Entrevista | Lea Ypi Escritora

Lea Ypi: "La política antimigratoria del Gobierno británico es atroz y vergonzosa"

Creció en un mundo inventado donde los niños adoraban al tío Jossif (Stalin). Ignoraba que su familia era el enemigo del pueblo: la antigua aristocracia. Lea Ypi (Tirana, Albania, 1979) fue abandonada por su madre en su huida a Europa en el 97. Contra el escepticismo nihilista encontró su fórmula magistral. Lo cuenta a modo de crónica en ‘Libre’.

Lea Ipy

Lea Ipy / LP/DLP

ELENA PITA

¿A qué edad escuchó por vez primera la palabra «libertad» y qué entendió?

Oh, puede que ya en la guardería: el comunismo defendía la libertad para el pueblo albanés. Crecí en la creencia de que éramos uno de los poquísimos países libres en el mundo frente al fascismo y los bloques hegemónicos.

¿Y qué significa hoy para usted?

La capacidad de tomar decisiones morales y hacer lo que está bien. La libertad interior es un concepto conectado con la responsabilidad moral, y está en la base del pensamiento crítico que toda sociedad debe garantizar.

Según reza el subtítulo del libro, ¿puede la Historia tener un final o es siempre un proceso cíclico donde los errores se repiten?

Obviamente, es un modo de ironizar sobre el fin de la Historia que predicaba Fukuyama al final de la Guerra Fría, pretendiendo que el capitalismo liberal de Occidente había ganado la batalla ideológica y, por tanto, no había más conflicto de valores. Esto configuró la transición de los países del Este, que fueron tratados como perdedores.

Lea, la contención y el miedo de sus padres construyeron un mundo de mentiras a su alrededor, pero ¿usted no sospechaba algo raro?

Sí, pero no era capaz de formular las preguntas. Mis padres utilizaban un lenguaje codificado, cuando encarcelaban a alguien ellos decían: ‘ah, se ha ido a la universidad’, y cosas así. Mi familia era el enemigo de la clase obrera en Albania, y, dado que yo era una niña muy ambiciosa y aplicada, trataron de preservarme un futuro y de protegerme del nihilismo, conservando la esperanza de que algo podría cambiar, como sucedió.

¿Fue la falta de libertad durante la pandemia lo que le llevó a escribir sobre la falta de libertad en su infancia?

Absolutamente. Este libro iba a ser un ensayo filosófico, pero llegó la pandemia, vivíamos en Berlín y para que mis hijos (3) me dejaran escribir tenía que encerrarme en un armario, y aquel cautiverio existencial me hizo preguntarme si afectaría a la sociedad del mismo modo que a nosotros. Empecé a escribir y se convirtió en un libro más personal sobre mi idea de la libertad y lo menos paternalista posible.

¿Y fue una especie de escepticismo, tras descubrir la verdad de su mundo infantil, lo que le conminó a estudiar Filosofía?

Creer en algo se hizo muy difícil para mí, y en cierto modo hice de la duda una profesión. La Filosofía es básicamente una disciplina crítica.

Finalmente, es usted profesora de marxismo y teoría crítica en la London School of Economics. ¿Fue incluso peor descubrir las mentiras del sistema liberal?

Era un tipo de mentira distinta. Además, yo ya había desarrollado una inmunidad contra la propaganda y un pensamiento crítico. La opresión de la sociedad capitalista es anónima, no surge de un ente superior, sino que se deriva de la ausencia del bien común, donde cada uno persigue su bien individual sin pensar en las consecuencias globales de sus actos. Por eso es tan difícil desmontarla.

¿En qué consiste esa «moralidad abstracta» que le permite luchar contra el dogmatismo y el escepticismo a la vez?

Es la moralidad que no surge ni de las convenciones ni de la autoridad ni de ningún estamento social, sino de un sistema moral construido sobre el pensamiento crítico, de escrutar todas las normas y cuestionarse si son moralmente aceptables.

La caída del sistema trajo a su país un Estado mafioso que agotó las finanzas y los ahorros hasta llegar al enfrentamiento civil en 1997. Entonces su madre huye con su hermano pequeño, dejándola a usted atrás. ¿Se sintió abandonada?

Sí, fue devastador (sus ojos se enrojecen). Había una guerra, tenía miedo; me sentí sola y perdí la esperanza de futuro que había traído la caída del régimen en 1991. El socialismo y el capitalismo habían fallado, no había alternativa, estaba agotada: era abandono y era desesperación.

¿Qué opina usted de la política antimigratoria del premier Rishi Sunak?

Es atroz, totalmente vergonzosa. Pero no es exclusiva del Gobierno británico, creo que es un modelo de la política de derechas presionada por la ultraderecha: Europa sufre una derechización de todo el espectro político.

Él mismo, Sunak, es hijo de las migraciones asiáticas de los 60. ¿No le resulta más incomprensible aún?

Creo que la sociedad británica es muy multicultural y abierta. Hubo un proyecto modélico de integración social, pero también esto está siendo arrasado por la política actual. Y también es responsabilidad de la izquierda, que abandonó su compromiso y su crítica radical al capitalismo en aras del liberalismo y el statu quo, y ahora no son capaces de articular una alternativa.

Sostiene que la esperanza es una obligación moral, pero, ¿cómo mantenerla en un panorama nihilista y catastrófico?

El mundo no ha de ir en la dirección correcta para que encontremos esperanza, sino que hemos de buscarla en nuestro pensamiento crítico y en nuestras propuestas alternativas para el cambio. Del mismo modo que encontramos un sentido a nuestras vidas cuidando unos de otros, pese al discurso capitalista de que el hombre es un lobo para el hombre. Tú no piensas en un emigrante como un enemigo, es la sociedad quien te lo presenta como tal. La esperanza es un hecho, necesitamos actuar con esperanza, comprometernos con los otros para que nuestra vida tenga sentido. No, no podemos permitirnos contemplar el mundo como un lugar sin esperanza.

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