Hacía mucho tiempo que la UD Las Palmas no generaba tanta ilusión entre sus incondicionales ni tanta admiración en el panorama futbolístico nacional e, incluso, internacional. Después de conseguir la temporada pasada de forma plácida la permanencia en Primera División en la campaña de su retorno a la élite tras trece años alejada de ella, merced a su espléndida reacción en la primera mitad de 2016, en lo que llevamos del actual curso liguero el conjunto amarillo ha conseguido resonar con fuerza en el concierto del balompié mundial.

Con la filosofía implantada por el entrenador Quique Setién desde su llegada al banquillo, donde el buen trato al balón es uno de los pilares fundamentales del juego, y con futbolistas con una calidad indiscutible, en su mayoría canteranos, el club vive un momento muy dulce tanto en lo deportivo como en lo institucional.

El salto cualitativo experimentado por la UD en esta segunda parte de 2016, amén de su idea futbolística y sus excelentes resultados, viene dado por la firme apuesta del consejo de administración por conformar un equipo que pueda asentarse definitivamente en Primera División y, si se puede, asaltar Europa.

Precisamente, en el Viejo Continente resuena el nombre de Las Palmas. En gran medida, la llegada de un galáctico como Kevin Prince Boateng ha ayudado a que el equipo cuente ahora con una fuerte repercusión mediática dentro y fuera de nuestras fronteras. El alemán con pasaporte ghanés, que ya en su presentación con la camiseta amarilla reunió en el Estadio de Gran Canaria a cerca de 6.000 aficionados, está cumpliendo con las expectativas. Y junto a él, la Armada grancanaria (Jonathan Viera, Roque Mesa, Vicente Gómez, Tana...) y la cuota de producto nacional, encabezada por Pedro Bigas.