Supermodelos: «Éramos como los Beatles»

Las grandes estrellas de la moda de los 90 Cindy Crawford, Linda Evangelista, Christy Turlington y Naomi Campbell se reúnen pasada la cincuentena en una serie documental

Supermodelos: «Éramos como los Beatles»

Supermodelos: «Éramos como los Beatles» / LP/DLP

Laura Estirado

Hasta mediados de los años ochenta las modelos se dividían entre las que copaban las portadas o las que cerraban los desfiles de alta costura. Cuenta el diseñador estadounidense Michael Kors que «antes eran maniquís, que no hablaban, y la gente no sabía sus nombres. Solo tenían que hacer que todo pareciera fácil. Twiggy fue la modelo más famosa a finales de los sesenta, Lauren Hutton, de los setenta, pero ambas eran chicas de revista. Personificaban la idea de lo sexi que tenían los hombres».

Hasta que llegaron ellas. Linda Evangelista (58), Cindy Crawford (57), Christy Turlington (54) y Naomi Campbell (53) revolucionaron la industria reinando tanto en el papel couché (Vogue las convirtió en diosas, iconos de la nueva belleza de una mujer poderosa y empoderada) como en las pasarelas (los mejores diseñadores se peleaban por tenerlas). «Su prestigio era tan extraordinario que permitió a las cuatro superar a las marcas que exhibieron», explica Apple TV+ en la presentación de la serie documental Las supermodelos, que se estrenó el pasado miércoles.

Eran adolescentes preciosas que entre 1983 y 1986 se pusieron delante de una cámara por primera vez. No lo sabían entonces, desde sus diferentes lugares de origen (Estados Unidos, Canadá y Reino Unido), pero sus vidas se unirían en Nueva York, donde las ficharon las mejores agencias, Elite y Ford, y las retrataron leyendas como Richard Avedon, Steven Meisel, Althur Elgort...

La Trinidad

En lugar de competir, trabaron una fuerte amistad, lejos como estaban de su casa. Ganaban lo bastante como pagarse un piso y compartirlo juntas. «Eran mis hermanas», explica Campbell, que vivía bajo el mismo techo que Evangelista y Turlington (a las tres se las conoció como La Trinidad, pues protagonizaron juntas infinidad de editoriales y portadas inmortales).

Linda era la «camaleónica», por su especial habilidad para transformar su aspecto y reinventar su imagen corporal (hasta cuatro cortes de pelo llegó a lucir en un mismo año). Turlington era «la belleza clásica», la «modelo segura», el rostro Calvin Klein («los clientes sabían que si me contrataban nada saldría mal», dice), y Campbell fue la primera top negra en aparecer en la portada de Time, además del Vogue francés, británico y en el número de septiembre de la edición norteamericana, el de más tirada del año. Por su parte, Cindy pronto fue conocida como «la mujer más guapa y más deseada de América», y también fue la primera del grupo en extender su «marca» hacia el negocio publicitario, fichando por Revlon.

Es apabullante el material gráfico de sesiones de fotos, desfiles, de los respectivos álbumes familiares, de la época de instituto o de viajes por Europa que han reunido los directores, Roger Ross Williams y Larissa Bills, así como los testimonios, actuales y pasados, que retratan los años de aquella revolución que convirtió a las modelos en estrellas comparables con las actrices de Hollywood o las cantantes que llenan estadios. Su presencia estaba asegurada en las alfombras rojas y sus rostros anunciaban casi todo, desde fragancias Calvin Klein (Turlington) hasta refrescos de Pepsi (el icónico anuncio para la Super Bowl de Crawford).

«El público va a descubrir muchas cosas en Las supermodelos. Los mismos que ahora ven los Oscar o la Gala Met es posible que no sepan que Cindy inició eso cuando, del brazo de Ricard Gere, en 1991, llevó aquel vestido rojo de Versace. Nadie se había vestido así en los premios de la Academia. Fue el principio de todos los vestidos rojos en la red carpet. Cada una de ellas, a su manera, han sido increíbles marcando tendencias, y todos vivimos hoy con esas tendencias que ellas comenzaron. Fueron innovadoras, incluso, en cómo se unieron, y en cómo se volvieron poderosas, dueñas de su belleza y su poder», describe Williams.

«Fue una locura, éramos como los Beatles», coinciden Cindy y Linda en el documental, de cuatro capítulos de una hora. Antes de la era de internet, «ellas fueron las primeras influencers de la moda», sentencia Donatella Versace, cuyo hermano, el añorado Giani, fue precisamente uno de los propulsores del concepto.

Fue la portada de la edición británica de Vogue de enero de 1990 la que dio el pistoletazo de salida de la era de las supermodelos. Peter Lindbergh las inmortalizó un año antes, jovencísimas, en vaqueros y con apenas maquillaje, en una calle de la Gran Manzana. La foto de las cuatro protagonistas, junto con la desaparecida Tatjana Patitz, inspiró también al cantante George Michael para presentar a las modelos en el vídeo de Freedom! ’90. Dos años después, el diseñador italiano de la casa de la Medusa eligió al mismo cuarteto para el desfile de moda otoño/invierno de 1991 de Versace. Fue uno de los momentos más estelares e icónicos de sus carreras.

Hoy, madres filantrópicas

En el último episodio de Las supermodelos, el más lacrimógeno, vuelven al set de nuevo para desfilar juntas al ritmo del mismo himno pop. Lo hacen —valga el spoiler— con igual ánimo y energía que entonces, aunque ahora sus vidas estén enfocadas a sus respectivas maternidades, el activismo, la filantropía y los negocios. Por ejemplo, Christy fundó la oenegé Every Mother Counts para ayudar a las parturientas y sus bebés tras sufrir ella misma una hemorragia al dar a luz a su hija; y Naomi lleva comprometida con la fundación infantil de Nelson Mandela desde 1993 y es también promotora de un certamen de moda en Nigeria. Linda, aquella que pronunció la frase de la década («No me levanto de la cama por menos de 10.000 dólares»), llora y pide «perdón» por aquellas palabras que la persiguieron siempre y la hicieron parecer la más soberbia de todas. En el capítulo final se abre en el canal y clama: «Somos supermodelos, no supermujeres». Por eso, no le ha importado que la graben en el hospital recibiendo quimioterapia (ha pasado por dos cánceres y dos mastectomías en cinco años) ni ha tenido reparos en mostrar las cicatrices que más le duelen (cayó en una profunda depresión y se apartó de la escena pública tras quedar desfigurada en 2016 a causa de un tratamiento estético de reducción de grasa.

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