Era un niño burbuja. De pequeño no dejaba de ponerse malo. Ahora sé que es un enfermo de por vida, y por eso lucho para conseguir lo mejor para él". Lourdes Rodríguez narra la situación de su pequeño David, un crío reservado al que la genética le ha jugado una mala pasada. Tiene el síndrome de Alfa 1, un trastorno hereditario que puede causar enfermedad hepática y que se debe a la ausencia de la proteína del mismo nombre, la que protege los pulmones. El hígado es el encargado de producirla y liberarla hacia el torrente sanguíneo. "Si no la tenemos, mal asunto. Podría acabar necesitando un trasplante de pulmón o un inyectable cuya dosis, semanal, cuesta 300 euros", confiesa contrariada.

El pequeño ha sido observado y diagnosticado por varios centros sanitarios, si bien Lourdes no está contenta con el trato recibido. "Quiero llevarlo a Israel porque allí hay un especialista que ha desarrollado un inhalador que podría venirle muy bien. El problema es que el tratamiento, gastos de viaje y estancia aparte, cuesta 250.000 euros y yo estoy en paro desde que hace dos años cerré mi gabinete de masajes. Vivo con mi madre, soy solicitante de una vivienda social y mi hijo, que nunca sanará del todo, ni siquiera tiene una paga", relata esta vecina del barrio capitalino de Parque Atlántico. La sociedad recreativa La Fraternidad, en San Gregorio (Telde), ha organizado para el día 28 una gala benéfica con varias formaciones musicales. Lourdes, que ha pedido ayuda en las más altas instancias, no para. "Se merece todo esto".