José Miguel Pérez, expresidente del Cabildo de Gran Canaria, recibe el reconocimiento por su entrega, dedicación y compromiso con la isla en su etapa como responsable político, así como por su destacada labor investigadora y divulgadora en la ULPGC.

Pese a saber que este reconocimiento del Cabildo le llegaría algún día, por ser uno sus presidentes y tener otros méritos más que sobrados, ¿qué siente al recibirlo?

No lo tenía tan claro, sinceramente. Me llamó el presidente y me extrañó mucho. Siento un cierto orgullo por el hecho de que el Cabildo considere que merecía ser distinguido, no sé si me lo merezco o no. Ser hijo predilecto del sitio donde naces es un honor.  Fue una sorpresa extraordinaria y al principio no reaccioné, no había pensado nunca en eso.  

¿Prefiere recoger el premio como político o como historiador, las dos facetas que valoró el jurado? 

Yo siempre he dicho que soy profesor, por encima de cualquier otra cosa desde el punto de vista profesional. Vine a la política para un tiempo e intenté hacerlo lo mejor que pude en los años que estuve dedicado a eso. Incluso hubo una etapa, durante los cuatro años del mandato de Soria en el Cabildo, en que yo continué en la Universidad a tiempo completo. Luego, ya como presidente, fue evidente que era incompatible. Para mí, la vida política fue una experiencia interesante. He estudiado historia política, he dado clases e investigado, y la sensación que tenía era la de meterme en el laboratorio, de cobaya.  

Para lo que se estila en Canarias, tuvo usted una carrera política corta, aunque muy provechosa, pues de 2003 a 2016 logró ser presidente del Cabildo, vicepresidente y consejero de Educación del Gobierno de Canarias y líder regional del PSOE. ¿Por qué se retiró? 

No me retiré. Yo vine a la política para un tiempo y lo tenia muy claro. Cuando creí que ese tiempo terminaba y que tenía que volver a la profesión, se lo planteé a los compañeros. Evidentemente me pidieron que no me fuera, pero creo que el compromiso político no debe ser algo a lo que te dediques toda la vida. Creo en la política democrática y no como una profesión. Los griegos clásicos tenían un sistema político en el que todos tenían que pasar por la vida pública para saber lo que era y me gusta pensar en eso. Todo el mundo tiene que pasar por ahí para aprender y responsabilizarse de las cosas. 

Fue usted un gestor discreto, moderado en las formas, incluso se le criticó por sus silencios ante temas cruciales, ¿qué le parece el griterío en que se ha convertido la vida política? 

Pues como va contra mi manera de ser, creo que no hay que confundir ese griterío con lo que es la política. Al igual que está ocurriendo en otros aspectos de la vida, donde se impone el no escuchar, el no saber dialogar, desgraciadamente también se está imponiendo en la política porque sencillamente es la búsqueda del poder por el poder, no hay nada detrás. Y eso va acompañado de otro elemento, que es la cantidad de engaños y de mentiras. Pero creo que llegará un tiempo en que todo esto pasará y volveremos a la normalidad.

¿Le preocupa el auge de la extrema derecha en España y otros países? 

Me parece tremendo que a estas alturas del siglo XXI haya maneras de pensar e ideas que pertenecen a otras épocas y que tanto daño hicieron a la humanidad. Se puede entender por qué se produce. Tiene que ver con lo que decíamos antes, para resolver ciertas cosas hay que hacerlo con un poco de cabeza. En segundo lugar, por el cabreo que tiene mucha gente y ciertos sectores por problemas personales que son comprensibles, pues hay gente que pierde su trabajo y que ve complicado desarrollarse en la vida. Todo eso hace que surjan estas cosas y que además se conviertan en elementos que pueden llegar en un momento determinado a regir las instituciones. Y cuando llegan ya vemos los resultados, pensemos en Hungría o Polonia. No va a ser cuestión de dos o tres días. Dicen algunos que cuando estén gobernando, con lo difícil que es gobernar, ya cambiarán, pero yo no estoy de acuerdo en eso. Creo que hay que aislar a esos radicalismos.   

«El pleito insular está ahora amortiguado, pero en todos los periodos de la historia ha reaparecido»

¿Conocer la historia contemporánea del Archipiélago le fue útil para gobernar?

Sí, porque algunos de los elementos que están en las estructuras históricas siguen presentes. Por ejemplo, el pleito insular, que reaparece siempre de alguna manera. También el tipo de relación entre los distintos sectores sociales, las características de los agentes económicos y su relación con el poder central, o el clientelismo.  

¿Cree que está superado el pleito insular entre Tenerife y Gran Canaria?

En esta etapa del gobierno socialista en Canarias está más amortiguado, pero siempre está ahí, porque el pleito es una excusa fantástica que permite a uno colocar todas las causas de los problemas fuera de la responsabilidad de aquellos que realmente la tienen. Es muy viejo, ocurre desde la antigüedad. Estamos ahora en una etapa tranquila, pero no ha habido ningún periodo de la historia en que no haya reaparecido.  

