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Huella ecológica tras la muerte

Morir no es ecofriendly

No hay método medioambientalmente inocuo para tratar un cuerpo tras el fallecimiento, ni siquiera la acuamación, vendida como la alternativa verde

Morir no es ecofriendly

Morir no es fácil, pero irse de este mundo sin dejar más huella ecológica de la generada en vida es casi imposible. Lo intentó Desmond Tutu. El arzobispo y nobel de la Paz, fallecido el 26 de diciembre, dejó escrito que no quería ser ni inhumado ni incinerado, sino tratado con el método de la acuamación o hidrólisis alcalina. Una técnica que pasa por disolver el cuerpo en un tanque a presión y que se autodescribe como econfriendly. ¿Lo es? No está claro. Sí es cierto que apenas genera emisiones de CO2 (diez kilos, según un estudio de la Universidad de Columbia) y que la energía que se emplea en el proceso (90 kWh, apunta el mismo análisis) es muchísimo menor que en una incineración (230 kg CO2 y 583 kWh). ¿Pero qué pasa con los 300 litros de agua y la solución alcalina utilizadas? ¿Son inocuas?

«Hay dudas. Se utiliza agua por lo tanto tampoco es un proceso 100% ecológico y como resultado se producen unos 300 litros de fluido, que no está claro que puedan ir directamente al desagüe como ocurre en algunos países», reflexiona José Maríaa Mons, presidente de Asfuncat (una Asociación de Empresas de Servicios Funerarios). No anda muy lejos de esta desconfianza el directivo de Áltima, empresa líder en el sector de los servicios funerarios, Joan Ventura: «El problema es la gran cantidad de agua que requiere. Este hecho no lo acaba de convertir exactamente en ecológico». Hay más: «Se tendría que estudiar que realmente todo lo que se dice es verdad. Se utiliza mucho en Estados Unidos, donde la legislación ambiental es menos restrictiva que en Europa; y, curiosamente, en los países nórdicos o Alemania, los más innovadores y pioneros con las incineraciones, no está permitido».

Sin normativa

Sea como sea, el método no casa con la normativa vigente por estos lares. Aquí es imposible desaparecer por hidrólisis. En España la legislación solo permite tres alternativas para los cuerpos de los difuntos: las dos usuales —la inhumación y la incineración— y una tercera, anecdótica, pero que sigue recogida en el decreto que regulariza el proceso y que pasa por la inmersión en alta mar. Un método, este último, vinculado a las muertes de antaño ocurridas durante grandes travesías en barcos con pocas posibilidades de mantener un cuerpo a bordo sin descomponer antes de llegar a puerto; y un método, hoy día, que no llega ni a residual.

A lo que íbamos. Descartada la acuamación, ¿inhumación o incineración? Difícil decisión si la elección depende de la sostenibilidad ambiental. Ninguno de los dos métodos es inofensivo. Según el estudio ya citado de la Universidad de Columbia, la inhumación tradicional supone un gasto energético de 301 kWh y una huella ecológica de 160 kg CO2, que otras investigaciones, como la realizada por la Fondation Services Funéraires de Paris, sitúan entre 833 y 1.252 kg CO2 si se tiene en cuenta todo el ciclo de vida. Menos dañina sería la inhumación directa en el suelo, pero la práctica está prohibida en la mayoría de países occidentales por insalubre. Con todo, los profesionales insisten en un punto: «Ahora, las emisiones de las incineraciones son mínimas, muchas actividades cotidianas contaminan mucho más». Ello se debe a que se ha avanzado mucho en el funcionamiento sostenible de los hornos y a que se intenta evitar el uso de barnices y metales en los ataúdes y de tejidos sintéticos en los sudarios.

Funeraria ecológica en Canarias

En la isla de Gran Canaria opera la funeraria Alma 21, que se define como ecológica y sostenible. El negocio partió de una idea de la tanatopractora Esther Pinto, que sostenía que hasta «la persona que más recicla, echa todo por la borda en su entierro». Alma 21 utiliza féretros de cartón y celulosa reciclada, hace los traslados en furgoneta eléctrica y utiliza productos ecológicos y sudarios biodegradables para preparar a los fallecidos.

Su opción de plantar un árbol para recordar al finado va también en esta línea de respeto medioambietal. Trabajan para ello con unos paquetes de cartón con dos compartimentos: uno para la mata de la planta y el otro para las cenizas del difunto. La funeraria se encarga de entregar a los allegados un certificado con la geolocalización del brote.

Ultracongelación

Hay otra opción pero es más de futuro que de presente: la ultracongelación con nitrógeno líquido (-196 ºC) del cuerpo para luego reducirlo a cristales a partir de vibraciones y posteriormente deshidratar el resultado y separar los métales. El método solo está testado en animales. Y aunque se supone que la huella ecológica que deja es muy baja y que los restos son muy pocos y pueden ser utilizados como compuesto orgánico, lo cierto es que es una técnica muy embrionaria. Menos incipiente —en algunos estados de Norteamérica se está legislando— pero lejos aún de ser una opción es el compostaje de los cuerpos para su descomposición natural hasta convertirlos en un humus útil como fertilizante.

Así que lo suyo sigue siendo escoger entre inhumación o incineración —actualmente repartidas entre un 49% y 51% en España—. Y apostar por intentar hacer las cosas lo más sostenibles posibles. Y, finalmente, otro punto para tener en cuenta desde un punto de vista normativo: el cambio del IVA en los servicios mortuorios, que está en el 21% y el sector pide que pase a reducido, como los productos esenciales. Al fin y al cabo la gente no pide un servicio funerario por gusto.

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