contaron en la infancia, me dijeron que los hombres son los que conquistaron la independencia'. 

Ha contado quién es Lucía pero, ¿quiénes son las mitangan?

Son las monjas (risas). Las mujeres blancas en el periodo de la Guinea española, que fue parte de España, fue una colonia. La colonia española estaba estratificada por género. Los hombres ocupaban el espacio público, los hombres blancos, que eran gobernadores, guardias coloniales, guardias civiles, el ejército. En el marco ideológico del régimen colonial, aparte de todo el marco teórico de la inferioridad del hombre y de la mujer negra, también estaba la Iglesia Católica legitimando la colonización. También eran varones. ¿Las mujeres a qué se dedicaban? A lo que dictaba en España la Sección Femenina, el nacionalcatolicismo. Aquello era una parte de España, era franquista.

También fue una provincia española.

Luego fue provincia, luego fue... fue un proceso súper largo. El título de 'las mitangan' tiene que ver también con ese machismo. En el sentido de que se supone que los que tenían poder en ese periodo, eran los hombres. Y las mujeres se dedicaban al cuidado, a la salud, a la enseñanza. Las mujeres blancas, las monjas. Entonces, ¿cómo han podido empoderar a un grupo de niñas que vienen aquí a poner patas arriba las tradiciones? Cuando Lucía vuelve de la Casa Cuna de Micomiseng, vuelve empoderada, consciente de que es una persona, consciente de que no es inferior a un varón...

Gracias a la educación que le dan las monjas.

A la educación de las monjas. Vuelve con una idea que no era típica en la sociedad del momento. Las mujeres le dijeron: 'vosotras, las guineoacuatorianas, sois negras, sois españolas negras, nosotras somos españolas blancas, no somos diferentes, todas somos obras de Dios, todas somos españolas y todas les debemos fidelidad a la madre España'. Cuando ella sale de allí, no es consciente de que ser negra supone un problema, de que ser mujer supone un estigma... Sale con mucha autoestima, y eso es lo que le da valor para enfrentarse a un matrimonio forzado, a la maternidad forzada, a una sociedad que le reprocha. Ahí dentro no solo enseñaban a las mujeres a coser y cocinar, también les enseñaban a enfrentarse. Ser hija de las mitangan es eso, ser la extraña, la que se fue siendo una niña de ocho años, pero vuelve siendo una rebelde. 'Yo quiero trabajar, quiero vivir la soltería, quiero ser libre, no quiero todo lo que me estáis imponiendo'. El reproche es que es hija de las mitangan y hay que obligarla a vivir de otra manera. Es un estigma machista. Los hombres negros eran machistas. Porque para ellos, el poder colonial estaba en manos de los hombres, no de las mujeres. Y ese machismo también se refleja de cara a las monjas y de cara a Lucía. 

Trifonia Melibea Obono explica el significado de la portada de su último libro, 'La hija de las mitangan'.

Trifonia Melibea Obono explica el significado de la portada de su último libro, 'La hija de las mitangan'. / Juan Carlos Castro

Uno de estos símbolos de rebeldía es cuando ella le dice a un cura que no quiere ponerle a su hijo un nombre cristiano. 

No, un nombre cristiano no. Lucía, cuando vivía en el internado leyó un cuento sobre un niño que se llamaba Kiriko, que luchó contra gente mala, que vino a por una familia, porque era una familia cristiana, la gente contra el cristianismo... El cuento tenía como aprendizaje que hay que resistirse a cualquier persona que vaya contra el cristianismo. Entonces ella se comprometió a que su hijo se llamaría así. Cuando tiene un primer hijo y va a la iglesia para el bautizo, el cura es el que designa el nombre de los bebés y ella le dice que no, que su hijo se va a llamar Kiriko. El cura le dice que no y ella que sí. En aquel momento, ¿quién se oponía a lo que decía un cura? Porque el cura, el guardia civil y el gobernador, representaban el poder colonia. Pero una niña de 18 o 19 viene y se enfrenta al cura, eso era... Y el cura alega que no, que ese santo, ese nombre no existía. Y Lucía le dice que sí existe, en el libro de Santos en no sé qué página. Entonces lo buscan y ven que el nombre Kiriko existe, delante de todo el pueblo. Y la familia del marido se pone a llorar, diciendo que cómo puede ser que esa niña sepa más que un cura. Los curas, que tienen comunicación con Dios... Se arma una cosa... Entonces ella me lo contó, que decían que era un peligro porque sabía leer, sabía escribir y sabía más que un cura. En una sociedad que había decidido que había que retomar los nombres de la tradición, que había que volver a la tradición africana anterior a la colonización, ella viene e impone el nombre de Kiriko. Fue un acto de mucho valor. 

En la presentación del libro, dijo que las mujeres querían tanto independizarse del colonialismo del hombre blanco pero, a la vez, también de la tradición que les imponían los hombres negros.

