"Noviembre es mes que entra con Todos los Santos, media con San Eugenio y sale con San Andrés" aunque como "en San Andrés, toda mosca muerta es" algo bueno nos trae el mes ya que nos espanta con los primeros fríos otoñales la pesadez de las moscas que nos llegan al soco de los calores.

Aforismos aparte, noviembre es en lo festivo -si podemos llamarlo así- un mes muy definido por una serie de celebraciones que aunque con raíces comunes presentan en la actualidad una evidente dualidad que sin llegar a enfrentarse sí expresan dos formas diferentes de entender la misma idea.

Por un lado, la tradición sajona lo consideraba el mes de los vientos debido a que éstos, provenientes del noroeste de Europa, caían con fuerza sobre las tierras del norte y significaban el comienzo del nuevo año en la oscuridad del periodo otoñal e invernal. De ese momento proceden los orígenes de la celebración pagana, que se remontan al siglo VI antes de Cristo, cuando los celtas celebraban justamente por estas fechas el Samain, momento en el que se producía el cambio de año y los pájaros migraban hacia climas más suaves. Creían asimismo que esa primera noche las sombras de los difuntos llamaban a las puertas y para festejar su venida encendían hogueras y preparaban gran cantidad de comida.

Conscientes de esta común herencia de la que pueden enorgullecerse tantos pueblos del mundo; el municipio de Cedeira, situado en las Rías Altas coruñesas, ha solicitado a través de su "Asociación de Amigos de Samain" un respeto a esta tradición en su sentido más estricto por lo que ha propuesto que la "Noche de Finados" se vistan de fantasmas blancos... "pantasmas brancas (as avisións) ou coa cara ciscada simulando ser unha ánima do outro mundo". Los espíritus que visitan la tierra esa noche, ni más ni menos.

Esta celebración, con orígenes y raíces idénticas, ha derivado en otras zonas del mundo en el consabido Halloween (relacionada con la vigilia vespertina del día anterior a la fiesta de Todos los Santos que dentro de la cultura de habla inglesa, se denominaba "All Hallow's Eve", vigilia de Todos los Santos, término que con el tiempo derivó en el anterior) trayendo esta leyenda anglosajona consigo una ocasión propicia para poder vislumbrar en esa noche de fe, tradición, locura, magia, terror y una profunda manifestación de cultura y aculturación, a brujas, fantasmas y toda suerte de extrañas criaturas extrañas que van desde lo grotesco a lo esotérico.

Truco o trato

En la actualidad los niños y adolescentes se han hecho dueños esa noche de las calles que recorren disfrazados y yendo de casa en casa gritando el consabido "Trick-or-treat", expresión de origen céltico y que merece capítulo específico; un claro indicativo -dicho sea también- que al que no les surta de golosinas puede salir malparado con alguna gamberrada, costumbre que ha tenido en las películas y toda la industria surgida en torno a esta fiesta los últimos años un amplio muestrario de donde tomar ejemplos.

El equivalente en la celebración católico-romana hunde también sus raíces en las mismas tradiciones pero por razones obvias ha tenido un discurrir diferente. Detrás de ambas se deja traslucir un arcano miedo a la muerte, mezclado con superstición, magia y esoterismo.

La constancia histórica nos asegura que el emperador bizantino Focas hizo donación del célebre Panteón de Agripa, dedicado a todos los dioses al papa Bonifacio IV en el año 608, que lo transformó en iglesia cristiana bajo la advocación de "Santa María de los Mártires". Veintiocho carretas de huesos sagrados de mártires de inicios de la era cristiana fueron sacados de las catacumbas y colocados en un recipiente de pórfido bajo su altar mayor. La fiesta comenzó desde entonces a celebrarse el 13 de mayo; el Papa Gregorio III en el 741 la cambió al 1 de noviembre y en el 840, Gregorio IV la elevó a Fiesta Universal.

