Abrevaderos de ganado, acueductos, puentes, atarjeas, aljibes, estanques, pozos o galerías forman parte del patrimonio etnográfico del llamado canal de La Esperanza, una iniciativa privada que pretendió abastecer de agua a Puerto de Cabras, la antigua capital majorera, a finales del siglo XIX. Todas estas estructuras vinculadas a la industria hidráulica se encuentran en el más completo abandono ante la desidia de las instituciones públicas que no articulan medidas para evitar la desaparición de este patrimonio.

La Asociación Patrimonial Efequén, de reciente creación, organizó recientemente una visita guiada por las zonas por donde discurrió el canal de La Esperanza, la mayor obra de ingeniería hidráulica insular de todos sus tiempos, hasta la segunda mitad del siglo XX. El doctor en Historia Carmelo Torres Torres fue el maestro de ceremonia y fue ilustrando a las 70 personas que participaron en la iniciativa no solo la importancia de este patrimonio hidráulico sino las distintas vicisitudes por las que atravesó la obra, desde el inicio de sus trabajos hasta la conclusión de los mismos.

Estos se prolongaron desde la primavera de 1899 hasta mayo de 1903, cuando por fin el canal alcanzó a llevar el agua desde el barranco de Río Cabras (Tesjuate) hasta el centro de Puerto de Cabras. De este modo, «podemos afirmar que las labores se iniciaron hace 123 años, realizando tres pozos y unas enormes zanjas de aproximadamente 400 metros en la arena y tierra del barranco, para continuar por espacio de algunos metros más a modo de galería en la roca misma», explicó el profesor Torres. Además, añadió que «tras estos trabajos y una vez comprobado que la cantidad de agua lo permitía, se acometió la ingente labor de crear una atarjea que fuese capaz de llevar agua desde su naciente hasta Puerto de Cabras».

Durante el paseo resultó especialmente llamativo conocer como la capital entonces no contaba con ningún aporte de agua, sino únicamente el que cada vecino fuera capaz de ir acumulando en sus aljibes, tanto de las lluvias como trayéndola de otras localidades o de pozos cercanos. Igualmente sorprendió a los participantes la existencia de trece estructuras aéreas, entre puentes y acueductos, que permitían que la atarjea que transportaba el agua mantuviese siempre la necesaria inclinación que posibilitaba llevar el líquido elemento desde Tesjuate hasta Puerto de Cabras, simplemente por gravedad. Toda una gesta en la que intervino el ingeniero de caminos, canales y puertos grancanario Pedro Matos.

Salvar los desniveles

Se debieron erigir además varios muros enormes que soportaran la atarjea para salvar desniveles reseñables, mientras que en otros tramos el canal se mantiene prácticamente intacto, pues para mantener la inclinación se adentraron en el subsuelo, favoreciendo con ello su preservación.

El objetivo de dicha iniciativa era lograr el abasto de agua potable para la ya en ese entonces capital insular, intentando con ello promover el desarrollo del que se había visto privada hasta ese entonces, en buena medida, debido a la escasez del líquido elemento.

A este propósito final cabe sumar que parte del agua que circulaba por la larga atarjea de unos 11 kilómetros de recorrido, con 35 centímetros de ancho por 30 de altura que ponía en contacto Tesjuate con Puerto de Cabras debía destinarse a regar los campos circundantes. La interesante iniciativa logró abastecer a buena parte de los vecinos de esta localidad, contribuyendo además a iniciar los cultivos del tomate, papas, hortalizas y la remolacha en Fuerteventura, concretamente en la Finca de los Perdomo, en Zurita. Además de para el consumo humano y animal, también se destinó el agua a realizar los primeros riegos de árboles de ornato desarrollados en la capital.

Los participantes en esta ruta del agua pudieron comprobar que el estado de conservación del citado patrimonio hidráulico, testigos de la época sedienta de Puerto Cabras y de la isla en general, en la mayoría de los casos es bueno/medio, si bien se constaron lamentables casos en los que la acción erosiva del agua amenazan con terminar de hacer caer las piedras que permanecen sujetas únicamente por su peso y el encaje a que fueron sometidas en el momento de su construcción, especialmente en los distintos puentes y acueductos.

El patrimonio hidráulico majorero se encuentra sumergido en el más completo de los abandonos por parte de las instituciones públicas que siguen mostrando su ceguera ante la desaparición de la cultura del agua en Fuerteventura. Una ruta guiada por el canal de La Esperanza, una iniciativa privada que pretendió abastecer de agua a Puerto de Cabras a finales del siglo XIX, fue determinante para comprobar el deterioro de este patrimonio etnográfico formado por atarjeas, abrevaderos de ganado, puentes, acueductos, pozos, galerías o aljibes