Los destellos de la luz del faro de Jandía se apagaron. La muerte de José Viera Saavedra, conocido en el mundo deportivo como Faro de Jandía, en La Habana (Cuba) a los 57 años ha dejado huérfano al deporte vernáculo canario, no en vano fue un importante referente en la década de los 80, no solo en Fuerteventura, sino en el resto de las islas del Archipiélago. Se da la circunstancia de que hace escasos días también falleció en el país caribeño otro destacado luchador canario, Manuel Trujillo, Pollo Barranquera I.

José Viera nació en Cofete en el seno de una familia humilde dedicada a la agricultura y ganadería en una época donde los majoreros tuvieron que bregar con el hambre, la sed y la miseria. Se quedó huérfano con tan solo nueve años al morir su madre durante uno de sus partos, pues alumbró 12 hijos.

Su afición por la lucha le venía de niño cuando pegaba con sus vecinos del pequeño poblado de Cofete en la misma era donde se trillaba la sementera o bien en la arena de la afamada playa, una de las zonas más valoradas a nivel nacional. Ya entonces comenzaba a despuntar excelentes cualidades para este deporte vernáculo heredado de los antepasados canarios.

Un día, Manuel Trujillo lo descubrió y se dio cuenta que José Viera tenía un enorme futuro por delante como luchador. Lo animó a entrenarse y prepararse, le enseñó las mejores técnicas y le aconsejó que la nobleza y la bondad eran dos cualidades importantes para ponerse la ropa de brega y saltar al terrero.

Luchó en equipos de La Palma, Gran Canaria y Fuerteventura, donde dejó huella

Pepe Viera iba diariamente caminando por las veredas de Cofete hasta Morro Jable, unos doce kilómetros entre ida y vuelta, para aprender las mañas del ancestral deporte canario. Y fue así como comenzó a despuntar en la lucha canaria. Dejó huella en los equipos por los que ha desfilado: Jandía, donde se inició, Bediesta (La Palma), Maspalomas (Gran Canaria) Rosario (Puerto del Rosario), San Miguel (Tuineje) y Maxorata (Tarajalejo). La retirada le llegó a los 37 años, en 1997.

El puntal tenía tantos kilos, más de 162, y dos metros de altura, como corazón. Una persona de infinita bondad que siempre estaba dispuesto a ayudar a quien se lo pedía. La misma calidad humana que derrochó en vida la plasmó en los terrenos con una tronchada poderosa que pocos rivales pudieron contrarrestarla.

El poblado de Cofete y la familia de El Faro están históricamente ligadas, no en vano proceden del primer poblado que diera vida posterior a Morro Jable, no en vano en el año 1819 ya se habían establecido algunas familias.

En este poblado regentaba el restaurante del mismo nombre atendido por la propia familia. Allí, donde el caldo de pescado, el gofio escaldado y la carne de cabra se convierten en joyas de la gastronomía majorera.

El establecimiento, paso obligado a quienes visitan la Isla, también se convierte de forma habitual en el templo del folclore canario, donde Pepe Viera era un auténtico cantador. En las recientes fiestas de San Juan las parrandas se convirtieron, junto a la suculenta carta, en un escenario donde las isas, polkas y folías sonaron más allá del Atlántico.

El gran puntal majorero contrajo matrimonio en 1988 con Saro, con la que tuvo tres hijos: Rubén, Juana y Yelosía. Sus familiares gestionan con la Embajada de España en Cuba para la repatriación de su cuerpo.

José Viera tenía una enorme apego a su familia. Acudía cada Día de los Difuntos al cementerio de Cofete, en la misma playa. Allí tiene enterrados a sus abuelos paternos y a su hermana Carmen. Siempre reivindicó que mejoraran el camposanto.