Petrodólares contra las estructuras del deporte

La irrupción de Arabia Saudí y Qatar en el golf y el pádel supone una advertencia para el funcionamiento de las organizaciones que tradicionalmente han gestionado el negocio

Petrodólares contra las estructuras del deporte.

Petrodólares contra las estructuras del deporte. / epc

Cristian García

El pasado mayo Qatar Sports Investment (QSI) alcanzó un principio de acuerdo para la adquisición de una participación significativa de Setpoints Events, la sociedad que gestiona el World Padel Tour y en la que el Grupo Damm ha invertido 40 millones de euros a lo largo de la última década. Solo dos semanas después, LIV Golf, PGA Tour y European Tour anunciaron la fusión de sus negocios comerciales, cuyo mayor accionista será el fondo soberano de Arabia Saudí (PIF). Y en el green ha comprometido una inversión de más de 1.000 millones de dólares a largo plazo.

Dos movimientos tectónicos que amenazan con remover las estructuras tradicionales de la industria del deporte y que han estado protagonizados por los brazos inversores de dos de los países de Oriente Próximo que más claro han dejado su vocación de ser un actor relevante en este negocio. Más allá del fútbol, catarís y saudís ya han puesto sobre la mesa alrededor de 4.000 millones de euros para controlar las principales pruebas polideportivas.

La inmersión en deporte de estas regiones llegó a partir de acuerdos de patrocinio; más tarde dieron el salto a la captación de acontecimientos internacionales, hasta acabar haciéndose un hueco en la joya de la corona de la industria del deporte: el fútbol. De los aparentes caprichos iniciales que parecían las adquisiciones de clubs de fútbol se pasó a pulsos difíciles de ganarles en lo económico para tomar el control de deportes completos.

Que los dos países del Golfo se hayan hecho, con tan pocos días de diferencia, con el control de las principales competiciones de dos de los deportes con mayor potencial no es algo casual. Se trata de un paso más en una estrategia que los estados de la región han desarrollado, a lo largo de la última década, para extender su influencia en el mundo través del deporte y defender una voluntad de aperturismo, transformación social y diversificación de una economía muy dependiente del petróleo.

Oro negro

Pero ¿cómo ha sido el proceso que ha llevado a unos pocos países de la misma zona a convertirse en los grandes agitadores de la industria del deporte? Evidentemente, nada de esto se explica sin el poderío económico procedente del oro negro que poseen. Se trata de inversiones milmillonarias desde el plano deportivo con la compra de competiciones, clubs o deportistas, o en el plano comercial por medio del patrocinio. Ahora bien, su llegada al deporte de élite fue mucho más disimulada.

El GP de Baréin de Fórmula 1 celebrado en 2004 supuso su irrupción en el escaparate deportivo internacional. Sin embargo, en la mayoría de los casos la primera aproximación al deporte no llegó con la organización de citas del calibre de la F1, sino a través de contratos de patrocinio.

Los ejemplos en el campo del fútbol son muy ilustrativos. Aerolíneas como Qatar Airways, Emirates y Etihad Airways irrumpieron como patrocinadores principales de algunos de los clubs más prestigiosos del planeta. Este fue el caso de Emirates, que selló alianzas con decenas de entidades de primer nivel europeo, entre ellos el Arsenal FC, del que posee los title rights de su estadio desde su inauguración en 2006. En el caso de la aerolínea catarí su desembarco en el deporte europeo llegó a través de un contrato con el FC Barcelona a cambio de 186 millones de euros. Por encima está la FIFA, que se garantizó 200 millones de euros como paso previo al que hasta la fecha ha sido el Mundial más polémico y lucrativo.

Negocio audiovisual

Otra de las bazas que sobre todo Qatar ha sabido jugar es la del negocio audiovisual. Para ello surgió beIN Sports, el canal deportivo de la cadena Al Jazeera, que desde hace más de una década ha garantizado cientos de millones de euros a las principales competiciones futbolísticas, entre otras, a cambio de sus derechos audiovisuales en Oriente Próximo, norte de África y el Sudeste Asiático, principalmente.

