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ANÁLISIS

Salto de Chira: el corazón verde de nuestro futuro energético

«La tecnología de almacenamiento que ofrece la central hidroeléctrica permitirá

a la isla de Gran Canaria disponer de más renovables en un modelo descarbonizado»

Presa de Chira. La Provincia

Hace unas cuantas décadas el sociólogo alemán Ulrich Beck caracterizó a la civilización contemporánea como «sociedad del riesgo», marcada por amenazas de carácter invisible como el clima o las pandemias. Vivimos en un mundo plagado de incertidumbres, tal y como se ha hecho patente con la covid-19 o la publicación del último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Ahora bien, la covid-19 y el cambio climático tienen similitudes y diferencias. Ambos se caracterizan por un alto nivel de riesgo, pero si bien se ha identificado covid-19 como una amenaza inmediata y se han tomado todo tipo de medidas para combatirla, todavía no hemos logrado, después de décadas de esfuerzos de la comunidad científica, oenegés y activistas, combatir de manera efectiva el cambio climático.

Y todo ello a pesar del goteo continuo de noticias preocupantes. Hace un par de semanas podíamos leer en la prensa que los incendios forestales producto del calentamiento global han quemado en Yakutia, la región más grande de Rusia, una extensión de bosque equivalente a Grecia. Y qué quieren que les diga, es fácil ser pesimista sobre el problema de la emergencia climática. Llevamos más de tres décadas escuchando a líderes mundiales llamando la atención sobre la necesidad de llevar a la práctica políticas de descarbonización, es decir, de reducción del uso de combustibles fósiles. Hasta un diario como The Economist lanzaba hace muy poco el siguiente titular «En un mundo con tres grados más, ningún lugar de la Tierra estará a salvo». Y una reciente encuesta a los jóvenes europeos situaba la preocupación por el cambio climático diez puntos por encima de la propagación de enfermedades infecciosas.

Así, pues, nos encontramos ante una situación preocupante que debe conducir a una combinación de toma de conciencia, desarrollo de estrategias y marcos legales adecuados e, indudablemente, también a la acción política urgente. Debemos situar la transición energética y la descarbonización de la economía como una prioridad que requiere de un esfuerzo concertado por parte de todas las administraciones, las empresas, la universidad, la sociedad civil y cada uno de nosotros como individuos. Es en este contexto donde debemos situar la central hidroeléctrica reversible del Salto de Chira, porque, en una realidad insular y aislada como la nuestra, es el seguro de vida que necesitamos para construir un futuro más verde.

El Salto de Chira, como argumentaré en este artículo, constituye un elemento clave del esfuerzo común que nos incumbe a todos los grancanarios como habitantes del planeta. Somos ciudadanos de un archipiélago ultraperiférico y de una isla con vocación de convertirse en banco de pruebas de las soluciones climáticas innovadoras y capaces de crear empleo verde. Eso es lo que estamos haciendo en el Cabildo de Gran Canaria. Nuestra misión en las próximas décadas es alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono que debe sostenerse sobre tres principios relacionados entre sí, las tres d: descarbonización, descentralización y digitalización. Y, sin el Salto de Chira, estos tres principios son difíciles de aplicar.

«Descarbonizar» significa que hay que incentivar las renovables y la eficiencia energética, al tiempo que impulsamos una economía circular capaz de reducir el uso de materias primas y energía. Si observamos nuestro alrededor, en Gran Canaria podemos comprobar que existen signos de que algunos de esos principios están emergiendo. El nivel de penetración de las renovables crece progresivamente y el autoconsumo de fotovoltaica en viviendas está adquiriendo un ritmo impensable hace unos años. Además, cada vez son más visibles y abundantes los puntos de recarga para vehículos eléctricos, entre ellos los de la red del Cabildo. La Estrategia Gran Canaria Circular 2030 comenzará a elaborarse en breve y seguimos promoviendo proyectos innovadores en ese ámbito.

