Con la manguera en la mano y el pulso firme, Alberto Díaz Perera, concejal de Medio Ambiente de Artenara, ayudó a apaciguar las llamas y refrescar la tierra a lo largo y ancho del término municipal cumbrero en el transcurso del incendio que este fin de semana ha arrasado unas 1.000 hectáreas. La virulencia del fuego descendió a la media noche del sábado al domingo hasta las zonas habitadas, procedentes desde las montañas de Los Moriscos, un hecho que obligó a desalojar a centenares de personas de sus casas. En Arbejas, Las Peñas, Artenara casco, Coruña y Chahunco salieron con lo puesto en mitad de la oscuridad y con sus vecindarios envueltos en la humacera, quienes fueron trasladados a un campamento improvisado en Acusa hasta primera hora de la mañana.

"Desde temprano hemos estado recorriendo por todos los barrios para intentar apagar todos los focos que se nos van presentando", explicó el concejal. Tras el paso de las mangueras quedaba el rastro de una tierra ennegrecida. Pequeños desprendimientos sobre las carreteras, fallos en el alumbrado público y cultivos arrasados por las llamas. En Arbejas y Las Peñas, en este último fue donde se originó el incendio, la virulencia cercó por completo las viviendas, pero, por suerte, ninguna de ellas llegó a verse afectada. Mientras, alrededor de ellas, reinan las cenizas.

"Salimos en pijama", señaló Juan Juan García mientras ayudaba a varios agentes de Medio Ambiente con un sacho a apaciguar un foco bajo unas tuneras y un drago. "No hay llama, pero el calor está quemando la raiz y no se apaga", apuntó. Para ello habría que esperar la llegada de la cuba, con el edil al frente, para poder refrescar este punto antes de la caída del sol. No obstante, ya eran las cuatro de la tarde y las tareas de extinción llevaban horas alargándose. Y, a pesar de eso, todavía quedaban numerosos focos de pequeña entidad a lo largo de barrancos y despeñaderos al final de la jornada.

Juan García pasó la noche en Acusa junto a sus dos hermanas y su madre de 83 años. Bueno, realmente lo hizo rodeado de decenas de vecinos del municipio de Artenara. "No dormimos nada, estuvimos todo el rato intranquilos", apuntó con el sacho en la mano. No era para menos. La inmensidad de la caldera de Tejeda se encontraba envuelta en la humacera. Las llamas dificilmente se podían observar sobre los Riscos del Chapín, pues el aire quedó totalmente enrarecido.

Vega de Acusa

Los desalojados pasaron la noche en la iglesia y en la plaza de La Candelaria de la Vega de Acusa. Entre el tenso ambiente, Adolfo Ruíz y su esposa, residentes en este pequeño pago de Artenara, salieron a ayudar a los desplazados. "Calentar leche en el microhondas, repartir mantas", detalló Ruíz mientras observaba en la lejanía las humaceras sobre la pared de la caldera de Tejeda. Precisamente, esos rescoldos terminaron por reavivarse a lo largo de la tarde noche de ayer.

El Ayuntamiento de Artenara trasladó a los desalojados hasta el centro cívico del casco urbano a eso de las ocho de la mañana. A partir de ese momento tocó la vuelta a la "normalidad". Los residentes en Las Peñas y Arbejales fueron los últimos en regresar a casa,a eso de las 11 de la mañana. Precisamente por la cercanía de estos a Juncalillo, uno de los puntos calientes del incendio ayer por la mañana.

"Se respiraba mal, el aire estaba raro", señaló Juan García. Tras entrar en casa, darse una ducha y asegurarse que sus 22 cabezas de ganado, entre cabras y vacas, estaban bien, no dudó a la hora de darse una siesta. Después, tocaría ayudar con los rescoldos.