Monumental. El teatro de Gáldar concentra una enorme riqueza arquitectónica, artística y cultural. Un valor heredado del histórico edificio construido en 1912, y engrandecido por las más recientes aportaciones estéticas.

Las raíces del inmueble hay que buscarlas en el viejo teatro de Gáldar de 1847, uno de los dos centros más antiguos de Gran Canaria promovidos por instituciones sociales, junto al Gabinete Literario, según el doctor en historia y Cronista Oficial del municipio, Sebastián López.

El Casino de Gáldar regentó este teatro hasta que hace un siglo decidió reemplazarlo. "Gracias a la sociedad La Amistad se construyó el actual Teatro de Gáldar, sociedad que propone su construcción al ayuntamiento, propietario del solar, con la presentación de un proyecto, presupuesto y las condiciones por las cuales el edificio podría pasar a propiedad municipal. Todo fue aprobado y las obras se iniciaron en la parcela del anterior coliseo", recuerda el profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran canaria. Pero no sería hasta 1934 cuando vuelve al municipio, "que lo arrienda como cinematógrafo hasta la década de los 60 del siglo XX, momento en el que pasa a ser gestionado directamente por la institución". Los planos de la obra aparecen sin firma, aunque el diseño original sufrió modificaciones para ampliar su capacidad. Desde el punto de vista arquitectónico, el historiador habla de que se trata de un ejemplo de clasicismo academicista, con fusión de materiales tradicionales como la cantería de Gáldar y la madera, sobre todo en el exterior, y el hormigón armado, especialmente en el interior.

La escasez de recursos económicos frenó en aquella primera época el ornato interior del Teatro. No sería hasta 1980 cuando el Ministerio de Cultura inyecta dinero en su rehabilitación, centrándose en las fachadas exteriores. No se puede pasar por el alto que el centenario edificio se encuentra inmerso en el Conjunto Histórico Artístico del casco de Gáldar, que recibió en el año 1981 esta catalogación. A su lado se encuentra el drago centenario, con el nuevo salón de plenos, más allá la plaza y la iglesia de Santiago y, a escasos metros, la entrada a la Cueva Pintada.

Con el tiempo el proyecto recibió financiación del Cabildo y del Ayuntamiento, que fueron paso a paso dando forma definitiva al actual Teatro, que ha vivido todo tipo de espectáculos y hasta el acto institucional de la toma de posesión de la Corporación de Gáldar.

El Cronista habla de que la rehabilitación de este edifico fue una "historia interminable". Las obras se prolongaron durante 30 años.

La última fase comenzó en 2008, centrándose en darle el toque artístico y ornamental, con el fin de garantizarle una trascendencia que va más allá de la arquitectónica. Y es aquí donde se echa mano de Pepe Dámaso, que fue el encargado del diseño del interior de la cubierta. Y junto a él artistas como Cristóbal Guerra y Rufina Santana.

La obra central encomendada a Dámaso era el techo de platea que, como recuerda Sebastián López, estuvo antaño cubierto por un cielo raso de color rojo y que en las últimas décadas dejaba vista la tijera de la cubierta.

Desde 1912 el patio de butacas estaba en un espacio caja, marcado por la horizontalidad del cielo raso, tal y como recoge su expresión en una ponencia pronunciada en el Congreso Internacional sobre rehabilitación del patrimonio arquitectónico y edificación celebrado en Chile hace dos años. Esta idea fue modificada, proponiendo como alternativa una falsa cúpula en forma de caracola dentro de la estructura de madera del techo.

Las bóvedas catalanas del vestíbulo están decorados por Cristóbal Guerra. En las hornacinas hay un tríptico que recupera visiones del desaparecido Palacio de los Guanartemes, con sus muros pintados y vigas prehispánicas. Y junto a él un cuadro de Rufina Santana. También son visible réplicas de los reputados artistas galdenses Antonio Padrón y Juan Borges Linares. Y, como memoria viva del primer teatro datado en el reinado de Isabel II, se incluyeron fotos antiguas de labradores del siglo XIX y vistas de la ciudad, en forma de "ventanales en el tiempo", según el historiador.