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Juan Castro
Ver galería >«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.
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