De Islas de calor a vergeles a la sombra

Este año Canarias ha vivido más de una decena de olas de calor que han puesto de relieve la escasa adaptación del Archipiélago a las altas temperaturas y que invitan a repensar las urbes y las infraestructuras

De Islas de calor a vergeles a la sombra

De Islas de calor a vergeles a la sombra / Adae Santana

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El calor está poniendo en jaque a Canarias. Las infinitas horas de sol que antaño se erigieron como el principal atractivo del Archipiélago, hoy lo convierten durante más tiempo en un infierno terrenal. El cambio climático está detrás de un verano que se antoja eterno y unas intensas olas de calor que recuerdan que ni los hogares ni las ciudades de las Islas están preparadas para soportar las altas temperaturas. Canarias carece de suficientes infraestructuras para guarecer a los isleños y, por ello, se enfrenta a uno de los retos más importantes del siglo: convertir a las Islas de calor en vergeles a la sombra.

Este año 2023 será recordado como uno de los más calurosos que ha vivido Canarias en su historia reciente, sino el que más. El cambio climático –acuciado por el fenómeno de El Niño en el Pacífico– ha tenido un impacto directo en el Archipiélago, sacando a relucir las costuras de una sociedad que nunca pensó que su clima dejaría de ser afortunado. Como lamenta el arquitecto bioclimático Juan Palop, «no estamos preparados» para hacer frente a la nueva realidad climática de la que los científicos llevan tiempo advirtiendo. Y una de las razones es que Canarias apenas cuenta con los conocidos como refugios climáticos.

Los refugios climáticos son esos espacios en los que la población puede huir del calor asfixiante, disfrutando de algo de sombra y un poco de agua fresca. Estos refugios pueden ser interiores –como bibliotecas, polideportivos o grandes centros comerciales– que regulan la temperatura gracias a la climatización; o exteriores –como parques, jardines y plazas–, donde uno se puede refrescar en una fuente o descansar bajo la sombra de un árbol.

En Canarias ya hay algunas zonas de las principales ciudades que funcionan como refugios climáticos, como el Tenerife Espacio de las Artes (TEA) en Santa Cruz de Tenerife o el Parque Doramas en Las Palmas de Gran Canaria. Pero resultan insuficientes cuando las temperaturas no solo ponen en jaque la vida de los más vulnerables, sino de toda la población en peso.

En octubre de 2023 una extraordinaria ola de calor llegó a Canarias con temperaturas que rozaron los 40 grados de día y los 30 de noche durante 16 largas jornadas. El ambiente se volvió insoportable e irrespirable.

En aquellos días de calor las calles de las ciudades se volvieron intransitables y ni siquiera la socorrida playa era suficiente para apaciguar el bochorno. Las temperaturas fueron tan altas que llegaron a incidir en la salud de la población. El mes de octubre en Canarias fue el que más exceso de mortalidad ha registrado durante todo el año 2023: 208 muertes de más, de las que al menos 30 fueron atribuídas directamente a las altas temperaturas. El exceso de mortalidad coincide con la semana en la que hizo más calor, la del 10 al 16 de octubre

En ese contexto crítico, el Gobierno de Canarias tuvo que tomar una decisión sin precedentes: suspender la actividad lectiva y cerrar durante dos días los centros escolares. «Si tenemos que sacar a los chavales dos días del colegio es que tenemos un problema», insiste Palop.

Y es que sin aire acondicionado, ni una correcta recubierta protectora para los edificios, los colegios se habían convertido en un hervidero que ponía en jaque la salud de los más pequeños. Este suceso, no obstante, también dio cuenta de una realidad irrefutable: el problema de Canarias no es solo el calor, sino las infraestructuras que nunca lo han tenido en cuenta.

Que las urbes isleñas se pudieran convertir en islas de calor y las viviendas en estufas industriales era algo previsible. De hecho, antes que el Archipiélago se metiera de lleno en este caluroso 2023, la Estrategia Canaria de Acción Climática ya identificaba estos problemas como las amenazas del futuro climático.

