Campaña de estío VIII

Viaje al centro de ‘hoy no voy a gastar nada’

¿Recuerdan cuando sus madres les negaban los caprichos? Un día nos convertimos en ellas y apretamos el bolsillo

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio.

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio. / Adae Santana

El infierno son los otros. Aunque, con un helado y un cubito de hielo en el vaso de agua la mente se mantiene fría y deja de pensar en que la ropa lo apresa y los zapatos chillan, por qué no traje una muda para después de tantas horas, y la toallita en el interior del bolso es un salvavidas para las frentes con brillantina. El embate del mar y los alisios suavizan la temperatura, aunque los vecinos de Tasarte, en la Aldea de San Nicolás de Tolentino, no estén muy convencidos. El pico del día alcanzó los 41 grados, y el abanico solo remueve la olla a presión. Entonces, el interior del centro comercial parece una jaima en mitad de la ola de calor que asola a Canarias y a la península. Allá van a refugiarse los viandantes que se asan como pollos en busca de los 19 grados que marca el termostato del móvil dentro del cubículo. No vienen por las rebajas, qué va, o tal vez sí, sobre todo, buscan una excusa para no encender el ventilador y aumentar la maldita factura de la luz. 

El centro comercial es como ir al parque: pasear un rato y despejar la mente. Las carreras bajando por la cinta me recuerdan a que cada vez que perdía el rastro de mi madre entre las perchas levantaba la vista y miraba dónde estaba su cabeza escarlata, porque ella sabía que más valía que aprendiera a estar pendiente de su rumbo a tener que encontrarme en cada uno de mis escondites. Me buscó en todos hasta que aprendió. Hay 18 centros comerciales en la isla que ocupan 600.000 metros cuadrados. Nos gusta amasar. Al aire libre, de varias plantas, en L, con jardín interior y parque, con las mismas tiendas, techos bajos, descuidados y abandonados, revitalizados, cada uno tiene su historia personal, casi como réplica del barrio en el que pusieron la primera piedra. 

Campaña de estío VII: Viaje al centro de ‘hoy no voy a gastar nada’.

Campaña de estío VIII: Viaje al centro de ‘hoy no voy a gastar nada’. / Adae Santana

Dentro se concentran todas las clases en esta construcción cuyo prototipo se remonta al siglo XIX: ya sea para ir a la marca de lujo como a la del pack de tangas a tres euros. Las Arenas tiene dos entradas en el refranero popular: La Esfinge y la farmacia. Alejandro y Mónica van por la salida del ser mitológico, vienen de cambiar unas cosas, mirar algunas prendas que lucir en el estío cuando por la noche paseen con el chal por encima de los hombros, y saco el tema. ¿Playa o voto? «No me interesa mucho la política», sostiene él, y los ánimos van diluyéndose por mis piernas. 

Qué raro es vivir

Ella está a su lado y advierte que no prefiere opinar. «Me decanto por uno más que por otro, pero sí que iremos a votar». 24 y 20 años, sanitario y fisioterapeuta. La vida se come de un bocado, y en esa duda, interpelada, Mónica decide finalmente saltar: «A veces es inevitable decir algo con todas las cosas que están saliendo, lo ves por TikTok, Twitter… Hay partidos que parecen que van a retroceder más que avanzar». ¡Eureka! Hacen caso omiso de los medios tradicionales al tener acceso a millones de canales que trufan el contenido para hacer un caramelo atractivo, rápido y ágil, en el que solo se concentren un par de minutos. «En realidad, estamos más conectados que nunca. Más que mis abuelos, por ejemplo, que reciben la misma información de los tres canales de siempre. Tenemos internet y vemos un montón de periódicos, noticias o hilos…», se detiene, y él apoya la conversación.

«Cada partido tiene sus ideas y hay algunas que me gustan más que otras, aunque luego no cumplen. Se pasa canutas en el hospital y nadie nos ayuda. Es muy fácil quejarse desde fuera», subraya. El hilo musical retumba. Está tan alto como la antesala de una discoteca. Y un trío de amigas intenta escapar del monstruo de largos tentáculos: el trabajo. El turno de reponedores en el Carrefour ha terminado y Bárbara Doreste, Irene Crucera y Nazaret Ravelo, que no cumplen ni un año de experiencia, odian que no les den los buenos días. «No soy tu sirvienta», espeta ante la mala educación. En un centro comercial cambió la vida de Natalie Portman, ¿este les ha cambiado en algo? «Estudié Magisterio, ¡pero me da miedo! Tengo que preparar las oposiciones y mientras voy ahorrando algo», y controlando esos nervios que van mordiendo las uñas a pequeñas dentelladas, confiesa Bárbara. A su lado, Irene y Nazaret tienen un sueño: profesionalizar el fútbol femenino. El CD Guiniguada Apolinario subió a segunda RFEF Femenina, pero todavía es inviable para mantenerse económicamente, y reponen y contestan a las preguntas de los clientes despistados. «Sabemos que con según qué partido esto también se echaría para atrás», ycompleta su amiga, «el objetivo de votar es que no salga ese partido». Todas sabemos del que habla. 

Entre las anécdotas que salpican el tema de las elecciones destaca la de Irene. Su madre estaba esperando a ser atendida en los pasillos del Hospital Negrín y las horas se multiplicaron hasta que «le reventó el intestino... Menos mal que una cirujana pasaba y se dio cuenta, si no, se muere allí mismo en el piso». O la negligencia de un oncólogo que no detectó un tumor que volvió a reaparecer en las entrañas de la madre de Nazaret, «priorizaría la sanidad antes que la educación». La vida se escapa entre los dedos, y ellas van a disfrutar del resto del día antes de que el ocaso las encierre en su oscuridad.

Entre las escaleras mecánicas asoman las adolescentes que fuimos, que corrían a pillar la última guagua a sus barrios antes de que fuera imposible regresar al hogar, después de una tarde de círculos concéntricos donde hablábamos de lo que ocurría en el patio, de los profesores, algún examen y si acaso de la universidad que prometía una nueva vida. De repente, ya trabajan. Hablamos de sueldo a sueldo, sin gastar en los recintos que hay a nuestro alrededor, aunque ya se sabe que esta temporada las rebajas han guardado sus mejores gangas... De repente, somos nuestras madres, que sentenciaban ante el capricho, «hoy no». Qué raro es vivir, escribía Carmen Martín Gaite, y salen.

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