El pergamino de Clío

La ley de los feos

La ley de los feos

La ley de los feos / La Provincia

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Por increíble que parezca, hubo una época en la que fue ilegal ser feo. En 1881, el concejal de Chicago James Peevey tuvo un objetivo: deshacerse de todas las «obstrucciones callejeras» de la ciudad. Por obstrucciones callejeras no se refería a la venta ambulante, los materiales de construcción que eran abandonados en plena calle o los baches y malformaciones de la vía, por el contrario, pretendía señalar a los vagabundos y mendigos que, como los definió en aquella época el diario Tribune: «son el individuo cojo que, con el ojo caído y el semblante dolorosamente lúgubre, sostiene su sombrero por centavos». En el mismo medio un artículo condenaba a la ciudad por estar plagada de «horribles monstruosidades que piden limosna» y advertía que ver a una persona con una «deformidad repulsiva» podía presentar un grave peligro para una «dama con una salud delicada».

Al concejal le molestaban, concretamente, las personas que mostraban sin tapujos sus discapacidades en la vía pública para conseguir algo de limosna, así que tomó cartas en el asunto. En mayo de ese año publicó una ordenanza a través del Ayuntamiento que prohibía que cualquiera que tuviera «enfermedades, estuviera mutilado, tuviera alguna deformidad o mostrase una apariencia desagradable a la vista» se dejara ver públicamente. Los mendigos recibían multas de 1$ a 50$, una cantidad considerable en la época. Si no se les multaba eran enviados a la casa de los pobres del condado de Cook para alejarlos de la demás gente «guapa».

El concejal, al ver que la propuesta se le había ido completamente de las manos, decidió intentar hacer una excepción por un soldado con una sola pierna y un solo brazo, pero su ordenanza había hecho que los ciudadanos se volvieran hostiles contra las personas amputadas, también con los sordos y ciegos.

Pero Chicago no fue la ciudad pionera en aprobar una ordenanza de este estilo. Fue de hecho en San Francisco en donde se creó la primera ugly law en 1867, solo dos años después de concluir la Guerra Civil, y se extendió por todo el oeste del país entre 1870 y 1880.

En esta época, los legisladores vieron estas leyes como un método para mejorar sus comunidades. En su libro The Welfare Debate, el profesor Greg Shaw de la Universidad de Wesleyana de Illinois explica que el hogar para pobres del condado que se suponía que debía mantenerlos fuera de las calles no contaba con los recursos necesarios para llevar a cabo su labor. La casa de pobres del condado de Cook que lindaba con Dunning Asylum, el hospital psiquiátrico del condado, era disfuncional y su gestión fue denominada como corrupta y fraudulenta, así que no es de extrañar que los mendigos prefiriesen las calles que las instalaciones proporcionadas por el Estado.

Durante el siglo XIX existió un crudo debate en el que se discutió quién era digno de caridad. La mayoría pensaba que las mujeres viudas y los huérfanos se merecían la ayuda del Estado, pero los indigentes sanos eran vistos como irresponsables y se pensaba que no eran merecedores de asistencia social. Además, se dividió a los discapacitados entre «dignos» e «indignos» y los medios de comunicación contribuyeron a que los ciudadanos desconfiaran de ellos. En 1880 el superintendente general de la Sociedad de Socorro y Ayuda ofreció una entrevista en la que dijo que «nueve de cada diez mendigos callejeros son ladrones o impostores que espían casas para luego informar a ladrones». También alegó que algunos mendigos exageraban sus discapacidades para estafar a los ciudadanos que les daban limosna.

La situación no mejoró hasta la llegada de la I Guerra Mundial, cuando los soldados regresaron a casa con los cuerpos mutilados y con la mente dañada por los desastres vividos durante la contienda. En 1918 comenzaron a proponerse planes para ayudar a administrar atención física y mental a los veteranos. Fue un proceso lento y se necesitó del trabajo de los activistas en nombre de los discapacitados para cambiar la visión de la sociedad hacia este colectivo. Empezaron por levantar ciertas restricciones laborales, por ejemplo, se permitió que las personas con discapacidad pudieran ser empleados de hotel, algo anteriormente prohibido. No fue hasta 1950 cuando se dejó de multar a mendigos feos y habría que esperar hasta 1990 para que se aprobase la Ley Federal de estadounidenses con discapacidades. La ley de feos fue derogada finalmente en 1974; el por aquel entonces concejal de Chicago Paul T. Wigoda alegó que la ley era «cruel e insensible. Es un retroceso a la Edad Media».