Ciencia

Doscientos aniversario de Alfred Russell Wallace

Científico hecho a sí mismo, está considerado el creador de la Biogeografía y uno de los investigadores participantes en la Teoría de la Evolución

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(L) | LP/DLP / Fernando Hernández Guarch

«A comienzos del verano de 1858, el Sr. Wallace, que se hallaba entonces en el archipiélago malayo, me envió un ensayo titulado ‘Sobre la tendencia de las variedades a alejarse indefinidamente del tipo original’; aquel escrito contenía una teoría exactamente igual a la mía». (Charles Darwin, en su ‘Autobiografía’)

Hace doscientos años nació en Gales, Alfred Russell Wallace (8 de enero de 1823 - 7 de noviembre de 1913), el creador de la Biogeografía, uno de los hombres que participaron en la conformación de la Teoría de la Evolución y un científico, en gran parte, hecho a si mismo.

En 1858, Charles Darwin estaba preparando la obra de su vida, la que tenía que cambiar para siempre la Biología, y la Sociedad misma, El origen de las especies, en la que llevaba trabajando varios años. Entonces, recibe una carta. Él nos lo cuenta como figura en la entradilla. El «manuscrito de Ternate», que es como se conoce al escrito de Wallace por estar firmado en esa ciudad indonesia, expone sus ideas sobre los mecanismos de la evolución que conducen al origen y la conservación de las especies. El texto debía ser examinado por Darwin y remitido a Charles Lyell.

A Darwin aquello lo sorprendió y lo alarmó. Todo lo que había venido trabajando en los últimos veinte años podía quedar relegado por un artículo escrito por, para él, un desconocido que vivía en Indonesia. Reaccionó correctamente y mandó el trabajo de Wallace y un extracto de su manuscrito al Journal of the Proceedings of the Linnean Society, donde se publicó sin levantar ninguna atención. Previamente, Lyell y Hooker habían leído el 1 de julio de ese año los trabajos de Darwin y de Wallace en la Sociedad Linneana de Londres, donde quedó claro que Darwin había trabajado en esa idea desde al menos 1844, asegurándose de esa forma la prioridad. Como es sabido Charles Darwin publicó su libro en noviembre de 1859, levantando gran expectación y algo de polémica.

Mientras tanto, Wallace seguía en Indonesia estudiando su fauna, fundamentalmente insectos y aves. Su interés principal era relacionar las distintas especies que iba recogiendo con un origen geográfico determinado. Llegó a la conclusión de que las islas de Indonesia podían catalogarse en cinco grupos, desde la península malaya hasta Nueva Guinea y desde las Filipinas hasta Sumatra. En cada uno de estos ámbitos las especies animales que se encontraban eran diferentes y existía una línea que separaban el grupo de islas que van desde las Célebes hasta el este de Lombock que presentaban una gran semejanza con Australia en flora y fauna, mientras que las islas de la parte occidental, singularmente Borneo, Sumatra y Java, lo presentaban con Asia.

Escribe: «Australia tiene una identidad propia: allí no hay monos ni gatos, tigres, lobos, osos o hienas; ni tampoco ciervos, antílopes, ovejas, elefantes, caballos, ardillas o ratas... En cambio cuenta con la presencia de marsupiales, canguros, zarigüeyas, osos australianos y ornitorrincos». La línea de separación que trazó entre la zona de influencia de Australia y la de Asia se encuentra entre Lombock y Bali, según nos explica en el capítulo 14º de su libro titulado Historia natural del grupo de Timor, que cito más adelante, y se denomina línea de Wallace. De esta forma se le conoce como el «padre de la biogeografía». Para el científico galés la dispersión de los animales y vegetales venía determinado por la cercanía, la profundidad del mar que separaba las islas, el origen volcánico del territorio y otros factores geográficos y ambientales. Hay que entender que en aquel momento nada se sabía del desplazamiento de los continentes que nos explica hoy el porqué de muchas de estas diferencias.

Wallace publicó sus experiencias en Indonesia en un libro titulado Viaje por Indonesia donde nos cuenta, además de lo apuntado, su modo de trabajo, su manera de recolectar los miles de especímenes y su forma de relacionarse con los naturales de estas islas. Él mismo cifró en unos ciento veinticinco mil los ejemplares capturados entre los que se contaban 310 especímenes de mamíferos, 100 especímenes de reptiles, 8.050 de aves, 7.500 de crustáceos, 13.000 de lepidópteros, 83.200 de coleópteros y 13.400 especímenes de otros insectos. Entre ellos había cientos de especies nuevas para la Ciencia en muchas de esas categorías. Era un trabajo ímprobo que solo un hombre con la determinación y la vocación de Alfred R. Wallace podía llevar a cabo.

Wallace era un hombre de pocos estudios académicos, casi formado a sí mismo gracias a sus lectura, inteligencia y empeño. A los veinticinco años había embarcado hacia Brasil donde se pasó cuatro años recolectando especímenes de todo tipo, sobre todo aves, escarabajos y mariposas, para venderlos a coleccionistas británicos. Tuvo la desgracia de que en su viaje de vuelta el barco en el que viajaba junto a su colección ardiese en mitad del océano. No obstante con el importe del seguro pudo dedicarse a escribir sus primeros ensayos sobre la distribución geográfica de los animales y darse a conocer en Inglaterra como científico. En 1854 partió hacia Indonesia con la misma idea de recolectar especímenes para venderlos.

En el ensayo que le envió a Darwin citado anteriormente, Sobre la tendencia de las variedades a alejarse indefinidamente del tipo original, exponía su punto de vista sobre la evolución de las especies que coincidía en gran parte con las ideas de Charles Darwin, aunque no estaba tan fundamentado y según algunos historiadores de la Ciencia, presentaba diferencias importantes. En el trabajo de Darwin se hacía hincapié, decían, en las «variaciones naturales» que son las que permitían la evolución, mientras que en los de Wallace no se hablaba de eso sino de la selección natural y geográfica. Lo cierto es que tanto Darwin como él mismo entendieron que sus teorías eran equivalentes. Wallace manifestó siempre un gran respeto por Darwin, incluso un agradecimiento por la forma que había acogido su obra. Cuando a Wallace se le preguntaba cómo Darwin y él habían hallado la solución de la evolución de las especies cuando otros estudiosos habían fracasado, acostumbraba a contestar porque en nuestra juventud, tanto él como yo fuimos grandes recolectores de escarabajos (tomado de Belles).

El 7 de noviembre de 1913, a los 90 años, Wallace murió en Dorset (Inglaterra), dejando escritos 22 libros y 747 artículos publicados en revistas científicas. Aunque se promovió que fuera enterrado en Westminster, honor que merecía, su familia prefirió hacerlo en su panteón familiar. No obstante fue colocado un medallón de recuerdo en la abadía de Westminster cerca de la tumba de Darwin. El medallón fue inaugurado el 1 de noviembre de 1915.

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