Escribo estas reflexiones con motivo de la celebración del 40 aniversario de Editorial Prensa Canaria, grupo al que pertenece LA PROVINCIA, sobre los principales hitos de la Justicia en estas cuatro décadas. Desde luego, jurídicamente hablando, el principal hito no puede ser otro que la promulgación de la Constitución, que también este año cumple 40, con lo que ha supuesto en el respeto y reconocimiento de los derechos humanos y las garantías procesales y, en cuanto a nosotros se refiere, la Ley Orgánica del Poder Judicial del 85. Con la Constitución quedaría abolida la pena de muerte, prohibidos los tratos inhumanos o degradantes, desaparecerían los tribunales especiales como el Tribunal de Orden Público, y se garantizarían los derechos de las partes en el proceso penal. La LOPJ supuso una regulación ad integrum del Poder Judicial, nuevos órganos tanto jurisdiccionales como gubernativos, competencias, formas de acceso, responsabilidad y un largo etcétera. En el 95 se facilitaría a la ciudadanía, con magníficos resultados, la participación en la Administración de Justicia a través del Jurado Popular.

Y de todos esos derechos, hoy constitucionales, debemos destacar la lucha para conseguir uno de ellos: la igualdad entre todas las personas con independencia de su sexo. La mujer se incorporó a las carreras judicial y fiscal en el 66 y, aunque hoy son mayoría, la igualdad no será real hasta que en los altos cargos haya paridad. Parece que fue ayer cuando la mujer tenía que pedir permiso a su marido para abrir una cuenta o trabajar. La necesidad de esa licencia marital se derogó en el 1975. El adulterio dejó de ser delito en el 78. A partir del 81, los matrimonios ya podían divorciarse y unos años más tarde, en el 85, ya no era necesario que las españolas se fueran a abortar a Londres. A partir de 2005, el matrimonio ya no sólo sería la unión de un hombre y una mujer.

Pero si el Derecho ha avanzado enormemente, para mí, existe un invento revolucionario que marca un antes y un después: me refiero al ordenador. Echo la vista atrás y me veo en el 88 rodeado de libros abiertos por la página donde se encontraba alguna sentencia del Supremo aplicable al caso. Mi primer ordenador fue un Amstrad de pantalla oscura con letras verdes. Hacíamos las sentencias a mano, copiando la jurisprudencia o fotocopiándola para que la intercalara el funcionario cuando la copiara, y si algún párrafo se nos olvidaba, poníamos asteriscos o números que nos remitían a los márgenes, donde copiábamos el texto omitido. De locos. Después el funcionario ponía papel de calco, dos o tres para las copias, y comenzaba a mecanografiar los folios redactados a mano. Pero no un funcionario cualquiera, sino uno que entendiera tu letra.

“Y de todos esos derechos debemos destacar la lucha para conseguir uno de ellos: la igualdad de las personas al margen de su sexo”

En fin, igualito que ahora; Las bases de datos nos proporcionan en segundos la jurisprudencia que buscamos y, si se busca un procedimiento, por antiguo que sea, lo podemos localizar, también casi de forma instantánea, por el número o por los intervinientes, etc. Redactamos la sentencia, y una vez firmada se graba y se entrega para su notificación. Los profesionales, antes entregaban los escritos en papel timbrado. Hoy lo hacen de forma electrónica evitando el papel, y con textos enriquecidos con jurisprudencia, gracias a la informática. Vaya si ha cambiado la Justicia.

Todas estas mejoras han contribuido a conseguir una Justicia de mayor calidad, en el fondo y en los tiempos de respuesta, al servicio de la ciudadanía a la que servimos, como estoy seguro que también en el periódico LA PROVINCIA, la tecnología y la cualificación de sus profesionales ha supuesto indudables mejoras de las que se benefician sus lectores. Felicidades por el quadragésimo año del nacimiento de EPI, deseándoles, de todo corazón, un largo camino.