Los doce cementerios activos que existen en Fuerteventura se convirtieron ayer en un punto de encuentro de numerosas familias con sus difuntos. También hay otro camposanto en el caserío de Cofete aunque desde hace 65 años no se entierra allí a nadie. Durante toda la jornada el trasiego en los camposantos fue incesante aunque desde la jornada anterior ya se vislumbró una asistencia importante de personas que adelantaron el homenaje a sus seres queridos para evitar aglomeraciones en el día principal de esta festividad. Los cementerios recuperaron los responsos del Día de Todos los Santos, tras la entrada en vigor del nivel 1 de la pandemia si bien se implantaron las medidas de seguridad establecidas por las autoridades sanitarias con respecto a la Covid-19.
Todos los ayuntamientos majoreros se esforzaron en realizar mejoras en los cementerios para que los vecinos los encontraran en el mejor estado posible al acudir a honrar a sus seres queridos. Ello no evitó alguna queja por el horario de apertura, pues en el caso del cementerio viejo de Puerto del Rosario, por ejemplo, a las 10.00 horas aún estaba cerrado. Desde muy temprano ya se vislumbraba a numerosas personas que se acercaban a los camposantos con ramos de flores y sentimientos encontrados, sobre todo quienes han perdido recientemente a familiares.
La eucaristía en honor a los difuntos también se convirtió en un acto de dolor para los familiares por los recuerdos que emanaban de su partida. En muchos momentos no había consuelo.
Juan Pérez llegó desde Gran Canaria a Fuerteventura para recordar a su padre. «Vengo todos los años desde que murió y espero hacerlo hasta que el cuerpo me aguante. Es el mejor homenaje que le puedo hacer», comentó.
Por su parte, Rita González se desplazó desde Tenerife para estar junto a la tumba de su hermana fallecida hace unos años. «Nos dejó un importante vació. Desde entonces vengo este día porque necesito sentir que todavía está conmigo», explicó.
El poblado de Cofete, en el municipio de Pájara, dispone de un cementerio con una antigüedad de 202 años. Hasta el año 1956 se enterraban en él a personas que fallecían en Morro Jable y en los numerosos valles donde se asentaban familias de agricultores y ganaderos. En aquel entonces, el cortejo fúnebre tenía que cruzar por el sendero de la degollada de Gran Valle hasta Cofete a pie con el cuerpo cargado a hombros o utilizando el camello o burro.
El cementerio continúa manteniendo su forma de antaño, con tumbas de piedra cubiertas por arena y cruces de madera desteñidas y afectadas por los efectos del tiempo, el sol y de la brisa marina, dado que se encuentra a escasos metros del mar.
La familia Viera Saavedra acude puntualmente cada año por estas fechas a recordar a Carmen, una de las hermanas de esta afamada y numerosa familia sureña, que falleció en 1953. Sin embargo, en esta ocasión, las flores se sustituyeron por el recuerdo y la oración.
José Viera, el afamado luchador conocido como El Faro de Jandía se encarga siempre de las flores, pero este año no pudo. «Por motivos de salud no pude ir a ponerle flores como hago cada año en nombre de toda mi familia. Tuve que desplazarme a un centro hospitalario por un tratamiento. Cuando regresé a casa, sí fui al cementerio a recordarla y a rezarle una oración», señaló el exbregador ayer.