Claro. Es que se ha creado una narrativa según la cual nuestros pueblos eran muy hermosos, bonitos, pacíficos, hermosos, sin problemas..., hasta que llegó el blanco. Todos los males que aquí se han producido tienen que ver con... (niega con el dedo). No, no, no. Teníamos problemas, como todos los pueblos del mundo. Con su misoginia, con su machismo, con su homofobia. Entonces, ¿qué pasa? Cuando Guinea se independiza, como otros países africanos, la idea de los políticos es 'retradicionalizar' el Estado. La colonización se ve como un periodo, una mancha en su currículo como pueblo. Si el blanco prohibió la poligamia, hay que volver a la poligamia. Si el blanco prohibió los matrimonios precoces, hay que volver a eso. Hasta hoy, sigue ocurriendo esto. Cuando deciden los hombres que van a volver a esta época, no nos preguntan. Y las feministas decimos que hubo un tiempo en el que decidían por nosotras, pero ahora queremos decidir por nosotras. No podéis venir a decirnos ahora que hay que volver a la tradición. Sí, si es necesario. ¿Y cuál es la práctica necesaria que vais a reincorporar? ¿La de un matrimonio precoz para una niña? No, no. no. ¿La de que una niña no se escolarice? No, no, no. Necesitamos negociar. Las mujeres queremos, a partir de un determinado momento, empezar a someternos a unas leyes en las que hemos participado activamente, no a las que nos han impuesto. Porque ese periodo precolonial no fue libre, no fue democrático, no fue inclusivo. Si ahora mismo, nuestro país va a rectificar tratados, queremos inclusión. Contra toda la violencia, contra toda discriminación que tiene que ver con la mujer. Queremos elegir qué es discriminación para la mujer y qué no lo es, no que nos impongan unas tradiciones en nombre de la retradicionalización. ¿Qué pasa, por ejemplo, si algo que tuvo que ver con el colonialismo es positivo? Si el colonialismo impuso que las mujeres pudieran escolarizarse, ¿qué vas a hacer? ¿Eliminarlo? Si el colonialismo encontró que llevabas a cabo una práctica que era dañina para la salud de la mujer, ¿tú qué quieres? ¿Volver a ser africano como lo eras antes?

Entonces, habría que redefinir el concepto de lo que es ser africano, ¿no?

Sí. Y nosotras queremos definir qué queremos, cómo queremos ser africanas. Porque la identidad es una cuestión individual. Yo soy negra pero, ¿cómo quiero ser negra? ¿Qué me define como negra? Quiero decidirlo sin que me lo tengan que decir. Ningún blanco, ningún negro, ningún azul ni ningún rojo, ¿sabes? A eso me refería.

La reflexión sobre la opresión del hombre colonizador blanco como del hombre negro, ¿se podría aplicar entonces al resto del continente?

Por ejemplo, mi padre y mi madre son de la etnia fang. Cuando llega el hombre blanco al territorio fang y lo invade, llega a un territorio de fama guerrera. Los fang era antiguamente guerreros, muy buenos guerreros. ¿Qué pasó? Cuando el ejército español les gana a los hombres fang una guerra, las mujeres dicen: '¿ah, sí? O sea, ¿que se os puede ganar?' Aprendieron que se podía ganar a un guerrero. Cuando llegan los colonos, sí que se introducen algunas prácticas positivas, como la escolarización de la mujer o que la mujer puede ser asalariada. Es verdad. Y la mujer lo que empezó a hacer es aprovecharse para empoderarse más. Y, uno, trabajar su propia independencia, independizarse de la tradición negativa, la que quería su padre, su madre, su primo... Entonces, las mujeres querían independizarse del hombre blanco, que no era feminista en España porque España no era feminista. España no nos pudo ofrecer lo que no tenía. Dos, la mujer se quería independizar de la religión católica, que iba por su cuenta, al margen del gobernador. La Iglesia católica tuvo mucho poder en España y no ha dejado de tenerlo. Y, tres, nosotras queremos independizarnos del blanco, de lo religioso y del hombre negro. Porque el partido que gana las elecciones después de la independencia de Guinea Ecuatorial, el de Francisco Macías, prometió que iba a trabajar para que las mujeres fang dejaran de ser las sirvientas del varón.

De hecho, las mujeres le votaron.

Las mujeres fueron a votarlo. Pero cuando gana las elecciones, cambia de versión. Las mujeres no querían seguir siendo la servidumbre del hombre negro, las esclavas del colono blanco, ni seguir siendo la servidumbre de la Iglesia Católica. Se independizaron buscando tres objetivos. Y esa pelea, hasta hoy, se mantiene. ¿Ahora qué ocurre? Que los hombres no quieren que eso se visibilice, sobre todo los intelectuales.

¿Los intelectuales de su país?

Sí. ¿Y qué pasa en España? Que cualquier persona que diga que alguna práctica que se lleva a cabo en Guinea Ecuatorial es inhumana, si lo dice un blanco, ese es racista. Ahora muchos blancos no pueden decir las cosas. Pero yo sí. 'Oye, cariño, esto, no me gusta'. Si tú estás practicando esto con las mujeres, no me gusta. ¿Qué vas a decir? No, es que es mujer, es que habla en nombres de los blancos, que es lo que nos dicen a las feministas.

El feminismo se toma como algo occidental.

Sí. Estamos peleando con esto. A veces yo pensaba que igual esto ha nacido ahora. Pero no, la mujer lleva mucho tiempo peleando. Es un movimiento invisibilizado.

Por los intelectuales y entiendo que también por los políticos. Porque los que mandan allí son, casi todos, hombres.

Y fascistas (risas). Sí. Hombres, fascistas, bantuístas, que quieren retradicionalizar, que siguen empeñados en que tenemos que volver a lo puro. Lo puro, lo antiguo, que eso era lo mejor. Sí, pero cariño, no decidas lo que quieres que yo sea.