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Historia de los descubrimientos

La olvidada expedición de los hermanos Nodal

Un siglo después de la primera vuelta al mundo, los navegantes españoles Bartolomé y Gonzalo García de Nodal cartografiaron y dieron a conocer con exactitud el estrecho de Magallanes

La olvidada expedición de los hermanos Nodal

Nos encontramos en plena conmemoración del final de la primera vuelta al mundo (1519-1522). El épico viaje pergeñado por el portugués Fernando de Magallanes y concluido a buen término por el vasco Juan Sebastián Elcano que mostró las verdaderas dimensiones de la Tierra. La épica y sufrida circunnavegación del planeta vivió uno de sus momentos culminantes en el paso del Estrecho de Magallanes que conducía a las aguas infinitas de la gran mar del Sur, el océano Pacífico. Sin embargo, el paso era poco practicable y repleto de dificultades para la navegación debido a las adversas condiciones climatológicas. Fue un siglo más tarde cuando los hermanos Nodal, españoles oriundos de Pontevedra, lograron cartografiar y conocer con exactitud el estrecho de Magallanes en una expedición que destacó por la obtención de todos sus objetivos y no causar ninguna baja mortal entre sus tripulantes.

La historia de los descubrimientos geográficos es una cura de humildad. Nos enseña lo pequeño que era el mundo entonces y los peligros incesantes a los que se exponían los hombres de mar. Uno de los viajes más productivos, desde el punto de vista geográfico, fue precisamente el dirigido por Magallanes (1480-1521). El objetivo inicial no era dar la vuelta al mundo sino encontrar una ruta accesible a las islas de las Especias (el Maluco), situadas en la actual Indonesia. La gran mar del Sur, el océano Pacífico, fue hallado apenas unos años antes por Vasco Núñez de Balboa en 1513, pero se ignoraba su auténtica y colosal dimensión. Para evitar entrar en el hemisferio portugués, delimitado por el Tratado de Tordesillas (1494), Magallanes, al servicio del Emperador Carlos V, pretendía encontrar un paso interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico.

La expedición magallánica, unos 239 hombres, embarcada en cinco naves (Trinidad, Victoria, San Antonio, Concepción y Santiago), cruzaron sin grandes incidencias el océano Atlántico y recorrieron el litoral suramericano hacia el Sur. El marino portugués dictaba de manera segura su ruta pues contaba con unas fuentes de información irrebatibles. Pigaffeta (1484-1534) anotó en su diario el siguiente pasaje: «Toda la tripulación creía firmemente que el estrecho no tenía salida al Oeste, y que no sería prudente el buscarla sin tener los grandes conocimientos del capitán general el cual, tan hábil como valiente, sabía que era preciso pasar por un estrecho muy escondido, pero que había visto representado en un mapa hecho por el excelente cosmógrafo Martin de Bohemia y que el rey de Portugal guardaba en su tesorería». A pesar de la seguridad de Magallanes los cálculos y trabajos de Martin de Bohemia se demostraron equivocados. Magallanes creyó, en un principio, que la desembocadura del río de la Plata era la entrada al ansiado paso interoceánico. El acceso al Pacífico tendría que esperar un poco más. Parece ser que Martin de Bohemia (o Behaim) situaba la existencia de un paso entre océanos a los 40 grados de latitud (el verdadero estrecho de Magallanes se encuentra a 53’’S) pero aún no estaba confirmado. Los cálculos de Behaim no nos han llegado directamente pero en el globo de Johannes Schöner (1477-1547), cartógrafo y geógrafo alemán como Martin, aparece un estrecho en el Sur de América en los 40 grados Sur, la misma ruta que siguió Magallanes en su periplo y en la que creía firmemente para poder llegar a las islas de las Especias.

El paso de las naves de Magallanes por el estrecho que luego llevaría su nombre fue lento, accidentado y tortuoso. A las inclemencias metereológicas hay que añadir el descontento de su propia tripulación que desembocaron en un motín. La represión para terminar con los amotinados fue implacable. Por sarcasmos de la historia Magallanes indultó a Juan Sebastián Elcano, futuro sucesor al mando de la expedición y quien finalizó el viaje de vuelta a España, a pesar de encontrarse en el bando de los amotinados. El 21 de octubre de 1520, los expedicionarios hallaron un cabo tras el cual se divisaba una gran entrada de mar. El cabo fue bautizado como «de las Once Mil Vírgenes». Todo era nuevo para los ojos de los europeos. Las grandes fogatas, prendidas por los aborígenes, que se divisabn en las orillas del estrecho fueron denominadas «Tierra de los Fuegos». Por fin, tras tantos sufrimientos y penalidades, el 27 de noviembre de 1520 Magallanes entraba con sus naves en el inmenso océano Pacífico. El paso entre océanos quedaba descubierto.

'Tabula Magellanica' (1635), de Hetgeheugen van Nederland.

