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Efecto Mandela

Efecto Mandela

Efecto Mandela

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

Se denomina Efecto Mandela a un supuesto falso recuerdo colectivo. Lo puso de moda Fiona Broome, que defiende que no es un recuerdo falso, y que lo único que quiso hacer ella es describirlo: «Esto debe quedar claro: el término Efecto Mandela describe el fenómeno, no una explicación del mismo». Dice Fiona que insultan la inteligencia quienes hablan sin más de «falsos recuerdos», pues estos, con una investigación somera pueden detectarse y conocer dónde nació el error, de forma que «si es un falso recuerdo, no es el Efecto Mandela; es un falso recuerdo». Pone Fiona un buen ejemplo: «Un momento temprano, posiblemente traumático, puede haber sido descubrir que, después de todo, Santa Claus no entrega regalos en Nochebuena». Pero eso no es el tipo de recuerdo o creencia al que se refiere el Efecto Mandela. Eso es lo que interesaría a quienes ya están predispuestos a la hipótesis de que el mundo debe ser como básicamente ha sido preconcebido y cualquier otra cosa es una ida al extrarradio de la locura o la disonancia social. Fiona critica que se esté perdiendo la posibilidad de «explorar una gran cantidad de pruebas, como los informes creíbles de doppelgänger del siglo XIX, que pueden apuntar a realidades paralelas y Muchos Mundos Interactuantes».

El fenómeno nació de la observación de la muerte de Nelson Mandela, en 2013 y, sin embargo, varias personas recordaron que había fallecido en los años ochenta, multiplicándose los testigos que recordaban detalles de su funeral y otros su muerte en prisión. Un ejemplo para pensarlo es el recuerdo de Freddie Mercury y su canción con Montserrat Caballé en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. Mercury ya había fallecido en 1991, y se había rodado esa actuación el 8 de octubre de 1988 en el Festival La Nit. También podemos recordar hasta mediados del pasado siglo XX que se hablaba de los canales de Marte, vistos en el siglo XIX, llegando en 1877, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli a observarlos y más tarde, entre 1895 y 1908, otro astrónomo, el estadounidense Percival Lowell, llegó a la conclusión de que habían sido construidos por seres inteligentes para transportar agua desde los polos a los desiertos del planeta rojo. A mediados del siglo XX los canales ya no aparecieron más, sólo quedaban restos de ellos en algunos libros de texto en las escuelas de todo el mundo, y la explicación fue por la mejora de los telescopios, eso sí, unida a la paraeidolia, un efecto de ilusión óptico-psíquica. Y a tragar.

Una de las posibles suposiciones, que molestan mucho a los que no pueden dar explicación sino de fake al Efecto Mandela, es la de los universos alternativos o multiversos, ya descritos para la física de partículas por Everett a mediados del siglo XX, y que señala que hay líneas probabilísticas que ofertan millones de posibilidades para cada trayectoria infinitesimal, y es la conciencia la que va dirigiendo los acontecimientos futuros. Los recuerdos como los del Efecto Mandela serían mezclas de líneas temporales distintas, pues todo lo que es posible está en alguna parte de la existencia. Esta tesis es infalsable y, por tanto, la única manera de negarla es decir que los testigos del Efecto Mandela o similares mienten o deliran. Podríamos encontrarnos ante un efecto inverso al de la tendencia psicológica de una explicación extraordinaria para un evento extraordinario.

En un estudio de The British Psychological Society, del 18 de marzo de 2003, Who shot the president?, efectuado sobre 64 participantes por Patrick Leman, de la Royal Holloway University de Londres, se ofrecieron a los encuestados cuatro versiones de acontecimientos en los cuales un presidente extranjero (a) fue asesinado, (b) fue herido pero sobrevivió, (c) sobrevivió con heridas pero luego murió de un ataque cardíaco, y (d) salió ileso, y la sospecha del motivo tendió a una conspiración extraordinaria como causa de un luctuoso hecho extraordinario, descartándose opciones más razonables.

Lo extraordinario explica lo extraordinario y, por ende, lo ordinario explica lo ordinario. Por lo mismo, la explicación inicial de varios universos que se entremezclan y existen debe ser descartada por el peso psicológico que tiene sobre las mentes humanas el panorama de un mundo regular y ya explicado ab initio. Salir de lo asumido es un esfuerzo psicológico que no se hace y que, además, el entorno social impide.

En fin, hace un par de meses me encontré con una dama impactada porque sabe que la muerte de Franco, previa al nacimiento de su hijo, ocurrió en 1964, y teniendo todos los hechos colaterales absolutamente claros en su mente, la misma familia y la misma casa de 1964, pero reubicado todo con ese evento de 1975, sin que coincida con los que en esta línea temporal conocemos y consensuamos. Se dio cuenta viendo un documental en la televisión que repasaba todos los acontecimientos.

Probablemente si comenzamos a poner en solfa los recuerdos y a repasarlos y contrastarlos, encontraríamos varios fallos que no son meros fakes, y veríamos que el sustrato de lo existente es móvil. La tesis, conforme a saber que no todos los testigos son mentirosos, sería infalsable y, por tanto, a considerar, justo lo que molesta al statu quo, ese estado que adormila a los seres, cada uno en un nicho existencial predefinido.