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Análisis

Alemania, al otro lado de la mesa de 1953

El país de Ángela Merkel, refractario a renegociar la deuda griega, logró una gran condonación de la suya en la posguerra europea con los acuerdos de Londres

Las autoridades europeas y griegas tienen hasta el próximo 28 de febrero para resolver lo más urgente de los males financieros de Atenas: obtener una prórroga del rescate vigente o encauzar otro acuerdo en las nuevas condiciones que se pacten. En otro caso, el vencimiento del actual programa de auxilio tendría efectos inmediatos sobre la banca helena, que podría quedar sin acceso a la liquidez del Banco Central Europeo (BCE), y en pocos meses (a la altura del verano) arruinaría la capacidad de Grecia de hacer frente a vencimientos de su enorme deuda pública.

Veinticuatro horas antes del final de ese plazo se cumplirán 62 años del denominado Acuerdo de Londres sobre la deuda alemana. Estos días se ha recordado aquella negociación que, en el contexto de la posguerra europea, condujo a la condonación del 50% de la deuda externa (pública y privada) de Alemania. El acuerdo, firmado el 27 de febrero de 1953, fue el fruto de conversaciones que se habían desarrollado durante el año anterior con la participación de más de veinte países acreedores, encabezados por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, y prestamistas privados. Además de la quita de una parte sustancial de los empréstitos, se pactaron períodos de carencia y otras condiciones que aliviaron la carga financiera y favorecieron la reconstrucción alemana.

La opinión dominante entre los historiadores es que la reestructuración de la deuda externa de Alemania -en parte resultante de los préstamos asumidos durante el período de entreguerras para hacer frente a las indemnizaciones que impusieron en el Tratado de Versalles (1919) los vencedores de la primera contienda mundial- fue capital para el despegue del país y para lo que se llamó el milagro alemán, un despertar que tiró de Europa después de los años 50 y que propició un largo período de prosperidad, con la alternancia política de democristianos y socialdemócratas en los principales estados.

La primera diferencia entre aquel episodio y el que ahora protagoniza Atenas es una obviedad: Grecia, que en 1953 era acreedora de Alemania y le perdonó deudas, está al otro lado de la mesa, y Ángela Merkel, en representación del principal acreedor, interpreta el papel inverso del que entonces correspondió a Konrad Adenauer como primer canciller de la República Federal Alemana. El contexto geopolítico es igualmente distinto: con la URSS de Stalin en el cogote, EE UU y las potencias europeas del lado ganador comprendieron hace 62 años que asfixiar económicamente a Alemania y repetir los errores de Versalles terminaría por empobrecerles a ellos mismos y por engendrar nuevos monstruos y conflictos en Europa.

Grecia no es la Alemania de 1953, aunque su deuda es gigantesca (175% del PIB) y haber perdido el 25% de la riqueza nacional en estos años de austeridad dictada por la Troika suena al saldo económico propio de una guerra. Sacrificios que han abonado en Atenas un cambio político de efectos inciertos para Europa.

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