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José Perez Curbelo
Ver galería >Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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Gustavo Rodríguez se pasea por el interior de la farmacia de la plaza de San Nicolás de Bari, en Sardina del Sur, vestido con una camisa de color rosa y un clásico pantalón de traje azul marino. Entra y sale del mostrador con una familiaridad que solo pueden tener aquellos que, como él, han dedicado su vida a cuidar de lo demás desde el interior de la apoteca. Rodríguez colgaba la bata hace unos años tras más de cinco décadas ejerciendo como farmacéutico y ahora es su hijastra Rosa Jiménez, quien recoge el testigo con la esperanza de continuar con el legado de Rodríguez.
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