Elecciones? Aquí a la gente lo que le preocupa es el volcán, que los terremotos no te tiren la casa encima y qué vamos a comer mañana si esto sigue así". Juan Ramón Barrera, funcionario del Ayuntamiento de Valverde, no es de los más afectados por la crisis sísmica que desde hace un mes tiene sobresaltados a los habitantes de El Hierro, la más pequeña de las Islas Canarias, con poco más de diez mil habitantes. Sin embargo, ya vislumbra claramente cómo, en plena campaña electoral, la Isla se apaga poco a poco desde que hace un mes una erupción submarina acabara con las ilusiones del pueblo de La Restinga, cuyos seiscientos habitantes han tenido que ser desalojados. Ahora otro proceso volcánico amenaza a los vecinos del norte, La Frontera, que con más de cuatro mil habitantes sufren desde hace semanas terremotos que han llegado a alcanzar los 4,6 grados en la escala Richter.

Porque la campaña electoral que vaticina un cambio político en España ha cogido a los herreños con el paso cambiado y los cinco sentidos puestos en la lava que amenaza con emerger de las profundidades de un momento a otro. "Esto es una incertidumbre tan grande que para nosotros las elecciones son algo secundario ahora mismo", sentencia Juan Ramón, con un ojo en la conversación y otro en el periódico que cada día le informa de lo que ocurre bajo la Isla en la que nació hace 50 años.

Rajoy no pasó por El Hierro en su visita a Canarias y Rubalcaba lo hizo en precampaña, en un tour que le llevó a visitar cinco de las siete Islas Canarias en 48 horas. Los líderes políticos del Archipiélago sí que lo han hecho: José Manuel Soria (PP) el pasado viernes, José Miguel Pérez (PSOE) a principios de la semana pasada y Paulino Rivero (CC), presidente del Gobierno de Canarias, ya ha visitado El Hierro varias veces desde que se inició la crisis sísmica.

En la semana clave de las elecciones generales en El Hierro hay vecinos que, de la noche a la mañana, han tenido que acudir a los servicios sociales en busca de una bolsa de comida porque el volcán los ha dejado en la calle. Son vecinos que, como María del Carmen Machín -40 años, separada, con dos hijos, hipoteca y préstamo personal a cuestas- hace sólo un mes vivía al día de lo que sacaba de un bazar ubicado en La Restinga y ahora ha tenido que alquilarse una vivienda 14 kilómetros más al norte porque su pueblo está desalojado por riesgo volcánico. "Quién me lo iba a decir; he tenido que venir al Ayuntamiento a pedir comida y lo peor de todo es que tendré que volver", asegura mientras introduce en el maletero de su coche la compra con leche, galletas, garbanzos y aceite que le entrega la concejala de Asuntos Sociales de El Pinar. Para María del Carmen Machín, oír hablar de elecciones es "escuchar a gente que viene a prometerte cosas que no sabes si van a cumplir. Mi preocupación ahora es comer y que coman mis hijos", dice.

La concejala de Asuntos Sociales de El Pinar, Beatriz Hernández, tiene sólo 33 años y uno de experiencia política como líder del Partido Popular en El Pinar -municipio al que pertenece La Restinga-. En la última semana ha tenido que entregar bolsas de comida a sus propios vecinos. Ella también es una de las vecinas desalojadas de La Restinga, pero por lo menos "mantengo un sueldo para sobrevivir", asegura.

Hernández ha vivido esta semana una situación paradójica dentro del mundo de la política: el líder de su partido en Canarias y número uno al Congreso por la provincia de Las Palmas, José Manuel Soria, se trasladó hasta El Hierro para conocer de primera mano las necesidades de un pueblo al borde del precipicio. Junto a su grupo de asesores, Soria tomaba nota de las propuestas que le hacían los herreños, especialmente los de El Pinar, que desde hace un mes no ingresan un solo euro en casa. Pero instantes antes del encuentro de campaña entre Soria y los ciudadanos, Beatriz Hernández entregaba dos bolsas de comida a gente que conoce de toda la vida, a la que ve todos los días cuando se levanta para ir a trabajar. "Algunas personas se me echan a llorar cuando les entrego la compra", manifiesta.

La situación del presidente del Cabildo de El Hierro, Alpidio Armas (PSOE), no es menos paradójica que la de la concejala de El Pinar. Armas accedió al mando de la institución que gobierna la Isla gracias a una moción de censura que enervó a su propio partido, en Canarias y en Madrid, porque suponía romper el pacto regional que existe con Coalición Canaria, la formación que gobernaba la corporación hasta hace dos meses. Y nada más tomar el bastón de mando un volcán estalla en su feudo y amenaza con echar por tierra la economía de la Isla. Con ese panorama, Alpidio Armas tiene que colaborar en la campaña con su partido, cuyo candidato al Senado, Juan Luis González, se enfrenta a una situación "extraña". "Los partidos decidimos suspender la campaña hasta esta última semana y por nuestra parte todos los gastos de fiestas y mítines los vamos a donar a un fondo de ayuda a los necesitados. ¡Qué menos! Hemos tenido que cambiar el programa electoral por completo, porque ahora las necesidades de los herreños son otras. Ahora lo que necesitamos es un trabajo duro en Madrid para que las ayudas lleguen lo antes posible. Por eso los vecinos de El Hierro tienen que ir a votar el próximo domingo", afirma.

Su rival al Senado por el Partido Popular, Ángel Luis Lima, asegura que la situación que viven los ciudadanos de El Hierro nos lleva a "dejar en un segundo plano la campaña electoral. En este escenario hacer campaña política es irrespetuoso, así que", al igual que hace su rival del PSOE, "hemos suprimido todos los gastos en mítines y lo único que podemos hacer es pedirles a los ciudadanos que el próximo domingo acudan a votar más concienciados que nunca".

Y mientras todo esto sucede, una de las soluciones que los herreños ven para despejar un poco la cabeza y olvidarse de las penas que ha traído el volcán está en el bar El Mentidero, en los altos de El Pinar. En El Mentidero, también en plena campaña, el dominó y el envite -juego de cartas- eliminan las pesadillas de la cabeza, aunque sólo sea por unas horas. No se habla de política apenas. Y allí acude cada tarde Manuel Álvarez Espinosa, pescador jubilado con 67 abriles a sus espaldas, cincuenta de ellos subido a bordo de un barco en aguas del Mar de Las Calmas, ese paraíso submarino que hasta hace un mes albergaba el maridaje de pescadores y buceadores y que ahora es una inmensa mancha de azufre llena de peces muertos generada por la erupción submarina. Don Manuel, que ha tenido que salir con su familia a cuestas de La Restinga, ordena su memoria: "No me acordaba, ni siquiera, de que estábamos en elecciones".