Bañadores de plástico de botellas o joyas de ceniza volcánica: la moda canaria se rebela contra la contaminación

Diseñadores como Aurelia Gil y Pedro Palmas, materiales como los de las hilanderas de El Paso o el calado de Ingenio, así como los proyectos de las escuelas de Diseño de las Islas son ejemplos de sostenibilidad en el sector

Las fibras naturales también se utilizan cada vez más en la costura

Las fibras naturales también se utilizan cada vez más en la costura / Adae Santana

Clara Morell

Clara Morell

El consumo de moda rápida, contaminante y poco ética está teniendo resultados nefastos en la naturaleza. Desde ríos enteros llenos de químicos por el proceso de teñido de los pantalones vaqueros hasta desiertos donde las prendas que nadie quiere se apilan en enormes montañas. Estas son algunas de las heridas que deja en el planeta la industria textil, la segunda más contaminante según las Naciones Unidas, solo tras la petrolera.

Ante el desastre medioambiental, instituciones, empresas y diseñadores tratan de idear prendas menos contaminantes en un lento pero constante camino hacia la búsqueda de la sostenibilidad. En medio de ese proceso se encuentra Canarias, donde sorprenden las colecciones de moda hechas con botellas de plástico o con fibras de plataneras. Sin embargo, una piedra se interpone entre el Archipiélago y su objetivo de hacer moda que no contamine: su condición de región ultraperiférica. Aquí no es rentable producir telas –no hay plantaciones de algodón o nilo– y tampoco hay una industria dedicada a salvar del vertedero aquellos textiles que merecen una nueva vida.

Uno de los grandes problemas que enfrentan los creadores canarios que buscan ser sostenibles es la falta de textiles en las Islas. Todo hay que importarlo por la ausencia de industria. No obstante, hay diseñadores que salvan este escollo recurriendo a la artesanía. La reconocida Aurelia Gil, por ejemplo, introdujo en sus colecciones piezas hechas por la Asociación de Caladoras de Ingenio e incluso bolsos confeccionados con fibras de plataneras. Creatividad en su máximo exponente para vestir los cuerpos sin generar más residuos.

En Gran Canaria, el sello Moda Cálida premia cada año la colección más sostenible que pasa por su pasarela. En la última edición, fue Pedro Palmas el galardonado tras sorprender con bañadores confeccionados con botellas de plástico recicladas. «Trabajo la moda baño con una licra hecha en tereftalato de polietileno (PET). Se trata de un tejido elaborado en Bilbao a partir de botellas de plástico que fueron recogidas del mar», cuenta el modista.

Palmas defiende el reciclaje como una vía «tan sostenible como otras» y recuerda que al trabajar con fibras recicladas da «una segunda vida a lo que ya se creó», sin tener que realizar nuevos procesos contaminantes. Uno de los aspectos de su colección que mayor impacto causa es el colorido, algo que solo es posible lograr de forma sostenible a través del reciclaje: «Se suele pensar que una colección sostenible debe tener colores tierra o rústicos. Si bien es cierto que los tintes naturales tienen sus limitaciones, cuando recurrimos al reciclaje logramos colecciones con colores vibrantes y sostenibles».

Contra la fabricación en serie

Ética y respeto al medioambiente son dos cuestiones muy ligadas. Para Pedro Palmas es tan importante que una prenda no contamine como garantizar las buenas condiciones laborales de quienes las realizan. Por eso, su producción es española: «Producimos aquí con las leyes de aquí. Trabajamos con empresas que cumplen los estándares de calidad y sostenibilidad». Los uniformes diseñados por Palmas se realizan en la Península por la dificultad que hay en las Islas para fabricar en grandes cantidades –pues recibe encargos de hoteles y otras empresas–, mientras que sus piezas de autor se elaboran en las Islas, desde sus bañadores y vestidos de fiesta hasta sus perfumes. 

En su atelier, el modista no almacena mercancía de más. Opina que esa es «la línea que deben seguir todos los diseñadores» y que ya es algo que el cliente «exige». De hecho, pone en valor cómo las famosas se apuntan cada vez más a repetir sus atuendos en público y a recuperar vestidos de colecciones pasadas para sus alfombras rojas, en vez de comprar por comprar: «La ropa de autor dura en el tiempo. A nadie se le ocurre tirar un vestido de Balenciaga».

Modistas jóvenes y conscientes

El ecodiseño es algo que ya se estudia en las escuelas de moda. En Tenerife, la Escuela de Arte y Superior de Diseño Fernando Estévez –en la que se estudia Diseño de Moda, un título equivalente al grado universitario– lleva a cabo el proyecto La venus de los trapos, una escultura creada a partir de una montaña de prendas recolectadas desde el comienzo del curso. «La intención es que el alumnado reflexione sobre el consumo excesivo impulsado por el fast fashion», explican los profesores Nereida Fuentes e Israel de San Secundino.

Esta instalación no solo busca crear conciencia sobre la importancia de reducir el consumo, sino también celebra la reutilización de la indumentaria como una forma de arte. Pero el proyecto no termina ahí. Las prendas que dieron vida a la obra serán cuidadosamente seleccionadas por los estudiantes y el excedente irá destinado a una caja de trueque con la que, desde hace más de un año, la comunidad educativa tiene la oportunidad de dar una segunda vida a las prendas.

Uno de los mejores ejemplos que hay en Canarias de cómo hacer las cosas bien son las hilanderas de El Paso –adscritas a Isla Bonita Moda–. Estas mantienen viva la tradición de elaborar la seda, desde la cría de los gusanos hasta el tejido y el bordado. El producto resultante es una tela natural y de kilómetro cero.

Aparte de esa seda hecha en La Palma, la Isla Bonita tiene más que aportar a la hora de reducir la contaminación. Andrés Acosta, director del sello Isla Bonita Moda y afamado diseñador palmero, considera que el hecho de que muchos modistas locales estén apostando por técnicas como el upcycling –que consiste en crear una nueva prenda a partir de otra antigua con el fin de darle una nueva vida– implica el compromiso que existe en la Isla. Además, también hay diseñadores haciendo joyas con plata reutilizada o incorporando materiales naturales. «En un momento de reconstrucción como el que vive La Palma, cuando se intenta recuperar la economía insular tras la erupción, el respeto por nuestra naturaleza, tanto por el verde de nuestro monte como por el azul de nuestros océanos, debe ser máximo», apunta Acosta.

En medio de ese proceso de reconstrucción nacieron iniciativas como la promovida en La Palma por la Escuela de Arte Manolo Blahnik, donde también es posible cursar estudios superiores en Diseño de Moda. El alumnado de la Escuela elabora joyería utilizando ceniza volcánica en un proyecto en el que también participa la firma española Tous. La directora del centro educativo, Mónica Reverón, cuenta cómo utilizar la ceniza sirve de «catarsis» al alumnado después de haber pasado por un episodio tan duro como la erupción y, a la vez, es una forma de utilizar un residuo que se amontonaba en cada calle de la Isla a la espera de que alguien «lo dotara de utilidad». 

Ya sea a través de botellas de plástico recogidas del mar o mediante ceniza volcánica, el mundo del diseño trata de abrazar los cuerpos sin desvestir al planeta. En un sector tan competitivo en el que las marcas se han diferenciado por su rapidez y bajos costes, Canarias se abre paso apostando por crear de una forma distinta, dando valor a lo artesanal, lo natural y la conciencia medioambiental. La ciudadanía ha hablado y ellos, escuchado. Para vender moda, no todo vale.