Solo LaLiga ha cobrado más de 1.500 millones de euros en la última década, a lo que se suman la compra de los derechos de la Premier League por 500 millones entre 2022 y 2025 y de las competiciones UEFA por 600 millones para el ciclo 2021-2024. Aunque su mayor desembolso lo destinó en Francia, con una inversión de 2.700 millones de euros desde 2012, lo que ayudó a cimentar la posición del país vecino para liderar el cambio de voto de varias federaciones en favor de Qatar en la elección del Mundial 2022.

Ambos países del Golfo se han hecho con el control de circuitos internacionales de dos de las disciplinas con mayor potencial

La celebración de esta Copa del Mundo, por primera vez en invierno obligando a remover todo el calendario futbolístico, es un ejemplo más de cómo la llegada de los países de Oriente Próximo ha causado una distorsión sin precedentes en el deporte.

En disciplinas como el fútbol, los denominados clubs estado han alterado para siempre las dinámicas poniendo patas arriba los mercados de traspasos con fichajes récord y contratos inimaginables hace pocos años como el de Kylian Mbappé (630 millones de euros en tres años). Al menos hasta que los reguladores han empezado a intentar poner freno a este tipo de prácticas, ante las denuncias de equipos y ligas sobre el peligro económico de no atajar mediante normativas estos modelos de gestión. De este modo, con el nuevo fair play financiero que la UEFA puso en marcha la pasada temporada, se exige que la masa salarial de las entidades se reduzca progresivamente y no supere el 70% en 2025-2026.

Vuelta de tuerca

El último paso en esta guerra fría desatada por los países de Oriente Próximo hacia el statu quo de las estructuras tradicionales del deporte se ha escenificado en el mundo del pádel y el golf. A finales de 2021, Qatar y Arabia Saudí pusieron la vista en estos deportes, pero su entrada ya no se planteaba como sede de algunos torneos, sino que se ha dado una vuelta de tuerca al modelo.

Si la regulación puede ser un freno a la inversión, la evolución natural pasa por virar hacia deportes igualmente con impacto global y en los que puedan tomar el control de la gestión de todo el negocio, incluida la regulación. Y ahí la oportunidad está claramente en deportes individuales, donde la estructura de poder solo exige capacidad para atraer a deportistas que compiten a título individual: dinero.

En el caso de Qatar, el fondo QSI anunció un nuevo circuito mundial de pádel, con el apoyo de la Asociación Profesional de Jugadores (PPA) y la Federación Internacional de Pádel (FIP), que se puso en marcha en 2022 para competir con el World Padel Tour (WPT). La irrupción de este segundo circuito, la Premier Padel, sedujo a los jugadores más destacados por el sustancial incremento de premios, de hasta 525.000 euros en los torneos de mayor categoría.

WPT, que tenía firmados contratos de exclusividad con los principales jugadores hasta finales de 2023, terminó demandando a algunos de ellos, reclamándoles una indemnización de 25 millones, medio millón por jugador. Los dueños de la Premier Padel presentaron otra demanda en el sentido opuesto, advirtiendo de que esa cláusula de exclusividad podría ser contraria a una normativa de la Unión Europea. Los promotores de la Premier Padel alegaron un «abuso de posición de dominio» del WPT y le culparon de impedir que el deporte llegase a más mercados y pudiese ser olímpico.

Para rebajar la tensión tras la fractura existente entre los circuitos y los jugadores, en octubre de 2022 Setpoints Events terminó flexibilizando su postura: presentó un nuevo WPT en el que eliminaba la exclusividad, elevó el prize money y anunció que retiraba las demandas presentadas. Las posturas se han ido acercando desde entonces con negociaciones entre ambas partes para apaciguar la tensión y acabar impulsando conjuntamente esta disciplina. Finalmente, el pasado mayo, QSI compró a Damm la mayoría accionarial del WPT para crear un único circuito mundial de pádel el próximo año. El fondo soberano saudí llevó a cabo exactamente la misma estrategia para hacerse con el control del golf. A finales de 2021, LIV Golf Investments, controlado por PIF, alcanzó un acuerdo con el Asian Tour para crear un circuito de 10 torneos. Tras debutar en 2022 con un prize money de 260 millones, el circuito ya cuenta con 14 torneos en 2023 y una bolsa de premios que ha aumentado su reparto hasta 400 millones entre los golfistas, lo que supone una inversión de más de 2.000 millones de euros. Estas cifras hicieron tambalear al PGA Tour, que no dudó en iniciar una cruzada legal contra el proyecto en los tribunales de Estados Unidos.

