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Santa Brígida.

Auge y declive del Lagar de Bandama

La Orden del Cachorro acoge la muestra de un patrimonio cultural que pide a gritos un rescate

Exposición El Lagar de Bandama

Exposición El Lagar de Bandama

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Exposición El Lagar de Bandama Juanjo Jiménez

La Asociación Amigos de Bandama inaugura este miércoles en la sede la Orden del Cacharro, en la capitalina plaza de Santo Domingo, una sustanciosa muestra que retrata la historia y el funcionamiento del conocido como Lagar de las Casas de Bandama, un caserío único en su especie ubicado en torno al volcán más explosivo de los últimos 100.000 años, como destaca el geógrafo Alex Hansen.

Auge y declive del Lagar de Bandama

La exposición es un pormenorizado proyecto realizado por la asociación con el fin de divulgar los valores que encierra y reclamar a las administraciones su rescate y cuidado, tanto del conjunto arquitectónico como el paisajístico que se ubica en las estribaciones de la caldera, «probablemente el monumento natural más rico y diverso de la cultura canaria que se encuentra en la isla, en el que se aprecian en todo su esplendor los distintos ciclos geológicos enmedio de un bosque termófilo que atesora 22 especies de fauna, 177 especies vegetales, y que ha sido poblado desde los tiempos prehispánicos, como lo delata su rico conjunto troglodita y el silo fortificado».

Auge y declive del Lagar de Bandama

Tanto Hansen como Juan Manuel Rodríguez, presidente y secretario de Amigos de Bandama respectivamente, y que también firman un libro sobre el lagar de El Caserío y los viñedos del Monte Lentiscal -un lugar que exhibe nada menos que 89 lagares localizados-, reclaman al Cabildo de Gran Canaria que se persone en la futura subasta del impresionante conjunto de Las Casas de Bandama, situadas en la cancela del cráter donde Van Damme, que da nombre al lugar, crea uno de los primeros cultivos de vides sobre terreno piroclástico en el siglo XIV.

Este conjunto etnográfico, que se levantó en el siglo XIX y que se explotó hasta la década de los treinta del siglo pasado de forma comunal, es el principal objeto de la exposición, que cuenta con medio centenar de imágenes antiguas, así como dibujos que recrean la actividad del lugar realizados por Manolo Cardona, además de planos y referentes históricos distribuidos en las dos plantas de la sede de la Orden del Cachorro, configurando así un delicioso recorrido por los antiguos usos de la elaboración del vino en Canarias.

Todo ello situado en un alarde arquitectónico en el que sobresalen las tinas, los mallares, las cuñas y cuencos, la colosal piedra de contrapeso, o la enorme viga que ejerce de palanca sobre la prensa.

Las imágenes congelan los momentos de mayor trajín del ingenioso tinglado. Allí se ve a los campesinos vendimiando a finales del siglo XIX; transportando los racimos de uvas en ceretos de caña y en barricas de madera desde la finca de San Juan; o descargando los burros bajo la mirada del propietario que calcula a ojo los tercios resultantes de mosto, en otra imagen de Teodoro Maisch de 1931.

También aparece el patio de los Siete Lagares, en el que se aprecian cuatro prensas de viga con sus husillos y contrapesos, en una postal que incluye a los perros bodegueros en el suelo con un fondo en el que asoma la silueta del cono de Bandama, captada en 1889.

Pero lo que da verdadera cuenta de las dimensiones y el valor del conjunto la ofrece una ortofotografía aérea del caserío tomada en el año 1956, en la que es casi una radiografía el núcleo constructivo de casi 4.000 metros cuadrados cuyo origen se inicia probablemente con un alpendre, quizá instalado por el propio Daniel Bandama, estratégicamente colocado en la degollada que da acceso a los campos de cultivo del interior de la caldera.

A partir de ahí se suceden las edificaciones, con sus lagares, bodegas y viviendas de dos plantas de genuina arquitectura isleña que llaman la atención de los fotógrafos, especialmente en las primeras décadas del siglo XX.

Y que siguen captando la atención, pero por todo lo contrario. Su declive es proporcional a su valor etnográfico, de ahí que la asociación reclame al Cabildo recuperar este patrimonio para entregarlo a las generaciones venideras como merece un tesoro cultural de este calibre, pero sin olvidar dónde se encuentra ubicado, en una Caldera de Bandama con tres distintas protecciones medioambientales que es visitado por 400.000 personas al año, pero que sin embargo no cuenta con ningún tipo de vigilancia, salvo la dedicación de una vecina que hoy abre y cierra la puerta para tratar de poner algo de orden en el trasiego que soporta el lugar.

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Exposición sobre El Lagar de Bandama Juan Carlos Castro

La falta del más mínimo servicio ha convertido una parte del acceso en baño público al oreo, con miles de papeles tirados delatando el cochafisco en una parcela anexa a la entrada.

Hansen y Rodríguez, además, alertan de una práctica creciente que está erosionando la superficie del cráter, tanto en sus laderas del interior como en el perímetro, ya que son cientos, «si no miles», las personas que utilizan el monumento natural para correr, «y el ser deportista no implica per se ser amante de la naturaleza», recalcando que con cada paso que se da se modifica la cubierta piroclástica del volcán, y de hecho «los caminos que desde antes de la conquista se dibujaban en zig zag ahora aparecen como lineas rectas en la búsqueda de bajar más rápido». De ahí que la asociación, que cuenta con el respaldo de otras entidades, según expresaron, como la Sociedad Económica de Amigos del País, Museo Canario, la propia Fedac, dependiente del Cabildo, así como diversas asociaciones ecologistas, reclamen que ese gran lagar de las Casas de Bandama se conviertan en un futuro a corto plazo en un centro de interpretación que permita ofrecer visitas guiadas, que articule el control de entrada al sitio, y que sea plataforma de divulgación para que todos los visitantes aprecien y respeten tanto sus tesoros culturales como los naturales.

No en balde, según sentencia Hansen, se trata del espacio más documentado de la isla desde el XVII por su extraordinaria importancia científica y antropológica.

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