El ensordecedor sonido de las decenas de bucios que ayer resonaron en la fiesta de Las Marías de Guía dio buena muestra de que la tradición de agradecer a la Virgen su intervención para eliminar una plaga de langostas que arrasaba las cosechas en 1811 está más viva que nunca. El Voto de Vergara se cumple. A las puertas de la iglesia de Santa María de Guía se congregaron ayer cientos de feligreses para ver salir a la Virgen, al término de la misa del peregrino, y participar posteriormente en la romería ofrenda. A su salida, momento en que disfrutó de una lluvia de pétalos lanzados desde lo alto del templo, las caracolas resonaron aún con más fuerza, acompañadas por el atronador sonido de los tambores. Y es que el eco generado por los bucios hace 207 años llega hasta hoy para recordar uno de los peores episodios, y un milagro, vividos por los ciudadanos de la comarca norte de Gran Canaria.

"Las langostas se espantaban con el ruido, y los campesinos que vivieron la plaga utilizaron el sonido que producen las caracolas para expulsarlas, además de cajas de guerras de un antiguo cuartel ubicado en Guía y cacharros", explicó ayer Fayna Suárez, una vecina del municipio, durante su participación en esta ofrenda a la Virgen. Los bucios, añadió, se compran o se pescan, aunque en la actualidad esta última opción está prohibida. En su caso, espanta a las cigarras con "una caracola pescada en Arguineguín hace muchos años", dijo, "se enredó en las redes del barco que faenaba en la zona". Y la preparó ella de forma artesanal. "Se saca el animal y se mete el bucio en agua con lejía para limpiarlo, se le hace un agujero y se va comprobando el toque hasta que suena", explicó, "luego se barniza para tapar los poros y posibles agujeros que pueda tener".

El peso de la fe

Fayna es hija de uno de los Mayordomos encargados de organizar esta fiesta y de velar por la continuidad de esta tradición. Este título, hereditario, recaerá sobre ella en su debido momento. Y ya está más que preparada para asumir esa responsabilidad, ya que empezó a tocar a los seis años, y ya tiene 27. "La tradición se mantiene gracias al trabajo de los Mayordomos y el fervor de los vecinos", añadió.

Pasadas las 12.00 horas del mediodía, la Virgen recorrió las principales calles del casco histórico de Guía, en un jolgorio multitudinario al que se sumaron decenas de vecinos desde sus balcones, engalanados para la ocasión con flores y alimentos como frutas y verduras. Una tradición que continúan los más pequeños, como Abel Sánchez, vecino de Las Palmas de Gran Canaria pero con familia originaria de Santa María de Guía. A sus siete años ya lleva dos asistiendo a esta ofrenda, en la que participa con una pequeña caracola. "Ya estoy un poco cansado de soplar", contó con humor, después de más de una hora de recorrido, "toco la caracola porque no tengo fuerzas para tocar el tambor de mi padre". Su progenitor, Ramón Sánchez, formaba parte de la comitiva que precedió a la Virgen por las calles del casco.

La devoción y el fervor por la fiesta de Las Marías fue generalizada, aunque a algunos les pesaba la fe. A Borja Luján, vecino de Guía, su fervor le pesaba concretamente unos 1.100 kilos, que son los que soportó a su espalda, junto a otros once compañeros. Y es Borja fue uno de los "cargadores" que durante hora y media paseó el paso de la Virgen por el municipio. Lo hace desde hace ya 24 años "por devoción y por herencia familiar". "La primera vez que me metí debajo del paso de la Virgen tenía 17 años y casi me muero", explicó con nostalgia, "todos los años digo que será el último y que lo dejaré, pero nunca lo hago, es algo que engancha". No encontró palabras para explicar de dónde sacan él y sus compañeros la fuerza para levantar tanto peso. "Sólo sé que ahora tendremos agujetas durante varios días, pero bien merece la pena", dijo.

Desde el municipio de Gáldar llegó a Guía Vicente Díaz para mantener la tradición del hierbero, un personaje tradicional que iba por los pueblos ofreciendo hierbas medicinales. Con un enorme ramo de acebuche, al que incorporó un manojo de plantas medicinales y aromáticas como la artemisa, la artemisa, el hierbahuerto, la cola de caballo o la caña de limón, Vicente aromatizó las calles del casco con sahumerio. "Se utilizaba antaño para perfumar las casas y la ropa", contó, "se le ponían flores de lavanda o cáscaras de naranja", entre otros elementos.

Desde más lejos aún llegó José Ramón Velasco, antiguo componente del coro de danza de la Sección Femenina de Tenerife y fundador del grupo folclórico Tarajaste. Visitó la fiesta de Las Marías por primera vez, y lo hizo ataviado con un traje de levitas y chistera de seda y un bastón, junto a varias mujeres que vestían una saya y una sombrilla antigua. Los trajes de gala, de finales del siglo XVIII y principios del XIX y ligados a la isla de La Palma, fueron confeccionados por el propio José Ramón, quien lleva más de treinta años dedicado a la elaboración de la vestimenta tradicional del Archipiélago.

El sonido de los tambores generó un clima y un ritmo que hizo sentir a todos los asistentes partícipes de esta fiesta. Una de sus responsables fue Iliane García, una joven guiense de 24 años que lleva ya tres haciendo sonar su tambor en esta festividad. "Para alguien de Guía esta es su fiesta preferida", apuntó visiblemente emocionada, "es distinta a otras porque aquí se observa mucha devoción a nuestra Virgen". Y se sufre algo de dolor en las manos después de más de hora y media tocando sin parar, "pero merece la pena un día como hoy", reconoció.

Este recorrido inicial para celebrar el día de Las Marías en Guía duró cerca de las dos horas. Al término, partió desde la avenida principal, en dirección a la iglesia, una romería en honor a la Virgen a la que se sumaron aún más personas. En ella participaron 18 carretas, dos de ellas provenientes de los municipios de Gáldar y la Villa de Moya. Junto a ellas participaron también varias agrupaciones folclóricas como Noroeste Guiense, de Becerril, la Agrupación Folclórica Valle de Agaete, la Agrupación Folclórica Ágora de Schamman y la Agrupación Folclórica Guadalupe.

Los guienses volvieron a cumplir ayer con la promesa hecha en 1811, hace 207 años, para agradecer a la Virgen que mandara la lluvia que haría desaparecer a las langostas. Con tan alta participación y con el sonido de todas las caracolas y los tambores, los ciudadanos guienses se han asegurado de que, al menos durante este año, la plaga de langostas no regrese para arrasar con las cosechas de la comarca norte.