¿A qué hace referencia exactamente el alias Pollo de la Barranquera I?

La palabra Pollo, en el argot de la luchada, hace referencia a los luchadores distinguidos, seguido del lugar de origen. En mi caso, me llaman así porque soy del barrio de La Barranquera de Telde. Y el número uno es porque he sido el primero de una saga de hermanos y sobrinos dedicados a este deporte. Además, espero que mi hijo Yosvani herede el puesto X, pero al ser tan pequeñito habrá que llamarlo el Pollito de La Habana (risas).

Ha vivido la posguerra, una dictadura y en democracia, ¿con qué época se queda?

Cada etapa fue distinta. De la posguerra recuerdo el hambre y las necesidades que puede llegar a pasar un pueblo. Con la dictadura llegaron las luchas por los valores y los principios y también los años de mi juventud, aunque aún sigo siendo un niño (risas). Y de la última etapa, en la que no creo que España viva en una verdadera democracia participativa, me quedo con mi vida en Cuba, donde al menos no se presume de grandes libertades ficticias.

De pequeño se crió entre cabras y tomateros, ¿qué recuerda de su niñez?

Principalmente me acuerdo de las miserias que padecimos en aquella época. A la edad de los nueve años trabajé en la zafra de tomates en el barranco de Silva. Mi padre trabajaba en un pozo sacando agua y mi madre en un almacén de empaquetado de tomates. De aquella época rescato la gran lucha de los aparceros. Las huelgas y la organización de la gente para conseguir de los dueños del suelo que pusieran viviendas realmente habitables. Soy de la opinión de que la gente humilde puede vivir en malas condiciones, pero que siempre sea con dignidad.

Luego ya en su juventud trabajó en el sector de la construcción, ¿qué le aportó esa experiencia durante esos años?

Efectivamente, trabajé como albañil durante años y en la fábrica Cinsa en Melenara. Fue la etapa de descubrir el mundo por mí mismo. En la década de los sesenta fue cuando tomé conciencia de lo explotado que estaba siendo por la patronal y comencé a rebelarme. Como anécdota, destaco que los primeros de mayo nos reuníamos en la playa de La Garita dentro de cucañas de tomateros y simulábamos que estábamos comiendo un sancocho, cuando en realidad estábamos definiendo la estrategia de actuación. En otras ocasiones nos reuníamos en funerales para hablar de nuestros asuntos y despistar así a los grises.

Como deportista participó en más de una decena de equipos de lucha canaria y entrenó a más de cien luchadores en Cuba. ¿Prefiere vivir el deporte dentro o fuera del círculo de arena?

En ambos lugares es apasionante, pero la nostalgia me remite a los años de gloria como luchador en equipos como Agüimes, Unión Sardina, Castro Morales o Maninidra. Viví la lucha en mis carnes en el municipio de Ingenio de una manera inolvidable.

¿Es compatible el binomio política y deporte?

Claro que sí. De hecho, la figura de entrenador consiste en algo parecido a la mezcla de estos dos ámbitos: la gestión de un deporte (risas). Así que todo es compatible.

Es autor del libro Cacicada en la lucha canaria y la revista El Kíkere sin apenas haber terminado la enseñanza básica. ¿Qué le impulsó a escribir estas publicaciones?

Aprendí a leer y a escribir de manera autodidacta, gracias a mi amigo Kiko Monzón, que me regaló el libro Qué hacer de Lenin. A éste le siguieron otros que compraba de manera clandestina en una librería situada enfrente a la actual sede del Gobierno canario en Las Palmas. Allí entraba por el mostrador y salía con los libros escondidos en los calzoncillos porque no se permitía ese tipo de literatura en esa época. El contenido de aquellos libros, dedicados a la lucha de los trabajadores, y mi pasión por la lucha canaria fue lo que me inspiró a escribir luego estas obras.

En 1997 marcha a Cuba, donde ha sido embajador de la lucha canaria y vive actualmente. ¿Recibió apoyo institucional por parte de Canarias para la promoción de este deporte en alguna ocasión?

Ayuntamientos como Ingenio, Telde o Gáldar me ayudaron con las vestimentas de los equipos. Sin embargo, el Gobierno de Canarias se empeñó en querer financiar mi proyecto a través exclusivamente de la Casa de Canarias en Cuba y yo me negué. No quise besarle los pies a los que estaban gobernando y por eso tuve que poner el dinero de mi bolsillo para promocionar el deporte en las escuelas cubanas. Y si hoy en día no existe cultura de lucha canaria en Cuba es por culpa del Gobierno canario que nunca apostó realmente por ello. Por mi parte, emprendí mi propia lucha, independiente, y no quise que una ONG me impusiera normas.

¿Qué tiene El Caribe que no posea el Atlántico?

Un señor barbudo que gobierna de acuerdo con sus principios, cosa que no existe en España ni en Canarias. Los médicos me aconsejaron trasladarme a Cuba hace más de diez años por motivos de salud, ya que sufrí dos infartos. Me dijeron: ´Vete a ese lugar que tanto te gusta para escribir tus memorias, porque lo tuyo no es de colesterol, sino de nervios´. Y ahí sigo, disfrutando de una familia adorable y un ritmo de vida tranquilo.