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El acusado, Ahmed Haison, junto a una intérprete durante el juicio por los destrozos en el Puerto Bello.ANDRES CRUZ

Tribunales

El acusado por los destrozos en el Puerto Bello asegura que solo intentó mediar para detener la revuelta

La pelea multitudinaria se produjo el 8 de febrero de 2021 y en la misma se vieron involucrados más 50 menores, según los testigos

El hombre acusado de liderar la revuelta que terminó con el destrozo de las instalaciones del complejo de apartamentos Puerto Bello de Puerto Rico, en Mogán, ha negado que hubiese participado en los hechos y ha asegurado que él solamente estaba mediando entre tres menores amigos suyos y otro grupo para frenar una pelea, que se originó por el robo de un teléfono móvil. En el juicio que se sigue contra él en la Sección II de la Audiencia Provincial de Las Palmas, A. H. declaró que no fue el instigador de la pelea multitudinaria que se produjo el 8 de febrero de 2021 en la que se vieron involucrados más de 50 menores, según los testigos, y que cuando intentó apaciguar los ánimos entre los dos grupos, no lo logró y fueron ellos quienes empezaron a destrozar una habitación de la tercera planta.

El acusado, Ahmed Haison, junto a una intérprete durante el juicio por los destrozos en el Puerto Bello.

El acusado, para el que la Fiscalía pide una pena de cinco años de cárcel como presunto autor de un delito de desórdenes públicos en concurso ideal con el de delito de atentado y otro por daños y una multa de 7.200 euros, es el único mayor de edad de los cuatro detenidos por la revuelta de aquella noche. En su declaración ayer sostuvo que aquel día él y sus tres amigos menores habían llegado de la calle y bebido alcohol porque era viernes y acababan de cobrar la paga de 10 euros. Consultado por la Fiscalía por si cuando se inició la pelea él había roto la pata de madera de una cama para participar en los hechos, el encausado lo negó y afirmó que cuando comenzó la revuelta y tras ver que no logró su objetivo de mediar para frenarla, él se encerró en su habitación junto a otros jóvenes, que una educadora les vio y les pidió que quedasen allí y no salieran.

A. H. declaró que tampoco había construido ninguna barricada ni había rociado el suelo con agua y jabón para impedir el acceso de la Policía al edificio, agentes a los que tampoco vio y solamente escuchó porque, dijo, seguía encerrado en su habitación. Un rato después, según su declaración, comenzó a sentirse mal con un dolor en el pecho y en medio de toda la revuelta salió de su cuarto y bajó hasta la planta principal para buscar a los educadores, y fue en ese momento cuando la Policía procedió a su detención. Ese dolor en el pecho, afirmó, comenzó en medio de los «nervios» que sentía esa noche.

«Eran demasiados menores en la pelea, la situación era incontrolable» declara un testigo

Durante la primera sesión del juicio, que continúa este miércoles con la declaración de los guardias civiles que actuaron aquella noche, declararon hasta una decena de testigos que aseguraron que el Puerto Bello había quedado completamente «destrozado» después de la revuelta, con el suelo lleno de cristales, las puertas y ventanas rotas, y hasta se habían arrancado las piezas de los baños y las cocinas y hasta se tiraban los microondas. Durante la más de una hora que duró esta revuelta, una parte de los trabajadores que en ese momento se encontraban en el centro gestionado por la ONG Respuesta Social Siglo XXI, tuvieron que refugiarse en una de las estancias del complejo ante la peligrosidad de la situación, según testigos, ya que temían por su integridad física al volar por la tercera planta del edificio todo tipo de objetos. Allí esperaron hasta que otros compañeros fueron a socorrerlos para después salir del edificio. «Eran demasiados menores involucrados en la pelea y era imposible separarlos, la situación era incontrolable y por protocolo nos refugiamos», declaró uno de los testigos.

Solo una testigo afirma que vio al acusado lanzar un microondas desde un balcón del edificio

Coincidieron varios testigos en que aquel día hubo una primera pelea durante la tarde que se controló, pero cuando A.H. y sus tres amigos, a quienes señalaron como personas conflictivas, llegaron de la calle se inició una segunda pelea que se propagó por todo el edificio con otros focos de conflicto, lo que provocó el «pánico» entre los trabajadores y el resto de menores que no intervinieron en los hechos, quienes se refugiaron en sus habitaciones. Esa noche se alojaban 185 menores en el centro.

La mayor parte de estos testigos declararon que apenas conocían al acusado porque por entonces apenas llevaba una semana en el centro, ni que tampoco podían ubicarlo en el lugar de los hechos precisamente porque estaban encerrados en una de las estancias para protegerse y no vieron lo que sucedía fuera. Uno de esos testigos aseguró que si vio a dos menores amigos de A.H. bajando de la tercera a la segunda planta portando palos y cristales con los que llegaron a amenazar a otros trabajadores. Por último, solo una de las testigos afirmó que vio a A. H. lanzando un microondas desde una de las habitaciones y que no fue el único.

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