"El almendrero es para Valsequillo como los cerezos a la primavera". Parafraseando al poeta chileno Pablo Neruda, el ingeniero agrónomo y profesor José Juan Pérez Suárez (Valsequillo, 1967) rindió ayer un homenaje al almendrero (como se le denomina en estos lares) y a las personas que han conservado este árbol como referente del municipio.

Pérez Suárez leyó anoche el pregón ante "todos los amigos y vecinos que vienen a acompañarme en este día tan importante para mí. La de ser pregonero de una de las fiestas más populares de mi pueblo de nuestro pueblo, Valsequillo".

"Cuando a uno le proponen tal reto pueden ocurrir varias cosas: la primera, negarse o buscar excusas; la segunda, hacer referencia a las fiestas, a las correrías de jóvenes y recordar con nostalgia cualquier tiempo pasado, aunque no mejor, y la tercera, hacer un homenaje al almendrero y a las personas que han hecho de este insigne y noble árbol un referente en nuestro pueblo. Yo como es obvio he optado por esta última", añadió.

El pregonero manifestó que "no cabe dentro de este pregón hacer referencias bibliográficas de antaño, de su origen, de su introducción en las islas y en nuestro municipio y hasta de la tan alocada orden que lo declara especie introducida invasora. Yo quiero ser más reciente y quiero que mi pregón gire en torno al almendrero, y a su importancia en la economía agrícola de nuestro pueblo".

Suárez explicó que "sin ser reconocido como árbol festivo, desde muy temprano en su floración ya nuestros paisanos miraban con recelo la espectacularidad de la misma, pendientes de lo que en un futuro próximo podrían ser unos ingresos que aliviarían en parte la frágil y delicada economía valsequillera de la época y además de servir de fondo de pantalla para muchas de las fotos de las jóvenes de la época, aunque en blanco y negro".

Recordó que "algunos contemplaban la floración como un idilio de esperanza", aunque fundamentalmente como "árbol caritativo que daba de comer a los que no tenían nada que echarse a la boca; mato agradecido que hasta contentaba a los más necesitados con un gajo para la leña".

"Avanzan los meses y con el mimo y trato de un frutal que merece respeto, el almendrero se cuida, se limpia consciente de su importancia futura y se desea si se desea, como el tan socorrido poema de Pablo Neruda, porque el almendrero es a Valsequillo "... como los cerezos a la primavera?", declaró.

El profesor afirmó que el almendro está presente en todo el municipio, aunque los más apetecidos son los de solana, mejor que de umbría, "mejor los de Las Hoyas que la de Los Montes o La Culata, pero qué más da la procedencia si la almendra es de Valsequillo y aunque la fanega son 50 kilos la cantidad de pipa no es la misma, y si no que se lo pregunten a los compradores-ojeadores de almendras. Desde Antoñito Martel pasando por Mariquita La Palma, Juan Rosa, Jacintito Ortega, Manolito Sánchez y por último Antoñito Pérez, eran conocedores de los distintos 'pisos' para comprar la almendra".

Habló de la escascará como todo un encuentro social. "Qué más quisieran las redes informáticas actuales tener el éxito de tales foros, en donde las únicas vías de comunicación eran la mirada y la palabra".

"Por entonces Lorencito el del Parral y Antoñito Muñoz", rememoró, "adquirieron una máquina descascaradora que aliviaba los picores del polvillo de las cáscaras y permitía irse a la cama más temprano y sin las uñas desencajadas de pelar tanta almendra, pero lamentablemente acababa con las eternas y pícaras conversas. Una vez descascaradas se tendían en las azoteas al sol, se volteaban, se rezaba para que no lloviera y por último se pesaban".

Las partías y espipitás era la fase final de un largo proceso, con piedras personalizadas, labradas a medida, "que golpeando una a una llegaban a partir hasta una fanega al día, que depositadas en costales eran entregadas al mediador para su pago, y al final ver cumplidos los sueños y las ilusiones que se habían gestado durante los meses de enero y febrero".

En su pregón recordó que fue Antoñito Pérez el que compitió con la entonces única máquina partidora de almendras ubicada en Tirajana, propiedad de Camilo Álvarez, que fue un "alivio a las tan arduas labores manuales del procesamiento la almendra".

Aún después de espipitá, la cáscara era reclamada por las panaderías para elaborar un exquisito pan de leña, "del que presumían y daban un punto de calidad, siempre con los subproductos de la almendra de Valsequillo".

La almendra amarga también se recogía, aunque su destino era bien distinto: productos de cosmética y alguna medicina. Las fincas grandes tenían localizados los ejemplares amargos pero en fincas dispersas como La Higuerilla "había que ir probando uno a uno los almendreros para distinguirlos y poner junto a la base del tronco un mojón que lo identificara".

Contó que la espigá, "después de apañadas entre majanos y terrenos escarpados, prestaba auxilio a todas aquellas mujeres que esperando una renta extra iban con una caña vareando las pocas almendras que quedaban en el mato o hurgando entre las piedras a ver si hallaban alguna almendra tal pepita de oro". Por último, José Juan Pérez invitó a los valsequilleros y visitantes a disfrutar del tipismo y del costumbrismo de la tierra.