Sin embargo, en honor a la verdad, el paso interoceánico quedaba señalado en el mapa mas no era una ruta segura y practicable para la navegación. No se antojaba apropiado enviar grandes flotas mercantes al estrecho de Magallanes por el rigor del clima austral y lo accidentado del paso salpicado por multitud de entradas, canales, glaciales, etc. Además se añadía un peligro relacionado con la seguridad. Los enemigos de la monarquía hispánica, ávidos por robar y saquear las riquezas de las posesiones españolas en América, podían hacer uso de la nueva ruta. Tal así ocurrió cuando el célebre pirata inglés Francis Drake (1540-1596), capturó el estrecho de Magallanes a bordo del Golden Hind (Cierva dorada) en 1578 buscando galeones españoles. La seguridad de las rutas oceánicas era vital para la consolidación y poder del imperio español en América. La monarquía hispánica actuó rápidamente y, a través del virrey del Perú, Francisco de Toledo (1515-1582) ordenó al cosmógrafo y explorador Pedro Sarmiento de Gamboa (1530-1592), explorar el estrecho con el fin de buscar emplazamientos adecuados para asentamientos de población y fortificarlo para repeler a los enemigos de España. Sarmiento, al mando de dos naves bien pertrechadas y equipadas, en 1579 navegó por golfos, canales, islas, etc. El trabajo de Sarmiento fue ímprobo levantando mapas y tomando posesión de las nuevas tierras en nombre del rey de España.

Transcurrieron casi 40 años, en 1616, cuando otra incursión enemiga, esta vez de mano de los comerciantes holandeses Jacob Le Maire y Willem Shonten, sirvió de acicate para que reaccionase, de nuevo, la monarquía hispánica. La guerra en Flandes no cesaba y que una expedición naval holandesa se pasease por el estrecho de Magallanes (en ese momento el único paso entre los océanos Pacífico y Atlántico) no era del agrado de la corte de Madrid. Como refleja magistralmente Ramón Tamames en su obra La Mitad del mundo que fue de España (2021) «Realmente había pasado el momento en que pudiera pensarse en cerrar todo el Pacífico en favor de España, de modo que ya no hubo ningún intento más de poner barreras.»

El rey Felipe III aprobó una expedición al estrecho de Magallanes en 1618, liderada por los hermanos Nodal, Bartolomé y Gonzalo. Se botaron dos carabelas, la Nuestra Señora de Atocha al mando de Bartolomé y la Nuestra Señora del Buen Suceso, mandada por Gonzalo. Ambas naves desplazaban 80 toneladas y fueron construidas en los astilleros de Lisboa (Portugal) cuando el reino vecino estaba integrado en la monarquía hispánica desde 1580. Como una prueba más de la cooperación entre ambos reinos ibéricos la mayor parte de la tripulación fueron portugueses y, además, la expedición zarpó de Lisboa el 27 de septiembre de 1618. Como prueba del celo con que se organizó la expedición el cosmógrafo Diego Ramírez de Arellano acompañó a los hermanos Nodal.

'Descubrimiento del Estrecho de Magallanes', cuadro de Álvaro Casanova.

Gracias al Archivo de Indias, memoria documental del imperio ultramarino español, conservamos la relación del viaje de los hermanos Nodal. Otro ejemplo de la cooperación ibérica fue el arribo de las dos carabelas, el 15 de noviembre de 1618, a Río de Janeiro en el Brasil portugués. Siguiendo el litoral sudamericano los expedicionarios se asombraron al divisar gran cantidad de lobos marinos y ballenas en las aguas y costas de la Patagonia. Todos los detalles y datos para una segura ruta hacia el paso interoceánico quedaban escritos en su relación del viaje «en demanda de el cabo de las Vírgenes al qual si se llegare con buen tiempo para poder embocar el estrecho de Magallanes se hará sin perder tiempo donde no se dará fondo desde la mitad de la playa o tierra rasa para la punta del sudoeste más llegados a la punta del sudoeste más llegados a la punta que al cabo de las Vírgenes». En realidad el objetivo de la expedición era superar la marca alcanzada por los holandeses en 1616, es decir, superar el paso de los 57 grados latitud Sur y 48 minutos a la altura del cabo Hoorn, y encontrar un nuevo paso interoceánico más al sur del de Magallanes. La expedición de los hermanos Nodal pretendía reivindicar el espacio geográfico considerado propio por la monarquía hispánica lo que John Elliott definió como «la ocupación simbólica del espacio». Así pues las dos naves exploraron minuciosamente las costas del Sur de la Tierra de Fuego y sus islas adyacentes, incluyendo el sur del Cabo de Hornos, al que bautizaron como cabo San Ildefonso. Nada más y nada menos que hasta los 58º30’S, llegaron los hermanos Nodal, tras pasar «la tierra del Norte o donde el tiempo les diere lugar hasta salir a canal más que esta cerca de la boca della mar del Sur desde la cual serán arrimados a la tierra de los fuegos hasta doblar el cabo deseado y salir a la mar del Sur y para desembocar se esperará tiempo en que puedan gobernar al Noroeste.»

La expedición regresó a la península Ibérica en julio de 1619, justamente, cuando Felipe III desarrollaba su visita al reino de Portugal. En términos generales se puede calificar al expedición de los hermanos Nodal de rotundo éxito. Primero porque no causó bajas humanas y luego la información cartográfica conseguida no fue superada en más de un siglo y medio, hasta los viajes científicos de finales del siglo XVIII. Pero a pesar del éxito que demostraba, pese a la creencia generalizada, que la monarquía hispánica aún era una potencia naval de primer nivel. Sin embargo la información obtenida por la expedición reposó en la Casa de la Contratación de Sevilla con el sello del secreto. Se nos olvida que el celo e interés por saber navegar por el estrecho de Magallanes cubría como objetivo más ambicioso el poder llegar a las Filipinas e islas de las Especias.

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