Desde la perspectiva de águila, el juego de la Unión Deportiva se mueve de línea a línea con agilidad. El grupo de Juan Manuel, con la inspiración suficiente, dibuja un juego elástico de presión y repliegue, que sólo necesita algunos ajustes en el plano táctico y físico para alcanzar la plenitud en Segunda División. Ayer, frente a un Tenerife disminuido por su propia dinámica, el técnico enrocó una y mil veces sus piezas de centro del campo en adelante y en todas las jugadas salió con cierta ventaja.

Conocidas de sobra las características de los hombres más versátiles en la vanguardia: Jonathan Viera, Sergio Suárez y Vitolo, al grupo hay que añadir a José Artiles, el canterano que más talento futbolístico ha destilado en la presente pretemporada. El joven jugador habla el mismo lenguaje que sus compañeros de ataque. Se expresa en el terreno de juego en ese idioma de la pared, el desequilibrio y la precisión en unas décimas de segundo, en una acción. El gol, aunque estuviera tumbado en el suelo un adversario, muestra un ilusionante repertorio de control, conducción y definición al alcance de pocos.

Si en versión panorámica el juego de Las Palmas se mueve como un péndulo de una o otra banda, en mirada telescópica se aprecia lo diminuto e imperceptible de los jugadores. Es decir, cómo despliegan su trabajo defensivo jugadores como Viera o Vitolo, que les obligan a recorrer muchos kilómetros, o cómo Javi Castellano, en silencio, cumple con una labor encomiable en la zona ancha del césped donde auxilia a los compañeros y despacha las pelotas con aseo.

La grada del Gran Canaria, a la que le costó arrancar en aplausos, valoró el juego de los suyos con medidos aplausos a los protagonistas e irrefrenables voces de admiración. Los seguidores amarillos tampoco quisieron sobreactuar en la victoria ante el eterno rival que en otra ocasión hubiera sido celebrada con jolgorio absoluto. Son conscientes de que su Liga es otra.