Renaturalizar las ciudades

«Gran parte de los núcleos urbanos canarios adolece de falta de elementos naturales, la denominada infraestructura verde, lo que limita la adaptación a los impactos del cambio climático que ya se están sufriendo», afirma el documento del Gobierno de Canarias.

Según las premisas del investigador holandés y director del Instituto de Soluciones basadas en la Naturaleza, Cecil Konijnendijk, la renaturalización de los espacios urbanos debería realizarse cumpliendo la regla del 3-30-300. Dicha teoría promulga que desde la ventana de cada hogar se puedan ver 3 árboles, que el 30% de la superficie urbana tuviera una cubierta arbolada y que cada persona pudiera acceder a un parque a menos de 300 metros. «Hoy en día no hay una ciudad en Canarias que cumpla estos requisitos», asegura Juan Palop, aunque admite que la regla no se puede aplicar igual en el norte de las Islas que en el sur.

Pero la renaturalización es solo una de las patas de la adaptación de Canarias al calor extremo. El experto considera que es necesario tener una guía y una cara visible que guíe las acciones políticas. En este sentido, aboga por poner en valor la figura de «oficial del calor» también conocidos como chief heat officers, un servidor público municipal enfocado en combatir los peligros del calor extremo y reducir los efectos de la isla de calor urbano.

Ciudades subtropicales como Atenas, Miami, Ciudad del Cabo o Los Ángeles cuentan con esta figura creada originalmente por la Fundación Rockefeller de Estados Unidos pero que ya ha sido adoptada incluso por la ONU. «Es inexplicable que Canarias no cuente con uno», remarca el arquitecto, que insiste en que «ver cómo otras ciudades que se encuentran a la misma latitud que nosotros se están posicionando es fundamental».

Palop, a través del Insituto20grados –una fundación sin ánimo de lucro que él mismo dirige– está tratando de promulgar nuevas ideas para concebir las urbes de Canarias para convertirlos en «oasis de salud». Ha empezado por el municipio de Ingenio en Gran Canaria, donde ha encontrado una oportunidad de renaturalizar los márgenes del barranco Guayadeque e Ingenio en su paso por los cascos de Ingenio, El Carrizal y El Burrero para transformarlos en parques urbanos.

«Hemos urbanizado los barrancos, ahora toca barranquizar los cascos», afirma Palop. El proyecto, denominado Parque Asociados, busca crear un «corredor verde» entre los tres núcleos poblacionales con infraestructuras verdes que combinen funciones de depuración natural, drenaje sostenible de pluviales, huertos urbanos y reservas de biodiversidad. Estos parques se convertirían en unas infraestructuras que, a su vez, facilitan espacios lúdicos y actividades comunitarias donde los vecinos se puedan refugiar en los días de calor. «El cambio climático es una realidad, y tenemos que ir pensando en apostar por este tipo de proyectos para garantizar la protección de las personas», insiste el arquitecto.

El ‘hervidero’ residencial

Pero no son las ciudades las únicas que se han quedado atrás a la hora de adaptarse al nuevo y acelerado contexto climático. Lo mismo está ocurriendo con las viviendas y edificaciones públicas del Archipiélago. El clima templado de Canarias ha mantenido durante décadas a las Islas al margen de los extremos de frío y calor que sufren otras comunidades autónomas y países. Quizás por eso nunca se ha preocupado por mantener unas óptimas condiciones térmicas en el interior de los edificios.

Ahora las infraestructuras se han quedado viejas. Así lo diagnostica también la Estrategia Canaria de Acción Climática que alude a la «longevidad» del parque edificado, asumiendo que «el largo periodo de vida de los edificios favorece que el medio urbano se enfrenta a importantes riesgos por efecto del cambio climático».

