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Santiago Gutiérrez, el visionario del tabaco Flor Isleña y el hotel de Azuaje

El empresario de Agaete fundó múltiples negocios y tuvo una vida política y social muy activa | Su visión moderna del mercado le llevó a sortear coche y dinero

Una imagen retrospectiva del hotel de Azuaje, cuando estaba en plena actividad como atractivo del turismo de aguas ‘milagrosas’. | | LP/DLP

Es un empresario que sembró escuela. El nombre de Santiago Gutiérrez (Agaete, 1880-Las Palmas de Gran Canaria, 1936) se ha ido difuminando con el paso de las décadas. Pero, detrás de este hombre de negocios se encuentra el fundador de la industria de cigarrillos La Flor Isleña y su concepto adelantado a la época sobre la mercadotecnia para llegar a un público amplio, que llegó a dar empleo a 115 trabajadores y cuya fábrica todavía es visible gracias a la protección de la fachada de lo que fue la fábrica situada en el barrio de Arenales de Las Palmas de Gran Canaria, y fue dueño del hotel-balneario de Azuaje, en Firgas. Su nieta, Rosario Gutiérrez, que es copropietaria junto a otros herederos del centro termal inactivo desde hace años, acaba de publicar un libro sobre la historia de su abuelo, bajo el título Santiago Gutiérrez Martín. Visionario y modélico empresario canario de la primera mitad del siglo XX, en el que se deja también constancia de sus otros negocios, y de su participación en la vida política y social de la época.

Santiago Gutiérrez nació en Agaete en 1880, donde estudió hasta secundaria. A los 20 años se trasladó a la capital, donde empieza a trabajar en el campo de las exportaciones de frutas. Se hace con la representación de la casa W. Dennis Sons, de Londres. Ya desde sus inicios se interesa por la industria del tabaco, y promociona su cultivo entre los agricultores grancanarios. «En las mañanas dominicales iba de pueblo en pueblo... enseñando a los modestos agricultores la técnica del cultivo, animándoles con el beneficio económico que podían obtener», frente a los tradicionales de plátanos y tomates.

En 1905 puso en marcha la fábrica de cigarrillos La Flor Isleña, con sede en Triana en sus inicios. Y no llegaría hasta finales del 22 a Las Alcaravaneras, donde permaneció hasta su cierre.

Cuatro años después se convierte en socio de la Sociedad Fomento de Gran Canaria, junto al Marqués de Arucas, con el objetivo de favorecer «el desarrollo y engrandecimiento de Gran Canaria». Y era parte activa en asociaciones culturales como el Círculo Mercantil, además de participar en múltiples iniciativas solidarias. Entre ellas, aportó 30 pesetas en 1915 para la construcción del hospital de San Roque de Guía, que sigue abierto como centro sociosanitario público.

Su marcado espíritu emprendedor le lleva a obtener una concesión del quiosco Plaza de la Democracia, en Vegueta, abriendo una administración de lotería.

En 1922 decide construir un gran edificio de 1.269 metros cuadrados para su nueva fábrica. Y escogió para ello la zona de expansión de Los Arenales (Las Alcaravaneras), un barrio que en esos años estaba deshabitada. El inmueble fue diseñado por Miguel Martín-Fernández.

Esta industria le otorgó grandes beneficios económicos a Santiago Gutiérrez, que le permitieron abrir una sucursal en Tenerife. Y reinvirtió en otros negocios. Entre ellos, apostó por el hotel de Azuaje, en Firgas, del que fue su quinto y último propietario. Lo restauró y adecuó al turismo extranjero. Sus herederos siguen siendo los dueños de este balneario, que se ha ido desvencijando con los años, ya que la protección medioambiental de la zona lastra su recuperación.

También en los años 30 abre una empresa de avicultura, para lo cual importa maquinaria de Ohio (Estados Unidos), para la que desembolsó 266,25 dólares.

Junto a su amplia faceta laboral y profesional, Santiago Gutiérrez también tuvo inquietudes políticas. Entre 1910 y 1915, fue concejal en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria por el Partido Liberal, fundado por Fernando León y Castillo. «Desde muy joven sentía que la sociedad canaria tenía que mejorar sus condiciones de vida y de alguna forma esto se podría intentar prestando servicios a los ciudadanos», señala la biografía.

Pero, la industria fue su gran legado. Uno de los secreto de los cigarros La Flor Isleña estuvo en su visión moderna de lo que podía aportarle la mercadotecnica para llegar a una clientela extensa. Aquí se incluyen sorteos de dinero (hasta 2.000 pesetas de regalo en 1916), y hasta de un coche en 1922, del que fue agraciado José Hierro. También insertaba publicidad en las portadas de los periódicos de la época. Incluso regaló una partida de cigarros a los marineros que iban a bordo del submarino Isaac Peral en su viaje inaugural a Canarias, y por el que recibió el agradecimiento del comandante.

Santiago Gutiérrez creía tanto en el cultivo del tabaco, que se prodigó en escribir artículos de opinión en los periódicos.

Llegó a contar con 115 empleados en 1908 (La Favorita de Eufemiano Fuentes tenía 197), y vivió algún conflicto laboral, detalla la autora, que también es colaboradora de investigación del Instituto de Hidrología y Climatología Médicas de Canarias, en la Universidad Fernando Pessoa-Canarias. Y que ha contado para esta publicación con el apoyo del catedrático Eduardo Navarro, que es el coordinador y diseñador de los capítulos del libro y director del citado Instituto. 

La fábrica pasó a su muerte a llamarse Hijos de Santiago Gutiérrez Martín, y se orientó a la fabricación, sobre todo, de los cigarrillos Cumbre. A principios de los años 80 cerró. Y del edificio se mantiene perenne su fachada, que cuenta con una protección arquitectónica, y que es parte de la herencia de este visionario de los negocios.

En 2017 el edificio cambió de uso, y ahora es el hostal La Fábrica Urban Hostel, con 92 camas.

Los dos últimos de los ocho capítulos del libro hacen mención a las colecciones de cromos y vitolas en los tabacos. Entre ellos se encuentra el de vedetes y actrices (1920-25), pintores clásicos (1924), frases famosas (1936), colecciones de barajas, banderas del mundo (1954), futbolistas (51-52) y los 100 canarios ilustres (1955), entre otros regalos.

Su inesperada muerte alcanzó una enorme trascendencia en las distintas islas, haciéndose eco los periódicos de la época.

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