Entrevista | Fernando Beltrán Poeta y nombrador

Fernando Beltrán, poeta y nombrador: «Si nombras mal lo que te ha sucedido en la vida, es más difícil solucionarlo»

El poeta y nombrador de Oviedo participa en la exposición 'Cartas desde la isla' con el poema 'Isla negra' inspirado en El Confital y en la roca volcánica

El poeta y nombrador, Fernando Beltrán.

El poeta y nombrador, Fernando Beltrán. / Fernando Berenjeno

Martina Andrés

Martina Andrés

Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) decidió con 17 años que quería ser poeta y con 30 que quería ser nombrador. «Porque de la poesía se vive, pero no se come», tal y como él mismo indica, tuvo que inventarse esta profesión de la que es pionero en Europa. Beltrán ha puesto nombres como el del TEA, en Tenerife, el del parque Faunia en Madrid u otros como OpenCor o Rastreator.

Esta exposición presenta un formato muy innovador.

Sí, el arte postal es muy especial. Con el paso de los años más todavía. Se ha convertido en un milagro recibir algo.

Hace mucha ilusión.

Claro. Abrir el buzón, que de hecho ya no lo abrimos, lo abres de vez en cuando. Hace años era una maravilla, llegar a casa, abrir el buzón y ver la sorpresa el día que te llevaba algo. Y encima este arte, tan delicado, tan especial. He tenido mucha suerte de conocer a los artistas, concretamente a José H. Afonso que me abrió este camino. Llevamos muchos años colaborando en distintos proyectos.

¿Qué le inspiró a escribir el poema Isla negra que está presente en Cartas desde la isla?

Tengo una relación con las Islas Canarias muy hermosa, desde hace años. Tanto en Las Palmas, donde he dado varias conferencias en la Escuela de Arte, como con Tenerife, donde puse nombre al TEA, que es esa madera del pino canario. Llevo una temporada trabajando en Las Palmas, a partir de estas piedras de El Confintal, con el fotógrafo Fernando Berenjeno. Ha hecho un trabajo fotográfico muy especial. Yo he trabajado allí con unos poemas durante mucho tiempo. Será algo que saldrá adelante el año que viene. Estaba muy metido en este mundo como para poder colaborar desde la propia isla y con la piedra volcánica. Lo que he pretendido en el poema, más que cerrar un discurso, es abrir un cauce, un camino. Seguir con lo que yo considero que es la poesía: abrir una puerta para que luego el lector tenga un campo de sugerencia o de vocación. Que sea el lector quién cierre esa lectura.

Entonces, le inspiró El Confital.

Sí, lo escribí concretamente para este proyecto pero estaba en la atmósfera. Al venir desde la isla y con este título tan hermoso, debería de ir a la tierra y que fuera desde allí mismo. El título Cartas desde la isla me parece tan hermoso..., porque yo no veo la isla solamente como un territorio geográfico concreto, sino como la isla que somos todos, cada ser humano. Cada ser humano somos islas acompañadas en distintos momentos, pero islas, hermosas. En esa dimensión poética de la palabra isla me parecía que sumar ambas cosas era hermoso. Y luego abrir este discurso de la piedra negra, que la piedra no es piedra, sino lo que nosotros veamos en la piedra.

Su conexión con Canarias comienza con Tenerife y con el TEA [Tenerife Espacio de las Artes]. ¿Cómo acabó usted poniéndole nombre a este espacio artístico?

Es una historia preciosa, porque la cuentas y parece un cuento o una novela. Yo voy por primera vez a Tenerife y allí descubro la obra del pintor surrealista Óscar Domínguez, que me impresiona. Yo había oído hablar de su nombre, pero que el inicio del surrealismo en París y en el centro de Europa sea en las Islas Canarias y tenga una presencia tan fuerte con artistas canarios, me deslumbra. Óscar Domínguez me deslumbra completamente. Y estando allí por primera vez, que suene el teléfono y me estén llamando, pensando que yo estoy en Madrid y que yo esté a dos manzanas de donde se lanza el proyecto del TEA, es muy hermoso. En 2021, cuando me dieron el Premio Gràffica, que fue la primera vez que se le da este premio a alguien no del mundo visual, sino del mundo de la palabra, los premios se dieron en La Laguna. Fue el primer año de la pandemia, fue muy emocionante. La gente en el teatro se puso en pie, y me decían que no sabían que el nombre venía de la madera del pino canario, la tea. Ese es un poco el origen. En Las Palmas he estado dando conferencias con la Escuela de Diseño. Vuestra tierra es una tierra con la que me siento muy hermanado. 

Llega a ponerle el nombre al TEA porque además de poeta, es usted 'nombrador'.

Sí, porque de la poesía se vive pero no se come (risas). Y entonces tuve que inventar hace años esta profesión, que hoy en día es una profesión. Soy el pionero en Europa de esto que ahora llamamos nombradores y nombradoras. Fue una travesía por el desierto muy dura, fue duro que la gente confiara en que la identidad de cualquier proyecto no es solo visual, sino que hay una identidad verbal, nombres para llamar a los proyectos, a los productos, a los libros, a todo. Costó mucho pero al final fue saliendo adelante. Tuve algún éxito en distintos sectores. Fue bien después de una dura lucha y el TEA es uno de los proyectos más preciosos en los que he trabajado. Yo conocí el TEA cuando era un descampado, cuando era un proyecto. 

