"Pensé que me iban a llevar esposado, pero no había hecho nada". Lo cuenta entre risas, en proceso de recuperación y con el partido entre la UD Las Palmas y el CD Tenerife en la cabeza. "Sabe que no puede ir, pero lleva toda la semana con el derbi y vuelta con el derbi", agrega su madre. Hace justo hoy un mes que José Luis Rivero se encontró con una nueva vida mientras presenciaba el partido entre Las Palmas y el Granada. Al filo del descanso, un agente de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria se acercó a su asiento en Tribuna, le preguntó por su identidad y le informó de la noticia que esperaba desde hacía casi tres años: había un riñón donado esperando para él. El trasplante era inminente y su ingreso para el preoperatorio, urgente.

La llamada que arrancó todo aquel frenético viernes 16 de noviembre la descolgó Carmen Marrero en su teléfono móvil. "Me llamó la Doctora Boc, del Hospital Insular. En cuanto la escuché supe para lo que era. No me puse nerviosa, aunque yo soy un manojo de nervios. Cogí el coche con tranquilidad y tiré para Siete Palmas a buscar a mi hijo", desmenuza Marrero. "Solté el volante un momento y... [cierra los ojos, se da un beso en sus manos unidas por las palmas y lo lanza al cielo]. Volé", cuenta.

Si hay algo que ha priorizado durante sus casi 80 años de vida Carmen Marrero es el bienestar de su hijo José Luis, de 53 años y con una ligera discapacidad intelectual que no le impide hacer casi nada. La vida de Carmen ha sido su hijo, más aún desde que su marido José Rivero falleció con solo 42 años, cuando José Luis, hijo único del matrimonio, contaba con 14. Esta solo era una parada más. "Cuando llegué aparqué el coche en una isleta de la carretera, me acerqué a unos policías y les dije que necesitaba su ayuda", prosigue la madre coraje.

Protocolo sobre ruedas

Desde entonces, todo funcionó como un reloj. Los agentes de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria se movilizaron para localizar a José Luis, que andaba con su gorra bordada con el escudo de la UD clavado en su butaca del recinto de Siete Palmas. "Ellos lo hicieron todo. Yo sé cuál es su asiento, se los dije y fueron a buscarlo", prosigue Marrero con una emoción que contagia.

"Me contaron lo que era, que mi madre me estaba esperando fuera y que tenían un riñón para mí", puntualiza José Luis. Escuchó el gol que marcó Rubén Castro al filo del descanso, justo cuando enfilaba el camino hacia el coche para emprender rumbo a una nueva vida. Durante los últimos tres años, había recibido diálisis tres veces por semana en la Clínica Avericum de Melenara por culpa de unos quistes renales que impedían a los riñones tener una función depurativa normal. "En cuanto se quite la mascarilla, me dijo que lo primero que quiere es comprar una tarta para compartirla con los compañeros de diálisis allí", añade Carmen.

Unos minutos después estaban juntos en el Hospital Insular. Comenzó entonces el carrusel de pruebas médicas previas a un trasplante. A las cinco de la tarde del día siguiente estaba en quirófano.

"No puedo estar más agradecido a todo el mundo que hizo posible que yo esté aquí, con mi 'riñoncito' nuevo. A los policías que me ayudaron en ese momento, a los médicos, a mis compañeros de diálisis, a Las Palmas y a quien me dio este riñón", resume José Luis, que está "como nuevo, como una máquina".

Hasta el próximo año no podrá volver a Siete Palmas, ni para presenciar a la UD Las Palmas ni para ver al Herbalife Gran Canaria, del que también es abonado. Eso sí, su vaticinio para el derbi lo tiene claro. "Un 2-1. Es así. Todavía estamos a tiempo de tirar para arriba. El Tenerife está mal, aunque hay que tener miedo con Suso", sentencia con voz firme, sin titubeos, en un partido que se tendrá que conformar con seguir desde casa, "porque todo pasa por algo".

Y en la lista de deseos, junto a una recuperación estable, además de la victoria en el derbi tiene un crucero junto a su madre, otro más en pareja, para celebrar la nueva vida que llegó directa al ocupante del asiento 27 de la escalera 31 de la Tribuna del Estadio de Gran Canaria.