¿Qué es la contaminación lumínica y por qué debería preocuparnos?

Una definición sencilla podría ser “exceso de iluminación generada por el ser humano que acaba introduciéndose en el medio natural alterándolo”. Esta modificación de los niveles naturales de luz es un fenómeno creciente y de escala planetaria que tiene como consecuencia la pérdida de los paisajes nocturnos naturales en todo el mundo, a la vez que ocasiona afecciones muy significativas a los ecosistemas, a la biodiversidad y al propio ser humano.

¿Llevamos mucho tiempo alterando los niveles naturales de luz nocturna?

Sería difícil identificar una fecha concreta puesto que esta alteración es consustancial al desarrollo de la luz artificial y comienza cuando empezamos a utilizar distintas fuentes para iluminarnos. El control del uso del fuego podría marcar su inicio, hace más de cien mil años, aunque el problema real arrancaría hace unos 150 años. A finales del siglo XVIII y, sobre todo, a partir del siglo XIX comienza una revolución en cuanto a la iluminación nocturna que es la responsable de que, en los últimos 60 años, se haya experimentado un incremento global de aproximadamente el 6% cada año y de que nos encontremos en un momento de crecimiento sin precedentes de la contaminación lumínica. De hecho, se ha calculado que el 60% de los europeos no puede ver la vía láctea por el exceso de luz artificial que generamos.

¿Qué efectos tiene la contaminación lumínica? ¿Cómo de grave es este problema?

La mayor parte de los organismos, incluidos los humanos, hemos evolucionado en ambientes libres de este tipo de luz artificial y hemos ajustado nuestra biología a los ciclos naturales de día y noche. Además, aproximadamente, el 30% de todos los vertebrados son nocturnos y más del 60% de los invertebrados también lo son. La alteración de los relojes biológicos por culpa de la contaminación lumínica, en los seres humanos, se relaciona con dificultad para conciliar el sueño, alteración de los hábitos alimentarios y la digestión, alteración de la secreción de determinadas hormonas o, incluso, del control de la temperatura corporal, entre otras.

En cuando a los seres vivos, en general, podemos decir que la contaminación lumínica afecta a la comunicación entre individuos, a la reproducción, al comportamiento, a la depredación y la competencia y que todos estos efectos acumulativos tienen un impacto directo en el funcionamiento de los ecosistemas. Uno de los ejemplos más conocidos es el de las tortugas recién nacidas que se desorientan y, en lugar de dirigirse al mar, acaban yendo al lado opuesto, pereciendo de agotamiento o atropelladas por vehículos. Otro caso relevante descrito en aves migratorias es algo que se conoce como trampa de luz. Un ejemplo de esto sería lo ocurrido en 2010, en el aniversario del atentado de las Torres Gemelas, donde se llegó a contabilizar unas diez mil aves dando vueltas alrededor de las dos torres de luz instaladas conmemorativamente en la ciudad de Nueva York. Atrapadas en estas luces, las aves corren el riesgo de colisionar entre ellas, de acabar exhaustas o de ser presa fácil de depredadores. Son solo algunos ejemplos de un fenómeno amplio cuyos impactos aún estamos conociendo.

¿Es la contaminación lumínica un problema en Canarias? ¿Debe preocuparnos?

Las aves marinas, uno de los grupos de aves en mayor peligro de extinción en el mundo, pueden ayudarnos a comprender la magnitud del problema en las islas. Cada año, los pollos de estas aves que anidan bajo tierra son atraídos por las luces artificiales de nuestros pueblos y ciudades y, en muchas ocasiones, acaban colisionando y cayendo, quedando expuestos a nuevas amenazas como atropellos o depredación. No es un hecho anecdótico o trivial. Los cabildos insulares coordinan campañas de recogida de aves marinas deslumbradas, en todas las islas, coincidiendo con el primer vuelo de los pollos de pardela cenicienta hacia el mar, algo que ocurre cada año hacia finales del mes de octubre. En estas campañas se puede llegar a recoger hasta 5.000 individuos, principalmente de pardela cenicienta, aunque también de otras especies como el petrel de Bulwer, entre otras. Estas campañas cuentan con un importante apoyo de la sociedad civil y en ellas participan organizaciones como Amigos de las Pardelas, Asociación Tinerfeña de la Naturaleza (ATINA), SEO/BirdLife o Cruz Roja.

¿Qué podemos hacer para reducir los efectos de la contaminación lumínica?

Son muchos los beneficios que, como sociedad, obtenemos de la luz artificial. Consecuentemente, debemos hacer un uso racional de la misma, reduciendo al mínimo su impacto negativo. Para ello, en primer lugar, es fundamental romper con la idea de que más luz significa un mayor desarrollo. Hay que hacer un esfuerzo por entender que debemos recuperar nuestros paisajes nocturnos, por motivos de salud humana y de nuestros ecosistemas y especies, pero también por cuestiones culturales y económicas, puesto que una mejor iluminación también supone un menor gasto de dinero.

Existen soluciones técnicas concretas que se pueden poner en marcha para tratar de acotar el problema. La recomendación genérica consistiría en dimensionar correctamente el número necesario de puntos de luz exterior, asumiendo la importancia de reflexionar sobre las necesidades reales de iluminación, asegurar que estas están orientadas correctamente, y que se utilizan cuando es necesario, además de con la intensidad mínima necesaria. Por último, habría que tender a evitar, en el exterior, el uso de la iluminación más energética. Los ciudadanos, en la medida de nuestras posibilidades, deberíamos intentar aplicar estas medidas y, lo que es más importante, exigir a la administración que ponga en marcha estrategias ambiciosas que tengan en cuenta las mejores soluciones técnicas y de ordenación, liderando su implantación. Además, con nuestras decisiones de compra también podemos mandar señales al mercado y promover un uso más eficiente de la iluminación, por ejemplo, alojándonos en hoteles que trabajen por reducir su huella lumínica.

En Canarias contamos con la conocida como Ley del Cielo, cuyo objetivo fundamental es la preservación de la calidad del cielo para las observaciones astronómicas. Aunque solo es de aplicación en la isla de La Palma y en parte de Tenerife, sin duda es un excelente punto de partida y un ejemplo para otras regiones. Además, en la actualidad, hay varias iniciativas en marcha que trabajan por minimizar el problema como serían los proyectos LuMinAves (www.luminaves.com), EELabs (www.eelabs.eu) y Night Light (https://www.interregeurope.eu/nightlight/).