Dorothea Lynde Dix nació en 1802 en Hampden, Maine. Sus padres fueron un predicador metodista y librero itinerante alcohólico y una madre con graves episodios de depresión, situación que dotó a Dorothea de una sensibilidad especial hacia los problemas psicológicos que veremos más adelante. Ambos progenitores demostraron su incapacidad para cuidar de sus tres hijos, así que cuando Dorothea cumplió 12 años, su madre la envió a ella y a sus hermanos a Boston con su abuela paterna, una mujer adinerada.
La joven aprendió sola a escribir y leer, interesándose especialmente por la astronomía y las matemáticas. A la pronta edad de 14 años comenzó a escribir libros y tratados sobre educación infantil y fundó una escuela privada. Con este trabajo consiguió los ingresos necesarios para independizarse y, pocos años después, comenzó a enseñar también a niños pobres en un granero en su tiempo libre. Pero todo no podían ser alegrías, Dorothea contrae tuberculosis en 1836, lo que la lleva a tener que cerrar la escuela.
Entonces, su familia le aconseja que viaje a Europa a recuperar su salud. En Inglaterra vuelve a enfermar gravemente debido al clima y es acogida y cuidada por unos amigos cuáqueros, quienes le enseñan nuevas ideas sobre el cuidado de «locos» y presos, así como los planteamientos originales del reformismo inglés. Permanece en Londres dos años más en los que falleció su abuela, la cual le dejó una herencia considerable.
En 1841, cuando ha conseguido recopilar del viejo continente toda la información y sabiduría que consideró necesaria, regresó a Estados Unidos. La primera tarea que tomó fue como voluntaria en la prisión de Cambridge, Massachusetts, para alfabetizar a las mujeres encarceladas. Dorothea observa con sorpresa la cantidad de mujeres con problemas de salud mental que se encuentran encerradas en el centro penitenciario y cae en la cuenta de que deberían estar hospitalizadas. Estas personas, además, sufren un maltrato extremo, más que el resto de los presos y conviven en penosas condiciones. Aquí comienza su andadura en el mundo de la psicología y se esfuerza por procurarle a estas personas el tratamiento psicológico y médico que necesitan.
Viaja por gran parte de Estados Unidos y elabora un informe describiendo la situación de los enfermos mentales en las entidades carcelarias norteamericanas, señalando la necesidad de crear nuevos hospitales en los que puedan ser atendidos. El principal objetivo de Dix fue defender la excarcelación de las personas con problemas mentales, hubieran cometido delitos o no. En este informe exponen los beneficios de la hospitalización en contraposición a la encarcelación. En 1848, lo presenta en la Asamblea General de Carolina del Norte y, más tarde, lo hace en el resto de los estados en los que ha investigado, consiguiendo un éxito limitado. Poco después, gracias a un senador que quiere agradecerle los cuidados que Dorothea había proporcionado a su mujer, consigue los fondos que necesitaba para la creación del primer hospital psiquiátrico que funda y que sigue en pie, es el State Hospital de Raleigh.
El hospital de Dorothea no solo contaba con el material hospitalario de uso habitual, integró una granja, diversas zonas de recreo y talleres, así como una biblioteca. Gracias a su éxito, Dorothea fue nombrada asesora por las autoridades sanitarias de otros estados y llegó a fundar unos 35 hospitales psiquiátricos más en los siguientes años, quince de los cuales incluyen también escuelas.
En 1861, al estallar la Guerra Civil, Dorothea cae en la cuenta de la necesidad que tiene el país de más enfermeras, así que funda las primeras escuelas de enfermería ajenas a hospitales de Estados Unidos que seguirían funcionando después de la guerra. Nuestra protagonista enferma a los 79 años y termina muriendo en 1887 en uno de los primeros hospitales que ella misma fundó.
