Europa deja fuera de juego el parque inmobiliario canario a partir de 2030

La directiva sobre eficiencia energética exige unos parámetros que obvian el clima de las Islas

La ausencia de calefacción central empeora la calificación

Obras de construcción de viviendas en el barrio de Chile de la capital grancanaria.

Obras de construcción de viviendas en el barrio de Chile de la capital grancanaria. / JUAN CASTRO

Julio Gutiérrez

Julio Gutiérrez

La directiva sobre eficiencia energética de los edificios aprobada este mismo mes por la Eurocámara, incluye la obligación de que en 2030 los inmuebles alcancen al menos la calificación E. De lo contrario, no podrán venderse ni alquilarse. La medición parte de unos estándares que no contemplan la especificidad climática canaria, con lo que son una gran mayoría los edificios de las Islas que van a quedar fuera de fuego.

La ley –lo será en cuanto el Consejo de Ministros dé su visto bueno– forma parte del paquete de medidas Objetivo 55, que pretende la reducción del 55% , como mínimo, de las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea (UE) en los próximos seis años. Con la lucha contra el cambio climático como motor, el camino a la aprobación no ha encontrado obstáculos. 

Fueron 370 los europarlamentarios que votaron a favor, frente a 199 que se opusieron (y 46 abstenciones). Buena noticia para el medio ambiente y mala para las Islas. ¿Por qué? «Las exigencias que se incluyen están fuera de rango para el caso de Canarias», detalla el director del Departamento de Construcción Arquitectónica de la ULPGC, Manuel Montesdeoca.

Cumplir los parámetros de la UE es obligatorio para el acceso a los fondos Next Generation

Él y su colega de la Universidad de La Laguna José Miguel Márquez centraron precisamente sus tesis doctorales en el análisis de la eficiencia energética. Por caminos diferentes confluyeron en la conclusión de que la normativa española «no tiene en cuenta el clima de Canarias». 

También ambos han colaborado con el Gobierno autonómico para evitar que se escapen fondos Next Generation EU para la rehabilitación y mejora de los edificios. El acceso a este dinero que llega de Europa tras la pandemia exige el cumplimiento de preceptos que tienen como mayor acercamiento al caso particular de las Islas el de equiparar su clima al de Sevilla o Cádiz.

Sin descolgarse

A la vista de lo sucedido el pasado jueves en la Conferencia Sectorial de Vivienda, el Archipiélago está lejos de quedar descolgado. Al término de esa reunión entre el ministerio y los consejeros autonómicos con competencias en la materia, el de Canarias, Pablo Rodríguez, confirmó la transferencia de cerca de 20 millones de euros para, entre otras cuestiones, el desarrollo de proyectos de rehabilitación de viviendas.

Esa suma procede del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR). Es decir, dinero liberado por la UE para la modernización de las economías y sociedades de los países miembros que resultaron más afectados por la crisis sanitaria –covid– que estalló en 2020.

Retornando al texto aprobado por la Eurocámara, fija dos hitos principales en reducción de consumo de energía para el caso de los edificios residenciales: el 16% hasta 2030 y, cinco años después, entre el 20% y el 22%; siempre en comparación con 2020. Ahora bien, «se da libertad a los estados miembros sobre cómo hacerlo», según el resumen distribuido por el servicio de comunicación del Parlamento Europeo.

Madrid tiene capacidad para fijar su aportación a la mejora de la eficiencia energética

Por tanto, el principal reto que tiene ante sí el Archipiélago es convencer a Madrid de la necesidad de contar con unos parámetros que tengan en cuenta su particular realidad. Lo que es lo mismo, que no exija los mismos aislamientos que en zonas de la Península en las que las temperaturas son mucho más bajas. Allí se trata de reducir la cantidad de calor que ha de generarse para crear un espacio confortable. Si se acepta que la energía más eficiente es la que no se consume, «Canarias es el mayor exponente», señala el doctor Montesdeoca Calderín.

En el Archipiélago, sobre todo en la que el director del Departamento de Construcción Arquitectónica de la ULPGC denomina «zona de costa», la ausencia de calefacciones centrales o cualquier otro elemento capaz de surtir de energía calorífica es prácticamente absoluta.

Las decisiones se toman en base a datos sin tener en cuenta el cambio climático

Lo peor es que la carencia de ese sistema central la toman los legisladores europeos como un seguro camino a la compra de estufas o calefactores, aparatos que generan mayor consumo energético. Y eso, sin que nadie se detenga a pensar en lo innecesarios que son en un entorno subtropical, determina que caiga la certificación energética de los edificios de la comunidad autónoma.

La nula presencia de concesiones a climas minoritarios no es la única carencia. Hoy no abundan los aparatos de aire acondicionado en los domicilios particulares, pero esa es una cuestión del momento actual. «Estas decisiones se toman en base a series históricas de datos, pero, por ejemplo, no se incluye el factor cambio climático», añade Manuel Montesdeoca.

La gran paradoja

Obviar una realidad tan diferente termina por incentivar el problema en lugar de minimizarlo. Un sencillo ejemplo ilustra esa gran paradoja. Ya el verano puso en alerta a la población sobre lo que está por venir. Desde las primeras semanas del último estío, conseguir un ventilador o cualquier otro aparato para la refrigeración del aire fue complicado en las Islas. 

Si las construcciones del Archipiélago se ven obligadas a aceptar el doble acristalamiento en las ventanas, el calor acumulado en el interior del domicilio durante el día, «tardará mucho en disiparse». Para mejor entender, no habrá quien duerma. De tal manera que la propia aplicación de la norma –más aislamiento en las ventanas– estará generando un aumento del consumo de energía, precisamente lo que se trata de evitar. De hecho, las recomendaciones de Manuel Montesdeoca van en sentido contrario al requerido.

El doble cristal que se exige retendría el calor dentro de las casas

Como experto no puede sustraerse a la elección de «colores claros para las fachadas, el blanco preferentemente», y la vuelta «al vidrio simple que nunca supere los 4 o 6 milímetros de grosor». La normativa exige entre 12 y 14. 

«Si vamos por este camino, las subvenciones se escapan; pero aceptar el que nos marcan atenta contra el confort térmico», detalla el doctor. Impedir que la vivienda alcance la temperatura idónea de forma natural fomenta la utilización de aparatos que necesitan energía, una incongruencia que abre la vía a explorar puntos de encuentro con Madrid.

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Se cumplen ahora 18 años desde que entró en vigor el Código Técnico de Edificación (CTE). La eficiencia energética de las viviendas se midió a partir de entonces por letras, siendo la A la que designa a las mejores. «Es imposible que te salga una buena letra en la mayoría de las construcciones anteriores» al CTE, señala Noemí Tejera, arquitecta urbanista y profesora de la ULPGC. Se refiere con ello a los edificios que en plena etapa del desarrollismo alumbraron barrios enteros en las grandes urbes canarias. En su opinión bastaría «mejorar cosas muy sencillas» para escalar en la clasificación. Mejor aún si se colocan placas fotovoltaicas. En la misma línea, Manuel Montesdeoca explica que en muchos casos se trata de aprovechar ventajas que ofrece la propia naturaleza. Desde «los romanos» se tenía en cuenta la «ventilación cruzada», por ejemplo, a la hora de diseñar una vivienda. Y continúa el director de departamento de la ULPGC: «No existe hoy conciencia de la importancia que tiene tomar en cuenta criterios bioclimáticos como estos». | J. G. H.

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