Sí, que durmió allí en el descampado.

¡Ay! Veo que has indagado (risas). En las conferencias la gente se ríe mucho con esta anécdota. Siempre pienso que los nombres tienen que salir del lugar de donde son. Yo no soy alguien que viene de fuera a nombrar algo, soy alguien que viene de fuera, pero que intento incrustarme en ese territorio para que el nombre salga de allí. Siempre lo que tienes que nombrar está guardando el nombre. Recuerdo un día que estaba cenando por allí cerquita, aquello era un descampado y el vino de Tenerife..., yo qué sé, me subí allí al descampado para vivir un poco y me quedé como adormilado. Siempre digo un poco en broma, un poco en serio, que llegué a dormir donde luego nació el TEA. 

¿Por qué es tan importante ponerle nombre a las cosas y nombrarlas bien?

Las palabras están de moda, por decirlo de alguna manera. Las palabras están vivas siempre. Una palabra no termina nunca. Ya no solo porque venga de una etimología o un origen, sino que esa palabra va teniendo acepciones o interpretaciones distintas en cada época. Te demuestra que es un ser vivo. Una palabra es un ser vivo y les ocurre lo mismo que nos pasa a las personas: tiene épocas mejores, épocas peores, estás en forma, no estás en forma. Y luego, las modificamos, las mal utilizamos o las bien utilizamos, en distintos momentos. La palabra es esencial. Nombrar bien las cosas es muy importante, pero no solo para una empresa o un producto, sino en la vida. En las cosas de la vida, si tú has tenido un problema con tus amigos, con una relación de amor... Como nombres mal lo que te ha sucedido, la solución luego... Si empiezas nombrando mal, la solución será mucho más difícil. Nombramos mal las cosas que nos han pasado a veces y sería bueno una reflexión previa. Y esto ocurre en la Medicina también. Hay enfermedades que han sido innombrables, siempre se decía una larga enfermedad para no nombrar. Pues no, yo creo que se deben nombrar. Precisamente a partir del nombre, empieza la curación. No hay nada peor que un enfermo que va de médico en médico y no se sabe lo que le pasa, no acaban de poner nombre a esa dolencia. A partir de un nombre, aunque pueda ser muy duro, empieza la curación. Empieza la curación a partir de nombrar. Hay gente que dice que da igual un nombre que otro, pero yo no lo creo. Hay muchos casos que demuestran que si un nombre está bien elegido, las cosas van a ir mejor.  

¿Algún ejemplo en su carrera profesional?

Recuerdo el caso del Parque Biológico de Madrid. Cuando se llamaba así no iba nadie, porque nadie entendía que es lo que había ahí. Y el cambio a Faunia hizo que se llenara. Hay un antes y un después. O Amena, hace treinta años, cuando se pusieron de moda los nombres femeninos, nombrar de otra manera, que en ese mundo de la telefonía todo era en inglés o tecnológico. He abierto caminos de ese tipo en distintos sectores y he tenido esa suerte. Porque también mi trabajo me ha dado de comer, pero es vocacional, al final siempre es en torno a la palabra.

Entiendo que este trabajo, más pragmático, es compatible con su alma de poeta.

Absolutamente. Si vieras ahora mismo lo que tengo aquí delante, que había abierto mi libreta por si tomaba nota de algo... Si vieras las páginas de estos últimos días, vas a ver que hay nombres, que hay poemas, que hay versos sueltos... Mi oficina es mi libreta, que va conmigo dónde voy. Yo elegí este oficio contra viento y marea. Porque todo el mundo de cerca me decía que era imposible, que nadie iba a pagar nunca nada por un nombre. Yo fui muy terco. A los 17 años decidí ser poeta, no estudiar Derecho, irme de casa y empezar el camino de la poesía, que es un vértigo muy grande, abismos y bellezas a partes iguales, y fue muy duro. Y a los 30 años, después de haber tenido mil oficios, cuando vi que no había una especialidad dedicada a nombrar, que las agencias de publicidad y de marketing cobraban un dineral por todo, por publicidad, por packaging, y en cambio el nombre se dejaba relegado a un: '¿se os ocurre algo?' Y yo dije: 'este es mi mundo, es la palabra'. Yo había escrito guiones, había sido actor, bailarín, había vendido libros... Con la misma que a los 17 decidí que la poesía era mi mundo, a los 30 o 31 decidí que me iba a dedicar a esto. Y tardé diez años en poder vivir de ello. Pero es vocacional, es dónde yo me encontré un poco en mi mundo y desde dónde yo creía que podía aportar algo al mundo que me rodeaba.

Es un privilegio a día de hoy poder trabajar de lo que a uno le gusta. 

Sí. Esto viene de la terquedad, de confiar un poco, creer. La pasión y la confianza en el valor de una palabra. En el valor de una palabra y de una no palabra, el valor del silencio y de la palabra. A veces es mejor un silencio que una palabra mal pronunciada. En fin, que tenemos que mimar las palabras un poco más de lo que las mimamos.