Para completar la tradición tal como nos ha llegado, el año 998 San Odilón, abad del Monasterio francés de Cluny, añadió la celebración del 2 de noviembre como fiesta en recuerdo de las almas de los católicos fallecidos por lo que se denominó de los Fieles Difuntos. A partir del Concilio de Trento, y como los protestantes negaban la existencia del Purgatorio, esta fiesta se afianzó aún más y los templos católicos se llenaron de cuadros de ánimas que dejaban bien claro lo que podían estar pasando nuestros fallecidos parientes disolutos y lo fácil que resultaba para nosotros salvarles de la cremación eterna.

Y los Ranchos de Ánimas comenzaron sus salmodias por los campos y ciudades cristianas, rezando, pidiendo y cantando por ellas. O simplemente, en los hogares con las lamparillas o mariposas; aquellos trocitos de corcho circulares en los que se habían colocado pequeños pabilos y flotando sobre aceite y agua ardían en recuerdo de nuestras ánimas añoradas.

A la par esta celebración tenía un íntimo y familiar componente de divertimento. En las casas se hablaba de toda la parentela (de los vivos y de los que habían pasado a la otra vida) y se comía -cada uno según sus haberes y poderes- con dulcería específica de la fecha y que aún perduran en nuestra cultura culinaria, como los buñuelos de viento o los huesos de santo en recuerdo de los huesos de las carretas de las catacumbas y los de todos los cementerios de la Cristiandad.

Además, están rodeadas por ello de serie de rituales y ceremonias que se repiten cada año y que se encuentran cargadas de una gran solemnidad y emotividad. Los feligreses acuden en masa a los cementerios para recordar a los parientes fallecidos, limpiar sus tumbas y depositar en ellas ofrendas florales y limpiar el hogar de los restos mortales de sus familias. Muchas veces me preguntaba de niño si todos afirmaban que los muertos pasaban "a mejor vida" a qué venía todo aquel torrente de preocupaciones. Con el paso del tiempo he comprendido las razones de la evocación.Castañas y dulces

Domingo J. Navarro, en sus "Memorias" de fines del XIX, nos dice que por estos días en nuestra tierra "...se reunían las familias a jugar a la perinola, comiendo castañas y dulces, que saboreaban con buenas copas de vino rancio y con licores, en festiva francachela, cuentecillos chistosos y alegres bromas". Época asimismo de las salidas de los Ranchos de Ánimas a recorrer los campos rogando por las almas de los muertos, y los niños y jóvenes salían, tal como nos informa José Miguel Alzola, a "pedir por los finados", y a la pregunta de ¿hay santos? recibían por ello nueces, castañas, almendras, higos pasados, huevos para los moles y dinero para las misas. Este año los tostados de castañas se harán con el recuerdo y homenaje a los centenarios castañeros que en medianías y cumbres desaparecieron bajo el azote feroz del incendio de agosto.

No soy nada purista; para mantenerse, el árbol de la cultura debe tener las raíces bien profundas y alimentadas de aquello que desde lo recóndito inició nuestro andar como comunidad social. Pero, a la vez, las ramas más altas y tiernas deben ser jóvenes y asomarse, por encima del árbol, a la luz y al aire nuevo que les da vida. Por ello, apruebo taifas y bailes asociados a estas fiestas en las que por su marcadísimo carácter religioso, íntimo, hogareño y familiar, no se celebraban nunca tradicionalmente ligados a ellas.

Y está bien que esto suceda.

Los Finados se están revitalizando con unas apariencias y características diferentes, porque diferente es la sociedad que los celebra. Ramas nuevas junto a raíces siempre presentes y recordadas que a fin de cuentas son las que dan vida. El fundamento principal de que lo nuestro, lo característico de nuestra sociedad y de nuestra cultura no perezca es mantenerlo a través de la formación, de la educación y de su valoración por la sociedad.

Y a celebrar eso, la vida, por paradójico que parezca en el Día de los Difuntos, ya que ése es el objetivo final de todas las fiestas. Y una buena forma de comprobarlo es una tostada regada con licor, una buena conversada y los sones de la tierra.

Que si la barriga aguanta un baile más unas raciones de castañas con anís la noche del 31 de octubre, acostándose sin hacer casi la digestión y pudiendo levantarse a la mañana siguiente, ésa es la mejor indicación de que estás vivo.

*José Luis Yánez. Cronista Oficial de Teror.