Entrevista | Yapci Ramos Artista

Yapci Ramos, artista: «¿Dónde están las mujeres? ¿Dónde están los cuerpos imperfectos?»

La artista que trabaja entre Tenerife, Barcelona y Nueva York aterriza en el Museo Canario con la proyección del documental 'Monumenta. Nueve encarnaciones guanches'

El proyecto que reivindica el papel histórico de las mujeres aborígenes

La artista tinerfeña Yapci Ramos en el Museo Canario.

La artista tinerfeña Yapci Ramos en el Museo Canario. / Juan Carlos Castro

Martina Andrés

Martina Andrés

Rodeada del olor a libros viejos, la artista tinerfeña Yapci Ramos explica el trasfondo y el proceso de creación de su proyecto ‘Monumenta. Nueve encarnaciones guanches’ cuyo documental se presenta hoy en el Museo Canario. Una oportunidad para resignificar el pasado y descubrir el papel real que tuvieron las mujeres aborígenes a través de un proceso creativo en el que la artista pone su voz y su cuerpo.

Su proyecto 'Monumenta' está inspirado en el monumento de los nueve Menceyes de Candelaria, que data del año 1993. Después de toda una vida conviviendo con su imagen y con el imaginario que proyecta, ¿en qué punto le llega la idea de reinterpretarlo?

Nunca me lo había planteado. Como niña, lo tienes totalmente asimilado. Yo vivía en Estados Unidos, estaba en un momento en el que tenía mi vida en otro lugar y de una forma inesperada tuve que volver a Canarias. Vi de repente que se había frenado mi carrera. Fue en la época del Covid. En ese momento hubo una pausa en mí. Empecé a pasear y realmente profundicé en lo que era el pasado aborigen, a pensar si eran o no así. ¿Eran así de fuertotes? ¿Dónde están las mujeres? Ahí empecé el primer análisis. Y ya no solamente eso: ¿Dónde estaban los cuerpos imperfectos? Siempre eran los fuertes, todo muy patriarcal, androcéntrico, gigantes. Esto forma parte de tu universo desde que eres niña. No me lo había cuestionado nunca. Ahí me removió y empecé a investigar.

¿Cómo comenzó este proceso?

Empecé a documentarme y planteé un primer proyecto con estudiantes. Conseguí tres ayudas diferentes y la primera fue del Gobierno de Canarias en Educación. Como a mí me surgía esta duda, pensé: ¿Y si yo le planteo esto a alumnos a ver qué piensan ellos y cómo les gustaría ser representados? ¿Y si hago un mapeado de la ciudad? Entre todos hicimos un mapeado de la isla de Tenerife para ver cómo se representaba nuestro pasado aborigen y ver cómo se estaban representando las mujeres y los hombres para ver si los alumnos se sentían identificados. Si yo me estoy cuestionando algo, no solo lo puedo hacer desde mi mirada, tenía que entender cómo lo estaban viendo también las personas de otras generaciones más jóvenes que yo. 

¿Y qué mirada tenían ellos?

Primero el género. Tampoco es un género binario, no siempre es hombre o mujer. Muchos de ellos también decían que, por ejemplo, las mujeres estaban representadas de la misma manera, alrededor del hogar, cuando no eran así. Las mujeres eran más pequeñas en las esculturas; los hombres eran más fuertes y más grandes. Todo nos lleva al mismo lugar: a esa mirada patriarcal de la sociedad y que ya no se está reflejando lo que son las sociedades actuales. Ahora mismo ha cambiado todo. Aquello que ocupa el espacio público, forma parte de nosotros. Aquello que ves, son las referentes. Hay que generar nuevas referentes, sobre todo en relación a la mujer. También hablo de otras identidades subalternas, pero es verdad que tocaba primero hacer una reparación en la parte de la mujer. Por urgencia. Si intentamos socialmente hablar de la mujer, si no descolonizamos desde el origen... Son muchos años de historia, tenemos que saber cómo eran esas mujeres. ¿Qué otras actividades hacían? ¿Quién dice que una actividad u otra tiene más o menos valor socialmente? Vamos a cuestionarnos todo juntos. Si no nos cuestionamos lo que hay en el espacio público, las generaciones pequeñas que van llegando siguen teniendo los mismos referentes. 

¿Y qué descubre de estas mujeres? ¿Cómo eran?

