Día de firmas. Fernando Clavijo dejó ayer unas palabras en el libro de honor del Ayuntamiento, ayudado por la chuleta que llevaba en el teléfono móvil, además de recibir una pieza de cerámica, y más tarde lo hizo en el Museo Casas Cuevas. En este lugar también se echó a su espalda junto al alcalde una manta típica de los pastores de la Cumbre, mientras su directora general de Protección de la Naturaleza, Sinesia Medina, se ponía el traje típico. "Le hacemos la perrería a todos lo que vienen", advirtió el guía César August. "La foto está corriendo por Europa", añadió, pidiéndole nada más llegar apoyo económico para ampliar el museo y que el centro tenga algún empleo fijo, ya que ahora está gestionado por voluntarios. Todo, para que "el colegio no se convierta en unitario", en alusión al riesgo de emigración de la población. Allí se extendió por las manos extracto de aceite de almendra.
Al margen de los proyectos, Clavijo y García pasaron buena parte del recorrido departiendo sobre las carreras de montaña, de las que el alcalde es un gran aficionado y con clasificaciones de gran mérito, aunque la política lo tiene ahora apartado de los caminos.
En medio del trajín por el pueblo, seguidos por un estela de altos cargos regionales y miembros de la Corporación, Clavijo tuvo ocasión de comprar pan integral y normal, aunque su deseo era llevarse el tradicional pan de leña. Pero esto solo se consigue los fines de semana, y se quedó con las ganas.
La comitiva visitó el centro de interpretación de Risco Caído, que ya está adjudicado por el Cabildo y cuyo coste es de 240.000 euros. Y se detuvo en La Cilla y en el mirado de Unamuno, pero la calima evitó que apreciara el paisaje cumbrero.