El desenlace ha sido el mismo que en el pádel, con tan solo unas semanas de diferencia. El LIV Golf selló un acuerdo con el PGA Tour y el European Tour para fusionar las tres organizaciones y crear un nuevo circuito mundial el próximo año, cuyo máximo accionista será PIF. Asimismo, se contempla retirar los litigios judiciales abiertos por el PGA contra LIV Golf y los golfistas que cambiaron de competición, y se creará una joint venture para gestionar el negocio y los derechos comerciales del nuevo circuito. El fondo saudí tiene previsto invertir 1.000 millones de dólares (unos 898 millones de euros) en el nuevo circuito, que se suman a los 1.500 millones de dólares (1.348 millones de euros) ya desembolsados en las ediciones de 2022 y 2023 de LIV Golf.

La misma suerte pueden correr otras propiedades deportivas de disciplinas como el baloncesto y el tenis que ya han recibido el interés de países del Golfo. Por un lado, la Euroliga de básquet ha estado escuchando cantos de sirena de Dubái para la inclusión de un equipo en la competición y albergar dos Final Four en los próximos años y la NBA lleva desde 2022 partidos de pretemporada a Abu Dabi.

Estrategia: 7.000 millones

Si Baréin apostó por el motor para levantar la alfombra con el primer acontecimiento deportivo de talla mundial que albergaba el Golfo, el resto de los territorios de la zona no tardaron en ir a la zaga. De este modo, Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, pronto se sumó al Mundial de Fórmula 1. Su incorporación en el calendario llegó en 2009, siempre como una de las últimas carreras del año.

Sin embargo, la gran apuesta del país de los siete emiratos es el City Football Group. El holding futbolístico, encabezado por el Manchester City, cuenta con una docena de clubs repartidos por Europa, América, Asia y Oceanía. El jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, de la familia real de Abu Dabi, adquirió la entidad mancuniana en 2008 y a los pocos años cedió la gestión ejecutiva y deportiva a un equipo encabezado por los españoles Ferran Soriano y Txiki Begiristain. Desde entonces ha inyectado 1.012 millones de libras (más de 1.176 millones de euros) en la entidad.

Ahora bien, hasta este mismo año el referente en el mundo árabe había sido Qatar. Asimismo, sus primeras experiencias en la organización de acontecimientos deportivos llegaron con el mundo del motor. De hecho, el circuito internacional de Losail debutó en MotoGP en 2004 y cuatro años más tarde se convirtió en la primera carrera nocturna de toda la historia del campeonato de motociclismo.

Tras su primera alianza, Qatar centró sus esfuerzos en el deporte rey. Mediante una estrategia pensada para la Copa del Mundo celebrada en el país en 2022, el emirato destinó 220.000 millones de euros a infraestructuras para el país y la compra de derechos audiovisuales para allanar el camino hacia la cita mundialista y lograr la aceptación del torneo. Entre ellos, más de 6.500 millones de euros se invirtieron en la compra de clubs, como el Paris Saint-Germain (PSG), en contratos de patrocinio y en la adquisición de derechos audiovisuales de la mano de Bein Sports.

Por el club parisino, el fondo soberano catarí Qatar Sports Investments (QSI) desembolsó 50 millones de euros en 2011. Desde entonces, ha realizado ampliaciones de capital en la entidad por un total de 511 millones de euros, con el anhelo de dominar el fútbol europeo y levantar la Champions League. Dentro de esta estrategia en el fútbol se enmarca la Academia Aspire en Doha, el mayor centro de rendimiento deportivo del mundo. Un proyecto en el que destinaron 1.255 millones de euros para su construcción en 2004 y que se hizo con clubs como la Cultural Leonesa y el KAS Eupen belga.