Arqueológicamente se distingue si, por ejemplo, tienen un golpe en el frontal, se distingue si es por violencia de género, en el hogar, o si es porque iban a la guerrilla. Entonces, se sabe que la mujer también participaba. En una menor medida, obviamente, pero también participaba. Para mí la búsqueda consistía en traer otros valores más adecuados a lo que yo fui encontrando, no a los que tradicionalmente se vinculan con la mujer. Estuve mucho tiempo recabando información, porque en ese momento, en la pandemia, pude tener dedicación plena con este proyecto. Plena y obsesiva.

¿Le suele pasar lo de obsesionarse?

Yo cuando me meto en algo, me meto al fondo. No sé hacerlo de otra manera. Y hasta que no siento que he vaciado a tope lo que quería conseguir o que he llegado al fondo... Es algo intuitivo, no te sé decir cuándo pasa, sino que ya pasa.

Que lo siente dentro.

Exacto. Cuando lo siento puedo decir: bueno, ahora toca otra cosa. Pero con este proyecto, al final, los relatos vienen de diferentes lugares. Hay un relato que viene de una leyenda, hay otro que viene de un artesano, hay un relato que viene de una crónica, hay un significado de un antropónimo... Es como meterte en un viaje e ir descubriendo. Unas crónicas hablan de que había ocho menceyatos, en otras nueve, otras diez... Siempre trabajé con mucho cuidado y sutileza en cada paso que daba, porque entendía también que es una colectividad. No se trataba solo de la memoria histórica mía, sino de toda una colectividad. Fui muy meticulosa, cada paso que daba lo testeaba con el MUNA. Ellos me ayudaron muchísimo, estaban siempre contrastando. 

Las nueve "monumentas" reflejan la idiosincrasia de cada menceyato. Además de estar identificadas con el territorio, cada una tendrá también su propia personalidad. 

Ellas brotaron. Fue un acto mágico. Yo tenía una pared entera con información, divida en menceyatos. En este había agricultura, espigas de trigo, en este había concheros... Había una leyenda de una mujer que fue condenada por su belleza... Entendí que había algo que se relacionaba con el estigma de la mujer en el pasado y en el presente. Ithaisa, que es la mujer embarazada, surge porque su zona es donde estaban los úteros de la Isla y la llamaban así porque es donde almacenaban los alimentos. Yo pensé en una mujer embarazada porque si vamos a hablar de la mujer hay temas que siguen siendo tabú. En el espacio público, la representación de la mujer embarazada no existe. Busco traer al frente esa serie de cosas que puedan seguir en diálogo con temas que todavía son relevantes en nuestra sociedad actual. 

A Gran Canaria trae reproducciones a un tamaño más pequeño.

Son los prototipos. En la segunda fase empiezo ya a definirlas. Poner los nombres me costó un montón.

¿Por qué?

No hay muchos nombres de mujeres. Por ejemplo, me leí en una crónica que Antón Martín de Abona se había casado con no sé quién y cuando entiendo que había una tal Ramagua... Cuando veo los relatos de las crónicas digo: pues esta es Ramagua. Tardé mucho con los nombres, pero cuando ya llegaban y era, es que era. Tú eres Tagucimota (risas). Es que lo veo. La segunda fase fue la de performarlas a ellas y traerlas a la vida a través de mi cuerpo y mi voz. Eso se escaneó. El escaneo se transforma en un archivo digital que se trabaja y se convierte en unas primeras pruebas impresas en pequeñito que son las que se van a ver aquí. 'Monumenta' es un ejemplo de algo basado en Tenerife, pero que pasa en cualquier isla. Ese vacío está en todas las Islas. Lo entendemos mejor en un espacio como este, el Museo Canario, que tiene una investigación específica sobre la mujer. Y el Museo Canario habla de todas nuestras Islas y nuestro pasado. Creo que ellas solas están decidiendo dónde, cómo y cuándo. Yo las sigo. 

¿No le hubiera gustado traer aquí las grandes?

Por supuesto, pero ya se dará. Lo que es importante es que se siga dialogando sobre esto. No puede ser una exposición y quedarse en eso. Estamos hablando de un tema muy profundo y hay que seguir hablando de ese tema hasta que se repare, porque no se está reparando. Cuando empecé en el MUNA, ¿las mujeres dónde estaban? En el almacén. Ahora hay nuevas perspectivas, pero nos queda mucho trabajo. Actividades como esta dan otra vez la oportunidad de volver a hablar, de volver a cuestionarnos. Hay que seguir.