«Debemos situar la transición energética como una prioridad que requiere de un esfuerzo concertado por parte de cada uno de nosotros como individuos»

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Ahora bien, no habrá descarbonización sin descentralización y digitalización. En el párrafo anterior mencioné el autoconsumo, que es la “¡energía km. 0, la que se genera cerca de donde se consume. Ahí nos encontramos con la descentralización en la medida que los propietarios de viviendas unifamiliares y edificios, se convierten progresivamente en «prosumidores» que reducen sus propias facturas y obtienen ingresos complementarios. Por eso estamos subvencionando desde el Cabildo las instalaciones en azoteas y cubiertas de edificios, además de predicar con el ejemplo en nuestras propias instalaciones.

Está muy bien lo de producir energía en nuestras cubiertas, pero ¿cómo la gestionamos de manera inteligente?, ¿cómo la compramos y la vendemos? Ahí es donde entra en juego la digitalización. Desde el Cabildo estamos impulsando comunidades energéticas industriales y barrios solares que desarrollarán las tecnologías que nos permitirán comprar, vender y almacenar energía mediante transacciones transparentes y fácilmente controlables desde un teléfono inteligente. De esta manera la descentralización y la digitalización otorgarán un nuevo protagonismo a los ciudadanos dentro del sistema energético, democratizando y facilitando el acceso a la energía.

En principio parece que este es el modelo correcto. Existe un consenso generalizado entre los expertos de que estas innovaciones podrían convertirnos en un «laboratorio climático», pero el desafío es transformar esas ideas en acciones reales. Todavía queda mucho por hacer y, si queremos alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono establecida por el Gobierno de Canarias para el 2040, vamos a tener que intensificar nuestras políticas energéticas y resolver algunas cuestiones como el desarrollo sostenible de la eólica marina o la integración de las renovables en un sistema energético aislado como el grancanario.

Es aquí donde el proyecto del Salto de Chira revela su importancia. El desafío de mantener una red eléctrica segura con energías como la solar y eólica que fluctúan al depender del clima es clave para nuestro futuro energético. Durante los períodos de exceso de energía de fuentes renovables, el agua desalada se bombeará desde la costa hasta la presa de Chira y liberará agua cuando sea oportuno a la presa de Soria, generando la electricidad verde que necesitamos para mantener en Gran Canaria un sistema energético cada vez más renovable, pero, al mismo tiempo, seguro y fiable.

Por consiguiente, las tecnologías de almacenamiento de energía como el Salto de Chira regularán nuestro sistema energético, permitiéndonos tener cada vez más renovables en un modelo descarbonizado, descentralizado y digitalizado. Además, proporcionará agua para nuestra agricultura y contribuirá a la reforestación y la lucha contra los incendios. El Salto de Chira será el corazón de una isla que quiere transitar hacia las energías limpias y adaptarse al cambio climático, generando empleo de calidad y mejorando la reputación verde de nuestro destino turístico. Aunque, sin duda, el almacenamiento con baterías, las comunidades energéticas industriales o los barrios solares también cumplirán un papel importante, sin olvidar la hibridación eólica-fotovoltaica, el hidrógeno verde, la geotermia o la agrovoltaica.

Todas estas tecnologías junto a la central hidroeléctrica reversible del Salto de Chira formarán parte de las políticas climáticas del escenario post-covid más inmediato. No nos queda otra. Tenemos que cumplir con la responsabilidad de lograr el objetivo de una temperatura media global por debajo de 2 grados centígrados establecida en el Acuerdo de París. Y existe un amplio consenso tanto político como técnico al respecto.

El debate en Canarias debe centrarse en la mejor manera de desarrollar los cambios en las tecnologías energéticas, industriales, turísticas o agrícolas que necesitamos para preservar nuestras islas y nuestro planeta. Necesitamos proporcionar recursos, agilidad administrativa e impulsar bancos de ensayo para proyectos innovadores.

Al principio de este artículo establecí un paralelismo entre la covid-19 y la emergencia climática. Pero para el cambio climático vamos a necesitar una vacuna compleja porque va a requerir de muchos innovaciones sociales y tecnológicas. Pero toda esa misión se sostiene en un músculo verde, un corazón como el Salto de Chira capaz de aprovechar el viento y el sol para bombear agua, almacenar energía y mantener la vida en nuestros campos. Ya no podemos permitirnos el lujo de mirar hacia los celajes. Nuestra civilización se está despertando del sueño de la energía barata, contaminante y fácilmente accesible. El despertador climático está sonando y debemos desperezarnos antes de que sea demasiado tarde.

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