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Juan Carlos Castro
Ver galería >Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
Juan Carlos Castro
Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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Hace más de 100 años Carmen Reyes empezó a amasar pan en un alpendre ubicado entre los callejones del hoy pintoresco pueblo de Fataga y llevó uno de los alimentos más básicos a toda la gente del barrio y sus cercanías. Años después, el negocio lo heredó su hijo Claudio Teófilo y llegó hasta su tercera generación con su nieto Antonio Vicente Cazorla, quien trabajó la Panadería Fataga junto a su esposa, Rosario Artiles, hasta principios de 2020, cuando tuvieron que cerrar por la pandemia.
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