El coche fúnebre aparca en la entrada del cementerio de La Aldea, la gente se coloca a su alrededor y se escuchan algunas palabras de recuerdo, que concluyen con la arenga de "con soltura Lolo", antes de que se escuchen los aplausos. En esos momentos se lanza y explota ese volador "que estremezca tu corazón". Y, de inmediato, empieza la charanga a hacer sonar sus instrumentos, mientras la papagüeva (la denominación particular en femenino de los aldeanos) con el rostro del fallecido echa unos bailes acompañada de un amplio número de allegados, que se suman al momento. Dos minutos después, comienzan a sacar el féretro del vehículo, sin que la música pare, y con algunos sollozos en el aire de algunos de los presentes. Los portadores bailan como pueden mientras se adentran en el camposanto, para su definitivo entierro.

'Lolo', como era conocido, fue despedido el martes en el ambiente animoso en el que siempre fue feliz, según recuerdan sus amigos y familiares, con una inhabitual mezcla de ese entorno festivo con el de las lágrimas y abrazos de sus seres queridos, que no olvidaban el amargo momento que estaban viviendo.

Una de sus hermanas, 'Pimpi', manifestaba ayer que la iniciativa partió de la comisión de fiestas de Las Tabladas, de la que él era integrante. "Pero es que él era así. Era el más fiestero de todos. Era el que abría el baile y el que lo cerraba en la fiesta de la Virgen de Fátima y de la playa".

Y añade:"Fue una sorpresa cuando aparecieron. Porque nosotros tampoco sabíamos nada de lo que habían preparado. Fue una idea de la comisión de fiestas de Las Tabladas, porque conocía como era. Porque Lolo era lo que era, y le gustaban mucho las fiestas de Las Tabladas y de la playa. Desde pequeño no se perdía una celebración".

Desde hacía unos tres años acudía a estos actos con la papagüeva que sus amigos le habían diseñado con su imagen. Desde entonces formaba parte ya de sus bailes, con su peculiar pitillo sostenido entre sus labios.

El fallecido, de 56 años, aprendió el oficio de carbonero de su padre y se dedicaba a la agricultura. Y tenía una especial devoción por la Virgen de Fátima, la patrona del caserío agrícola en el que vivía. Tanto, que cuando murió llevaba en una mano una pequeña imagen de ella. Pero también del Carmen, a cuya celebración era un asiduo a orillas de la playa.

Gregorio era el más pequeño de los varones de diez hermanos, a partes iguales entre hombres y mujeres. Hace un año falleció también el mayor de los varones. Y su madre fue una reconocida alfarera, cuyo buenhacer fue descubierto ya de mayor por sus vecinos y miembros del Proyecto Cultural de Desarrollo Comunitario de La Aldea, cuando ejercía esta labor artesanal como un entretenimiento más. De ahí que se le realizara un documental y se expusieran sus obras en un museo.

Un momento de angustia se convirtió para los Cubas en una explosión de festividad. "Era el más fiestero, ninguno era como él. Y ahora nos quedan esos recuerdos", resalta su hermana. "Fueron risas y llantos". Y el último tributo llegó a las puertas de su despedida con música parrandera, un baile y su papagüeva. Y con la presencia de familiares y amigos, que compartieron durante años sus diversiones.