Entrevista | Paco Gómez Escribano Escritor y docente

Paco Gómez: «Para vivir y escribir hay que equivocarse muchas veces»

Paco Gómez Escribano es docente y escritor. Cuenta con una decena de novelas publicadas entre las que destacan ‘Manguis’ (Erein, 2016); ‘Cuando gritan los muertos’ (Alrevés, 2019); ‘5 Jotas’ (Editorial Alrevés, 2019) o ‘Narcopiso’ (Editorial Alrevés, 2023) con la que comparece hoy en la segunda jornada de la novena edición del Festival Tenerife Noir

El escritor y docente Paco Gómez Escribano, en un festival de novela negra.

El escritor y docente Paco Gómez Escribano, en un festival de novela negra. / LP/DLP

Elizabeth López Caballero

Elizabeth López Caballero

¿Por qué eligió Canillejas como escenario principal de sus novelas?

Porque es mi barrio y lo conozco bien. Respeto a todos los escritores que escriben de escenarios en los que han estado un par de veces o que ni siquiera conocen. Pero yo hago realismo social, así que elegí un entorno geográfico y humano que conozco. No obstante, desde esta localidad, abordo temas universales como la desesperanza, la miseria, la injusticia, etc.

¿Ha intentado crear su propio subgénero dentro de la novela negra con lo que usted llama «género quinqui español»?

No, yo solo pretendía escribir porque era un gran lector desde bien joven. Disfrutaba tanto leyendo que pensé que si escribía disfrutaría todavía más. En eso no me equivoqué. Es verdad que ahora, desde la perspectiva que da el tiempo y la comunicación con los lectores, veo que he creado mi propio estilo y me dicen que, si leyeran algo mío con una portada en blanco, sabrían que el libro lo he escrito yo. Solo eso compensa todas las horas sentado frente al ordenador. Tampoco creo que yo haya creado ningún subgénero. Escribo novela negra muy bien maridada con realismo sucio, con protagonistas que ejercen de antihéroes. Es lo que me gusta.

Siempre escribe sobre personas que conoce, ¿se ha llevado algún susto digno de novela negra por ello?

Bueno, no siempre. La mayoría de personajes me los invento y otros son Frankensteins de gente que he conocido. Pero es cierto que a veces escribo de gente que conozco y les cambio el nombre. Sí, me acuerdo, solo una vez he tenido un problema. Pero puedo decir que de momento no ha llegado la sangre al río.

El Pirri, uno de los personajes de Narcopiso, es un hombre culto y con inquietudes intelectuales. ¿Pretende usted con esta descripción del protagonista despojar de la sociedad la imagen del yonqui como un ser vacío, sin cultura ni interés por la vida?

Totalmente. El ser yonqui o no en los 80 dependía de múltiples factores, pero no de la inteligencia. He conocido chavales de sobresaliente en el colegio que cayeron en la heroína. Simplemente tenían problemas serios. Con el caballo pasaban de tener muchos problemas a tener solo uno: ponerse. Con lo que el cambio, en principio, era positivo. Por eso al caracterizar al Pirri se me ocurrió dotarle de inquietudes literarias. También al Perla, que tiene una filosofía de bar muy particular, pero que ganaría en locuacidad e intelectualidad a cualquiera que se le pusiera delante.

«La mayoría de personajes me los invento y otros son Frankensteins de gente que he conocido»

¿Por qué esa obsesión de ensalzar la figura del «perdedor» en sus novelas?

Por rabia. Me explico. Canillejas es un barrio fundado y formado por castellanomanchegos, andaluces, extremeños, etc. Si vinieron aquí con las manos vacías fue para trabajar, porque en sus lugares de origen se les había privado de todo. En muchos casos, ellos o sus padres habían sido represaliados en la guerra o en la dictadura. Trabajaron como burros por cuatro pesetas. El Sistema, como premio, les entregó a sus hijos en forma de bonitos cadáveres en ataúdes baratos, muertos por la droga. Fue un genocidio. Ni ellos ni sus hijos merecían eso. Así que, sí, estoy muy rabioso. Por eso doy voz a los perdedores. Pero ojo, ser perdedor no es caer y ya está. Mis personajes caen, pero se levantan y siguen luchando hasta que vuelven a caer para levantarse de nuevo. Es una constante en mis novelas. Pongo a varios personajes matados y los enfrento a cualquier movida que les viene grande. Y claro, se lía parda.