«Me deja tranquilo que los organismos medioambientales hayan dado el visto bueno a Chira-Soria»

Fue usted, al final de su mandato en el Cabildo, el que puso en marcha la central de Chira-Soria. Parece que serán otros los que se colgarán las medallas, aunque también las críticas. ¿Cree que ese proyecto es la solución a los problemas energéticos de la Isla?

Completamente no, porque hacen falta otros elementos, pero cuando dejamos concluido el proyecto me pareció relevante. El primer beneficio es poder impulsar agua desalada que se obtiene con energía eólica a las presas de cumbre. Hay que llenarlas para que a la agricultura no le falte el riego. El hecho de que le hayan dado el visto bueno todos los organismos que han hecho los distintos estudios de impacto medioambiental o de cualquier otra índole, me deja tranquilo. Ya nos lo hicieron en su momento, e incluso se adjudicó el proyecto. Sorprendentemente, luego no se continuó. Estaba Soria en el Ministerio y tardó mucho por las tasas de reposición. Celebro que el actual presidente del Cabildo haya retomado el proyecto y que tire hacia adelante. Tiene detractores, y es comprensibles, pero creo que son bastante minoritarios socialmente.  

¿De qué se siente más orgulloso de etapa de gobernante?

Orgulloso de no haber tenido que renunciar a aquello que se decía en la época de Giner de los Ríos. Que haya coherencia entre pensamiento, palabra y acción, que lo que haces venga de tus convicciones y de la palabra que das. 

«Como presidente del Cabildo me hubiese gustado acabar el proyecto del solar de la Catedral»

¿Qué le hubiese gustado hacer desde la Presidencia del Cabildo y no pudo?

Pues un montón de cosas. Sobre todo, me gustaría haber terminado el proyecto del solar de la catedral. ¿Por qué? Porque en solo 1.000 metros cuadrados tenemos prácticamente cuatro siglos de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, desde que empezó a principios del siglo XV hasta el siglo XVIII. Eso no se pudo terminar y espero que se haga. Con un dinero que le sacamos a Madrid hicimos un proyecto para concluir la excavación, realizar un estudio arqueológico y dejar todo preparado para que se ampliara. Provisionalmente con una especie de cúpula de metacrilato para proteger el yacimiento y exponerlo a la visita pública. Fue uno de las cosas que se quedaron ahí. Y tú te dices: ¡caray, me gustaría haberlo podido terminar!. Por circunstancias ajenas al Cabildo no se pudo. Yo tuve un mandato corto en la Presidencia del Cabildo, pero en el tiempo que estuvimos hicimos todo lo que pudimos. 

La pandemia, y ahora la invasión rusa de Ucrania, han puesto el mundo patas arriba, con otra crisis económica en puertas y tambores de guerra mundial. ¿Debemos estar asustados en Canarias ante lo que se nos viene encima?

En Canarias y en todo el mundo. Estamos asistiendo a un cambio considerable en lo que se llama el orden mundial y que va a concluir con más transformaciones en los actuales equilibrios de fuerzas y en cómo se plasma es en los distintos territorios a la hora de hacer política. Para pensar en todo lo que está ocurriendo hoy en Rusia tenemos que estar pensando en China y la relación que tiene esos dos países en estas circunstancias. Por otro lado, esta serie de dictaduras que se van extendiendo en muchos lados son un peligro y algo complicado de gestionar, porque son miles de millones de personas las que están quedando bajo esos regímenes, sin un control a los gobernantes, sin elementos de contraposición. En definitiva, sin democracia. Las democracias se están reduciendo y pierden calidad. Se mantiene en Europa y en Estados Unidos, si quitamos la etapa de Donald Trump, pero la cosa está cruda. No soy pesimista. Y soy optimista porque esta es una época de cambios y no tiene que ir necesariamente a una guerra mundial, pues entonces la que venga después será con piedras. No creo que se llegue a eso.

¿Hay alguna señal para la esperanza?

Creo que sí. Hay cambios de fondo muy importantes y que no van a tener marcha atrás. Como el feminismo, que fue una de las grandes aportaciones del siglo XX a la humanidad, un siglo que fue catastrófico. También tenemos el movimiento para combatir los efectos del cambio climático. Esta crisis que vamos a tener ahora va a poner en tela de juicio el funcionamiento de los sistemas productivos y creo que obligará a transformar muchas cosas, a optar por la parte buena de la globalización. Tenemos herencias del siglo XX que no terminamos de aprender. En la Primera Guerra Mundial, los dirigentes de los países pensaban en una guerra rápida, tradicional, que duraría solo unos meses, pero cuando se desata una guerra no se saben las consecuencias. Las guerras del siglo XX no deben servir para lo que ocurre en la actualidad.