«Cuando pelas la oveja le crece la leche», susurra Gonzalo Medina Díaz, propietario de un ganado de 60 cabezas, mientras atisba la trasquilada de decenas de peladores acuclillados en el campo de fútbol de Caideros de Gáldar, raíz de la tierra canaria.

Desde primeras horas se barruntaba guineo en el pago de las medianías. Desde que las cencerras anunciaron la llegada del ganado de Tania Rivero y Francisco González bajando por la calle Alcalde Rosas, alfombrando la vía de babor a estribor. A partir de ahí, lo que hasta ese momento era un tranquilo pueblo de altura se convirtió en masiva avenida de isleños, 4.000 según el Ayuntamiento, con sus respectivos fotingos.

El pago brinda un reconocimiento al matrimonio formado por Flora Gil y Domingo Moreno

En la calle principal, en  la plaza de San José, y en los aledaños que dan al gran recinto de tierra donde conviven podencos, caballos en trilla de centeno, y pastores en trasquilada, se apostaban decenas de chiringos que a las once del mediodía ya ahumaban literalmente la atmósfera de Caideros, con su carne cochino y cabra y sancochos en hervor, aliñado todo ello con un día espectacular.

El personal lanzaba una exclamación denominador común: ¡Cuánto tiempo!, seguida del nombre respectivo. Ejemplo: ¡Cuánto tiempo, Pepe! o ¡Cuánto tiempo, Manolita! Pues más o menos, los dos años de pandemia en la que no se veían el jocico.

Un abuelo enseña a su nieto a trasquilar ovejas en Caideros de Gáldar en la Fiesta de la Lana. La Provincia

La de este 2022 es la 26 Fiesta de la Lana, organizada por la incombustible asociación cultural Montaña El Agua, que preside el no menos imparable Pepe Torres, con un despliegue en el que se dio cita Surco y Arado, Farallón de Tábata, el grupo Son 21, que venía de la isla de enfrente de la que ayer se veía hasta la ropa en las liñas de las azoteas, y Yeray Rodríguez. Esto por un lado, que por otro hubo brega histórica, con la primera luchada femenina entre Unión Gáldar y Unión Sardina, talleres de confección de mariposas con lana, y un homenaje de reconocimiento al matrimonio que da vida al Cortijo El Montañón, el formado por Flora Gil y Domingo Moreno, del que el alcalde Teodoro Sosa afirma que representa «el respeto a las tradiciones heredadas, el arraigo a la tierra y el saber de las gentes de los Altos de Gáldar que  ha sabido inculcar en sus hijos el aprecio por el trabajo del campo”.

Entre todo ese frangollo Gonzalo Medina Díaz seguía imperturbable en el centro de la trasquilada con su manta de pastor doble capa, «la auténtica», regalo de sus hijas, con su cachorro negro y su terno gris y negro. Sobrio pero elegante. Cuando habla Gonzalo de su boca brotan retales de isas y folias en verso, con una mirada de timple, sonora, cariñosa.

Y arranca. Cuenta que él es el sexto de 16. «Y todos vivos a día de hoy». Alarga el dedo y señala tres pinos en una loma. Allí nació sin juguetes. Durmiendo en una cama de paja de cebada. Seis en cada colchón, tres con las patas para abajo, tres con las cabezas para arriba. Las pasó duras, de pollo. «Mi madre pelaba un saco de papas al día», cuenta. Conduto no les faltó. Les faltó la madre, directamente, cuando traspuso muy joven después de parir un hijo cada año, así hasta 17, que uno murió de chico. Con cinco años y hasta los doce lo arrancaron de sus hermanos a vivir con los abuelos y un tío que le daba jaladas. Lo contó por primera vez hace poco, y bien: la pena ya se le ha ido aguando.

Los visitantes disfrutaron de un día espectacular con una sorprendentes vistas a Tenerife

Que no la magüa: «Los viejos se van perdiendo», advierte, «y ya quedan cada vez menos peladores, menos ganaderos, por eso me da esa alegría tan grande», y vuelve a señalar con el dedo a un abuelo enseñando con paciencia infinita a su nieto. Y de eso va la lana, de un momento en el que parece que se traspasa, a punto de quiebro, el conocimiento antiguo a las nuevas generaciones.

Y de eso también va el mural de la artista Belén Déniz, que inauguraba Teodoro Sosa en el centro de Interpretación de Caideros, dedicado a Mariquita Las Nieves, la última tejedora de Gran Canaria, fallecida en 2018, justo antes de ver su telar de tres siglos de historia atesorado en un centro que trata de conservar e impulsar el arte de convertir oveja en estameña.

En el fantástico retrato, al lado de Mariquita, aparecen la también histórica tejedora Lorencita, pero sobre todo Ylenia, una joven que ha retomado un geito a punto de apagarse. Todo esto en Caideros de Gáldar, donde el último grito oído a pie de iglesia era un, «Fefa, esto está buenísimo».