En efecto, los edificios canarios carecen de un diseño eficiente. Por un lado, «la construcción de viviendas no sigue un patrón lógico, se orientan según el trazado de las calles en lugar de tener por dónde sale y se pone el sol», argumenta la arquitecta bioclimática Araceli Reymundo. La mayoría tampoco cumplen la normativa de aislamiento térmico, dado que hasta 2006 Canarias estuvo exenta de aplicar esta regulación a la que, sin embargo, el resto de comunidades autónomas tuvieron que adherirse desde el minuto uno.

«La normativa en Canarias es tan laxa para adoptar medidas de aislamiento que la mayor parte de los edificios no están adaptados», asegura Reymundo, que califica al parque de viviendas como «grandes consumidoras de energía».

No en vano, en lugar de primar una buena cubierta aislante o una orientación que permita aprovechar mejor la luz solar, la mayoría de casas en Canarias opta por el aire acondicionado para climatizar. «Esta opción es, sin duda la peor, pues con la supuesta solución estamos alimentando el cambio climático», insiste Reymundo.

En este sentido, Palop urge a añadir «sofisticación» a las soluciones que se planteen para regular las temperaturas en edificios y viviendas. «Debemos optar por los diseños bioclimáticos, la inercia térmica e incorporar los principios de las cuevas», afirma Palop.

Convertir a las viviendas ya existentes en refugios climáticos conlleva a actuar en las cubiertas, es decir, incluir aislamiento térmico con muros exteriores, sellando los suelos e instalar ventanas de doble cristal. En las de nueva construcción, además de tener en cuenta el envolvente, también se deben orientar las fachadas hacia el sur. «La orientación óptima para Canarias», como explica Raymundo, que asegura que es la forma más fácil de que los hogares «se calienten en invierno y se enfríen en verano».

Para poder hacerlo se requieren subvenciones que, si bien existen –como el programa de rehabilitación residencial del Plan de Transformación y Resiliencia–, son mucho menos divulgados que los de instalación de placas solares en la cubierta de los edificios, por ejemplo. Esto ocurre, según Reymundo, porque a día de hoy los certificados de eficiencia energética valoran mejor que una vivienda tenga una placa solar o incluso calderas de biomasa, que en que haya actuado en la envolvente.

«Puede tener sentido en Europa, pero no en Canarias, los certificados de eficiencia energética deben adaptarse a las particularidades de nuestro entorno», insiste la arquitecta. Además, como remarca la experta esta decisión carece de sentido en la práctica. «Para poner una instalación de aire acondicionado rellenamos la cubierta de unas placas solares que tienen una vida útil de 20 años, mientras que si pones una envolvente térmica adecuada podrás ahorrar en placas y te durará toda la vida», relata.

Palop también arremete contra estas medidas más orientadas a la mitigación –reducción de emisiones de gases de efecto invernadero– que a la adaptación al cambio climático. «No hemos cambiado nuestras prioridades, optimizamos una variable y nos olvidamos de que hay cuatro problemas más por resolver», resalta. En el caso de las ciudades esto se traduce en querer apostar por el vehículo eléctrico en lugar de intentar reducir los espacios por los que se puede acceder en coche. «La política tiene que tener la valentía de cambiar esto».

Canarias ha estimado un gasto inicial de 1,3 millones de euros en distintas acciones de aquí hasta 2030 para acondicionar las ciudades y las viviendas a las nuevas condiciones climáticas, un 0,36% de la inversión prevista para la adaptación del Archipiélago. En concreto, para hacer frente a las islas de calor se propone implementar diferentes acciones (de concienciación y compromisos) para que los municipios adapten sus planes urbanísticos hasta conseguir 9 metros cuadrados de cubierta verde por habitante. Y en lo que se refiere a las viviendas, se busca impulsar políticas activas para rehabilitar el parque edificatorio, integrando en ellos la mejora de la envolvente térmica y criterios bioclimáticos para la adaptación a los aumentos de temperaturas.

Pero incluso existiendo una guía que vertebra estas políticas, la incidencia del cambio climático en Canarias es ya una realidad y urge a tomar decisiones mucho más aceleradas de lo que se había previsto. De ello depende que los canarios puedan escapar del calor en un oasis de sombra.

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