¿Quizá el lector empatiza con ese tipo de personajes porque inconscientemente todos llevamos dentro un perdedor esperando un revés de la vida para hacer su aparición?

Hay quien empatiza, claro. Pero hay quien no. Es más, yo creo que mi literatura no es para el gran público, ese que solo consume thrillers «trepidantes» que en realidad son películas de acción escritas, pero que de literatura no tienen nada. A mí eso no me interesa. Cuando leo una novela y no encuentro ninguna metáfora, ninguna comparación, ningún, en definitiva, recurso literario, pues paso de ella. Parecen escritas por la misma inteligencia artificial. Mis lectores son muy inteligentes. Más que yo. Lo he comprobado más de una vez.

Usted nació y creció en Canillejas, pero corrió con mejor suerte que muchos de los protagonistas de sus novelas. ¿Escribe sobre su barrio para espantar, de alguna manera, la culpa por haber burlado la heroína y la calle como destino?

No sabes tú bien la suerte que yo he tenido. Mis novelas son pura denuncia. Ahora bien, casi nunca hay denuncia explícita, sino implícita. Y me gusta que el lector lo descubra. Si no lo descubre, habrá leído una novela entretenida, porque creo que también mis historias lo son. Pero le faltará haber intuido ese nivel más profundo de lectura.

Cuéntenos un poco más…

No creo que escriba por culpa. Burlé la heroína, pero no otras cosas como el tabaco, el alcohol o los porros, por no decir algo más. Escribo por rabia. Porque no es normal que construyeran los guetos de infraviviendas y chabolas sin ningún tipo de servicios para alojar a la pobre gente que los enriquecía. Porque no fue normal la guerra, la posguerra, la dictadura y la transición. La mía, la de mis padres, la de mis abuelos y podría seguir hasta Adán y Eva, han sido generaciones torturadas y maltratadas. Escribo por eso.

En alguna ocasión ha comentado que «los libros le salvaron». ¿Podría detallarnos esta afirmación?

Es fácil: mientras leía no estaba por las calles haciendo el mal. La adolescencia era una fase vital muy peligrosa en el barrio. Mientras que otros chavales no tenían mucho, yo tenía la lectura. Eso me permitía viajar gratis y a la vez me apartaba del peligro de las calles.

Un lector precoz, pero un escritor tardío. ¿Le costó encontrar lo que quería contar?

No es que me costara encontrar qué contar, es que ni siquiera sabía cómo hacerlo. Escribir no es fácil. Encontrar tu propia voz tampoco lo es. Ponerte a escribir es una decisión muy arriesgada. Yo creo que es imprescindible tanto haber leído mucho como haber vivido mucho para empezar a escribir. En mi caso se daban las dos circunstancias. Y, aun así, las primeras cosas que escribí fueron a la basura. Hay teorías narrativas múltiples que se pueden estudiar de forma teórica. Pero después de todo, a escribir se aprende escribiendo. La escritura es muy parecida a la vida. Para vivir y escribir hay que equivocarse muchas veces.

¿Qué espera de su paso por la novena edición del Festival Tenerife Noir?

El festival me trae muy buenos recuerdos de anteriores ediciones, pero sobre todo del 2019, cuando gané el Premio Ciudad de Santa Cruz con mi novela Cuando gritan los muertos. De la presente edición espero dar a conocer un poco más mi última novela, Narcopiso. Y debatir sobre género negro, que me apasiona. Además de aprovechar la ocasión para coincidir con compañeros y compañeras a los que con el paso de los años vas tomando un gran afecto.