A las 11.47 horas de ayer el ranchero de agua de la Comunidad de la Lumbre, Ángel Vega, abrió la torna por la que por fin entraban los caudales de la presa de Soria y Chira por el reparado Trasvasur, el mixturado de túneles y acequias que salva 14 kilómetros de distancia entre las dos grandes presas y el barranco de Tirajana, un momento que fue institucionalizado con la presencia del presidente del Cabildo, José Miguel Bravo de Laguna, e inmortalizado con una placa con los datos del hito.

Con la primera luz de agua que entra por la Boca 9 y 10 de esta obra de ingeniería reabierta ayer tras un derrumbe que la mantuvo inoperativa durante dos años, y los posteriores empates que hace luego con la tubería de Acasa hasta la cantera de Milano, ya en el municipio de Agüimes, es posible enviar un viaje de agua desde el Sur hasta los cultivos del Sureste, y conectar a su vez esta autopista, a golpe de bombas de impulsión, con la red de distribución de agua de Las Palmas-Sur.

Y de momento para ahí. En las próximas semanas, una vez terminadas las obras de una nueva estación de bombeo, ya se podrá dar chorro hasta Las Palmas-Norte. Y de ahí a Gáldar, en el plazo de unos pocos días.

Quedará así terminado en 2013 un proyecto que maquinó Matías Vegas, entonces presidente del Cabildo de Gran Canaria cuando a finales de los años 60, con una isla al borde de la insurrección capitalina por la escasez de agua de abasto, pretendía traer agua de los grandes embalses del sur para llenar los bidones de Las Palmas de Gran Canaria, con unos barrios en pie de guerra por los continuos desabastecimientos.

Al poco, con la llegada de la vanguardista ingeniería de desalación de agua, que alivió desde el mar aquella desertización urbana, la técnica venció a la gravedad, dejando en segundo plano un Trasvasur ideado más por la emergencia que por la práctica.

Vasos comunicantes

Son 35 años desde que comenzaran los trabajos sobre el terreno y los posteriores abandonos y que por fin en este verano podrá darse por terminado, si bien su fin ahora es sólo para impulsar agua de riego, nunca para abasto, funcionando como un gran sistema de vasos comunicantes reversible de una longitud total de 300 kilómetros, de forma que desde la banda sur se puedan enviar caudales si es necesario a la banda norte, y viceversa.

Para entender la dificultad de esta obra que combina la minería con el funambulismo hay que describir un paisaje, el de Los Tabucos en Lomo de Pedro Afonso, municipio de San Bartolomé de Tirajana, que es una maqueta a escala del Cañón del Colorado, con desniveles impresionantes que arrancan a varios cientos de metros sobre Cercado de Espino, y desde donde cuelgan los cuatro kilómetros de acequias desde filos vertiginosos, y los 10 kilómetros lineales de túneles que horadan las montañas con unas dimensiones de casi tres metros de ancho, entre 1,60 y 1,80 metros de altura y forrados con bulones autoperforantes, cerchas metálicas, encofrados y armaduras de hormigón de chapa Bernorl, que pintan una imagen interior de la era preindustrial.

Solo para arreglar los 120 metros de desprendimientos que sufrió hace dos años entre Arguineguín y Chamoriscán, en la citada Boca 9-10 reabierta ayer, se tardaron 10 meses de proyectos y trabajos y un presupuesto de 581.483,60 euros para desalojar los materiales y dejar el túnel en mejores condiciones que cuando se abrió en el año 2003. Los trabajos fueron adjudicados por el Consejo Insular de Agua a la unión temporal de empresas formadas por Ferrovial y Petrecan.

Sin embargo esta no es la primera gran obra en su especie que se realizó en Gran Canaria. Su precedente supuso la mayor obra de ingeniería y de más costo de su época, tanto de España como de la América de la Conquista cuando en el siglo XVI comenzó el túnel de La Mina, con el mismo concepto: desviar las aguas que bajaban por la cuenca de Tejeda por un barranco del Guiniguada que inmediatamente después de la llegada de los europeos fue resecando su cauce casi día a día por la demanda de los masivos cultivos de caña de azúcar y la fábrica de sus ingenios.

No obstante el túnel de La Mina tardó mucho menos en ejecutarse: 25 años, entre 1501 y 1526, frente al casi medio siglo de estos 14 kilómetros, una distancia que, si bien parece escasa, en casi línea recta salva los embalses de Ayagaures, Gambuesa y Tirajana en su intrincado camino hacia el sureste.

Una idea de su complejidad viene dada por su presupuesto total hasta la fecha: entre 24 y 25 millones de euros según informó ayer José Miguel Bravo de Laguna, y el hecho de que jamás ha funcionado a pleno rendimiento, en ocasiones por incidentes como el reparado ayer, y que obligó a desalojar 700 metros cúbicos de tierra tras el desplome de una bolsa de agua en su interior.

En cualquier caso se sigue considerando el túnel como una válvula de seguridad para equilibrar las deficiencias hídricas allí donde se presenten, garantizando el abastecimiento agrícola y amortiguando los precios del agua entre las diversas zonas.

De ahí la apuesta y el empeño por continuar -y alargar- el proyecto hasta la comarca norte.

El titular de la actual Corporación grancanaria subrayaba que la labor de su grupo de gobierno ha sido la de tomar y continuar el testigo del Trasvasur "hasta culminarla para otorgarle rentabilidad social". Desde arriba, con en el gran tornillo que abría el paso de la acequia hacia el túnel, en su entrada 10, el ranchero Ángel Vega esperaba la orden tras el descubrimiento de la placa por parte del presidente, el consejero de Agricultura, Francisco Santana y la alcaldesa accidental, Elena Álamo: "Abran válvulas", dando luz una vez más al río apagado.