Juanita Rodríguez Granado cumple hoy domingo 101 años, un número capicúa que simboliza su buena suerte y su salud férrea, tan solo atenuada por una soportable dureza de oído, una operación de tiroides hace treinta años y unas piernas centenarias que a veces le flaquean. "Antes trabajábamos en el campo hiciera frío o calor. Aunque eran muy fuertes, nadie se quejaba. Hoy la gente es más quejica". Juanita prefiere el calor al frío. De hecho, cuando están altas las temperaturas no se arredra. "Para calor lo que pasábamos antes cuando trabajábamos en la labranza con el sol encima".

Es la costurera más longeva de San Mateo, un pueblo donde tiene una especial tradición este oficio. Nació en La Higuera en una familia de nueve hermanos. Sus padres se dedicaban a la labranza, pero una tía sí cosía y ella aprendió. Cose desde muy joven, cuando dejó las tierras y los cultivos por el hilo y la aguja. Vive con una de sus hijas, Susana, también costurera como ella.

"Coso a mano, no a máquina. Le hago las vueltas a los pantalones. Lo que sea a mano mi hija me lo pasa". Tuvo siete hijos, pero dos se le murieron de chicos: uno de un año y otro de ocho, después de hacer la primera comunión. Hace tres años falleció una hija septuagenaria.

Todas sus hijas le salieron costureras. "Yo más bien pantalonera", apostilla Susana, que solo se aparta de su madre cuando sale a comprar los ingredientes de la comida de cada día. "No me gusta quedarme sola cuando mi hija sale a comprar al mercado", dice resignada.

"La ropa que tienen los santos de la iglesia se la hice yo con la ayuda de otra hija", dice orgullosa Juanita. "He hecho más de veinte albas a los curas", pero nunca les ha cobrado. Dios se lo pague. Al menos, tan creyente, lo cobrará en misas.

Cada día se levanta temprano, se asea ella misma y desayuna. Su hija le hace una naranjada y ella baja de la planta alta, donde está su dormitorio, a la baja "ayudándome de la barandilla y un bastón". Se toma su café con leche, además de gofio de millo y trigo, siempre trufado con higos pasados. Come de todo: potajes, chuletas, carne cochino...

Su mayor pesar es que sus piernas ya no le responden como antes y por eso ha dejado de ir a misa cada día. Juanita, que es una mujer muy religiosa, disfruta ahora de la misa diaria gracias a la televisión, donde un canal católico, 13 TV, la tiene obnubilada. No obstante, el cura le lleva la comunión a su casa.

Tras ver la misa televisiva cambia de canal para incorporarse a su programa favorito: La ruleta de la fortuna, en Antena 3. "Mi madre adivina a veces algunas palabras. Luego almorzamos, vemos el telediario, el Telecanarias y una novela. Después apagamos la tele para rezar el rosario". Su canal preferido es la 1 de Televisión Española. No suele perderse Cine de barrio los sábados por la tarde, sobre todo cuando salen Joselito o Marisol.

Reconoce que de la costura rural no se vive demasiado bien, aunque con su pensión y una pequeña ayuda que recibe su hija por cuidarla tienen para ir tirando para afrontar las necesidades básicas. Para comer no falta. Se ríe de la crisis actual después de haber pasado tantas penurias en su secular vida. "Antes pasábamos necesidades, pero no nos quedábamos sin comer porque los que trabajamos el campo y la labranza al menos tenemos alimentos que llevarnos a la boca, no pasábamos hambre. Plantaba millo, recogía papas y trigo. La labranza era más duro que coser".

Sus jornadas como costurera eran maratonianas. Se iniciaba con la salida del sol y se acaba con su puesta. Le ha hecho la ropa a mucha gente del pueblo, desde los curas a los políticos. Una vez hizo, hace años, el traje típico canario a toda la corporación municipal. Todos los curas que han pasado por San Mateo han vestido las ropas que Juanita y su familia han elaborado. "Les he hecho de todo: albas, estolas, bordados para tapar la copa del cáliz, manteles del altar".