Entre la mordacidad y la ternura

Manuel Summers, retratista de la España negra, vuelve a la actualidad tras la edición en digital de seis de sus filmes más emblemáticos

Manuel Summers.. | | LA PROVINCIA/DLP

Manuel Summers.. | | LA PROVINCIA/DLP / Claudio Utrera

Claudio Utrera

Aunque ha pasado a la historia como el responsable de títulos tan valiosos para el cine español de los sesenta y setenta como Del rosa… al amarillo (1963), La niña de luto (1964), Adiós, cigüeña, adiós (1971), Juguetes rotos (1966), Urtain, el rey de la selva… o así (1969) o Ángeles gordos (1980) y tras ejercer durante años como exitoso dibujante humorístico en cabeceras históricas de gran tirada, como La codorniz, Mundo hispánico, ABC o Blanco y Negro, Manolo Summers (Sevilla, 1925/Madrid, 1993) no gozó en vida, salvo en casos excepcionales, de la unanimidad de la crítica, cosa que sí ocurriría, sin embargo, con otros miembros del grupo de cineastas, productores y guionistas que, como él, surgieron al socaire de lo que se conocería muy pronto como el Nuevo Cine Español.

Entre la mordacidad  y la ternura

Entre la mordacidad y la ternura / Claudio Utrera

Etiqueta que englobaría a creadores del renombre de Basilio Martín Patino, Jaime Camino, Julio Diamante, Angelino Fons, José Maria Nunes, Miguel Picazo, Pere Portabella, Elías Querejeta, Germán Lorente, Carlos Saura, Gonzalo Suárez, Jacinto Esteva, Mario Camus, Anton Eceiza, José María Forn o Francisco Regueiro y cuyo propósito, en la mayoría de los casos, no era otro que sacar a nuestra industria del prolongado estado de ostracismo al que la sometió la dictadura franquista y llevarla al ámbito de la modernidad, con las consiguientes derivas ideológicas y políticas que entrañaría la presencia de esta nueva corriente de pensamiento surgida en el seno de una sociedad sometida a una férrea e inexpugnable censura de la que Summers fue, sin duda, una de sus principales víctimas. La manera tan evidente con la que conjugaba el humor negro con la mirada crítica sobre una España socialmente irrespirable y la ironía con la que observaba algunas de nuestras costumbres más retrógradas eran argumentos con suficiente mordiente como para que los censores permanecieran siempre alerta ante cualquiera de sus proyectos, especialmente los correspondientes a la etapa inicial de su carrera que marcarían, sin fisuras, el perfil de un cineasta particularmente combativo con su entorno.

En relación con sus ilustres correligionarios, el problema de Summers, autor, insisto, de piezas de un enorme calado crítico durante los controvertidos años del tardofranquismo, surgió desde el mismo momento en que decidió apostar, por mor de su supervivencia profesional, por la carta de la comercialidad con películas que se alejaban ostensiblemente de la idea regeneracionista que alimentó su primera etapa como director, guionista y productor y que a corto plazo generaría un cambio insospechado en su carrera.

Películas como No somos de piedra (1967), El sexo ataca (1978), To er mundo e güeno (1982), Sufre, mamón (1987), Me hace falta un bigote (1986), La Biblia en pasta (1984) o Suéltate el pelo (1988), paradigmas en su mayoría del popular subgénero del destape, son algunos ejemplos de ese giro copernicano que experimentaría su filmografía tras haber escalado, en la década de los sesenta, las más altas cumbres del cine nacional con obras que hoy forman parte del cuadro de honor del mejor cine español de todos los tiempos.

Naturalmente, los seis largometrajes que integran este pack, que ha editado con notable esmero la distribuidora catalana A contracorriente, constituyen, a falta de dos de sus documentales más emblemáticos, Juguetes rotos y Urtain, el rey de la selva…, la obra más genuina del director sevillano y la señal más palmaria de una sensibilidad cinematográfica provista, como la de Berlanga, Mercero, Tono, Forqué, Fernán Gómez, Azcona, Ferreri o Neville, de una mordacidad y de una ironía inobjetables.

Desde su arranque en 1963 con Del rosa… al amarillo, una suerte de relato sentimental acerca de los primeros amores de una pareja de niños y del romance otoñal que viven dos ancianos en una residencia de la tercera edad, Summers dejaría expedita la senda por la que transitarían sus siguientes películas, mostrando que se podrían atravesar ciertas fronteras creando un cine nuevo, moderno y especialmente crítico y sin menguar lo más mínimo su repercusión en las taquillas.

Ganadora de la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, Del rosa… al amarillo se convertiría, además, en un importantísimo punto de partida para los jóvenes cineastas que giraban alrededor del pensamiento de los fundadores de aquel movimiento entretejido en la extinta Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid, abriendo así otra oportunidad para escapar del ambiente gris y mortecino que dominó nuestra industria durante las dos largas y tediosas décadas que precedieron a la llegada de la nueva generación de talentos. Talentos que irrumpirían en consonancia con la explosión de una corriente innovadora que se extendería, como una epidemia, a lo largo y lo ancho de medio mundo.

El pack editado por A contracorriente también incluye La niña de luto, otro hito importante en la trayectoria profesional de Summers y una de las piezas que mejor encajaría en la imagen de renovación y de nuevo realismo que pretendía implementar el cine nacional en la década de los años sesenta en su afán por acercarse lo más posible a los estándares de calidad y compromiso que ofrecían en aquellos años la mayoría de los cines europeos mediante corrientes tan influyentes como la Nueva Ola francesa, el Free Cinema británico o la comedia costumbrista de matriz italiana. La película, distinguida con la Mención Especial del Jurado en el Festival de Cannes, muestra el drama desgarrador de una pareja de enamorados (Alfredo Landa y María José Alfonso), fuertemente condicionada por las convenciones morales de su entorno y por la impotencia de no poder librarse del yugo social que los oprime.

Tampoco falta en esta antología el díptico que forman los filmes Adiós, cigüeña, adiós (1971) y El niño es nuestro (1972), dos nuevas incursiones en el universo juvenil donde Summers, con la valiosa colaboración del gran Tono, explora la inocencia de sus jóvenes personajes ante una circunstancia tan insólita como el inesperado embarazo de su protagonista (Beatriz Galbó) y el decidido propósito de todo el grupo de asumir las responsabilidades subsidiarias que genera la llegada al mundo de una nueva criatura. Ambas películas, protagonizadas por Beatriz Galbó, representan el humor más genuino de su autor, al tiempo que revelan los ingeniosos procedimientos empleados por este director para penetrar a fondo en el represivo mundo de los adultos.

¿Por qué te engaña tu marido? (1969), su primer salto al cine comercial, aunque salpicada también de hilarantes fogonazos surrealistas, con guion de Pilar Miró y con la participación de nuevo de Alfredo Landa y de la popular Laly Soldevila, más Ángeles gordos (1980), una comedia dotada de una enorme originalidad sobre el universo de los obesos en la ciudad de Nueva York que merecería, sin duda, una rápida y contundente operación de redescubrimiento, completan esta excelente selección fílmica de uno de los cerebros más privilegiados del cine español del siglo XX.