Siguiendo el ejemplo de su país vecino con el City Football Group, QSI inició el pasado año la construcción de su propio holding futbolístico. El fondo emiratí se hizo en octubre con el 21,6% del Sporting de Braga por unos 19 millones de euros. Un ejemplo de que, tras más de una década de preparación para la cita mundialista poniendo todos los huevos en la cesta del PSG, la estrategia catarí en fútbol se ha transformado. Ahora persigue hacerse un hueco en mercados estratégicos como Portugal –como trampolín hacia el fútbol latinoamericano– y en grandes clubs de renombre como el Manchester United.

Si bien el foco del emirato siempre ha sido el fútbol, con el reto de preparar al país para la que está considerada la mayor cita deportiva del mundo, Qatar también se hizo con la organización de varios campeonatos del mundo de diferentes disciplinas. Entre ellos destacan el Mundial de Balonmano de 2015, el de Ciclismo de 2016 y el de Atletismo de 2019. Asimismo, en 2024 Qatar también albergará el Campeonato del Mundo de natación. Sus últimos retos han sido hacerse con el control del pádel mundial con la creación de su propio circuito y entrar en la NBA con la compra del 5% de los Washington Wizards.

El relevo de Qatar lo ha asumido el principal territorio de la península Arábiga, Arabia Saudí, que de la mano de su familia real ha dado los primeros pasos de un ambicioso proyecto que tiene la vista puesta en las dos próximas décadas. La región trabaja encaminada a ampliar su presencia en todas las disciplinas deportivas posibles, con una inversión multimillonaria y un doble sueño final que pasaba por albergar el Mundial de fútbol de 2030 y los Juegos Olímpicos de 2040.

Grandes jugadores

Pese a ver frustrado el primero de los objetivos, tras la renuncia de la carrera por la cita mundialista, Arabia Saudí está siendo el principal protagonista del mercado de traspasos en el mundo del fútbol. Se trata de la mayor apuesta de un país por hacer sombra al dominio del fútbol europeo tras el fracasado intento de China. Cristiano Ronaldo abrió la veda fichando por el Al-Nassr en pleno Mundial de Qatar, pero la lista de jugadores de primer nivel que están firmando por clubs de la liga saudí no deja de crecer. De hecho, a través de su fondo soberano, el país compró hace unas semanas el 75% de sus cuatro principales clubs: el Al Ittihad, nueva casa de Karim Benzema, el Al Ahli, el Al Hilal y el Al Nassr.

En cuanto a la organización de competiciones, el país tiene experiencia en torneos de fútbol como la Supercopa de España y la Supercopa de Italia. La Real Federación Española de Fútbol (Rfef) cerró en 2021 la continuidad de la competición en el país árabe hasta 2029 a cambio de más de 30 millones de euros anuales, y la FIFA también adjudicó a Arabia Saudí el Mundial de clubs de 2023, último con el formato actual. Además, el país también se hizo con la organización de los Juegos Asiáticos de invierno de 2029 bajo la promesa de invertir 500 millones de dólares en un resort y una ciudad (Neom) que todavía no existen, ubicados en pleno desierto. Es la antesala al proyecto para albergar los Juegos Olímpicos de verano de 2040.

También cabe mencionar su presencia en el mundo del motor, disciplina siempre pionera a la hora de llegar al Golfo pérsico. Cara a 2023, la F1 tendrá carrera en Baréin, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí. Solo por el canon de los cuatro, Liberty Media, el dueño estadounidense del campeonato, facturará 200 millones de dólares anuales. Arabia Saudí también tiene el Rali Dakar, la Fórmula E, la Extreme E y, pronto, la E1, de lanchas eléctricas. Además, se ha asegurado su entrada en el calendario de MotoGP en los próximos años.

Por último, el país se ha hecho este año asimismo un hueco en el ciclismo como copatrocinador principal del GreenEdge Cycling australiano, que ahora se llama Team Jayco-Alula. El equipo sigue los pasos del UAE Emirates Team, que cuenta con el apoyo de la familia real de Abu Dhabi y el Team Bahrain Victorious, impulsado por la familia real bareiní.

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