Entrevista | Jorge Pérez Artiles Director general de Participación Ciudadana del Cabildo de Gran Canaria

«El mundo rural de Gran Canaria está hace tiempo en una encrucijada»

«El turismo rural es una alternativa, pero la comunidad local no debe ser una convidada de piedra», sostiene Pérez

Jorge Pérez Artiles, director general de Participación Ciudadana del Cabildo.

Jorge Pérez Artiles, director general de Participación Ciudadana del Cabildo. / LP/DLP

Las zonas de medianías y de cumbre de Gran Canaria pierden habitantes y la poca población que resiste en el mundo rural se encuentra en una encrucijada y con menos herramientas para la participación en la vida pública. Esa es una de las conclusiones de Jorge Pérez Artiles (Las Palmas de Gran Canaria, 1961), que este sábado interviene en el arranque de la segunda edición de la Universidad Rural de Canarias.

Participa usted hoy en la primera sesión de la Universidad Rural de Canarias, en una ponencia titulada Los retos de la gobernanza en los entornos rurales. ¿Qué diagnóstico hace del mundo de rural de Gran Canaria y cuáles son esos retos?

No es nada nuevo decir que el mundo rural en Gran Canaria y Canarias, entendido como el espacio y las actividades que ahí se realizan y sus gentes, está desde hace bastante tiempo en una encrucijada. Sometido a una paulatina y profunda desagrarización, el territorio rural insular está bajo el influjo de las dinámicas de la globalización -económicas, tecnológicas, culturales- y sometido a factores externos y determinantes que están fuera del alcance de la gente local, lo que se ha dado en llamar la desterritorialización del espacio rural. 

¿Y cómo afecta a la población ese retroceso agrario?

En términos sencillos, se puede decir que esa desagrarización y desterritorialización del espacio y mundo rural sigue planteando no pocos retos a la ciudadanía rural de cara a la defensa de las decisiones que afectan a su forma de vida y bienestar. Algunos de los retos que deben seguir acometiéndose en Gran Canaria son asegurar la accesibilidad a recursos básicos para la revitalización del agro en Medianías y Cumbre, especialmente el agua, en el marco de una política integral de soberanía alimentaria que asegure un valor competitivo a la producción agroalimentaria; la puesta en valor y sostenible de los fabulosos recursos patrimoniales naturales y culturales que atesora nuestro medio rural; o la facilitación de las infraestructuras comunitarias que permitan actividades y una calidad de vida atractivas.

¿Realmente participan los vecinos del mundo rural en las decisiones que les afectan? La lejanía y la dispersión lo complique aún mas.

Yo mantengo una visión necesariamente optimista del momento y posibilidades de la participación social y ciudadana, también en nuestras Medianías y Cumbre. De forma general, podríamos decir que la comunidad rural ha desarrollado una cierta habilidad para mantenerse a pesar de las dificultades de la aparentemente imparable globalización. Las distintas formas de cooperación y colaboración entre la gente y los actores económicos, y entre estos y las instituciones públicas, han sido clave para la defensa de la forma y el sustento de vida en el medio rural. Sin embargo, de cara a conseguir un impacto efectiva de la ciudadanía rural en las decisiones públicas que afectan a su modelo de vida, parto de la premisa del considerable valor de la acción autónoma e innovadora de la ciudadanía, y que para conseguirlo se necesita mucha experimentación de mecanismos de participación que eduquen por igual a decisores políticos, técnicos, sector privado y sociedad civil.

Políticos de todo signo proponen desde hace décadas que hay que recuperar el mundo rural y frenar el despoblamiento de la cumbre y las medianías de la isla. Sin embargo, no se ven los resultados. ¿Es una quimera pretender que la gente vuelva a trabajar en la agricultura y la ganadería?

Como ya esbocé anteriormente, conseguir una pluriactividad y multifuncionalidad en el medio rural que mantenga y atraiga efectivos a nuestras Medianías y Cumbre, y ahí estamos hablando también de las actividades agrarias y de defensa del paisaje agrario, supone revertir algunas de los elementos negativos de la globalización y por lo tanto una regeneración del espacio rural. Y para ello sigo defendiendo con ahínco que la colaboración y la participación comunitaria junto a las instituciones públicas y sector privado. 

¿Puede el turismo ser también la alternativa para el desarrollo de las zonas rurales de Gran Canaria?

Sin lugar a dudas. La actividad turística tiene que ser parte de esa pluriactividad que regenere nuestro medio rural, siempre y cuando se asegure, con formación y recursos, que la comunidad local sea protagonista y no una convidada de piedra. El turismo sostenible puede y debe poner en valor los recursos endógenos del medio rural de Gran Canaria, pero su peso y operatividad debe ser decidida de abajo a arriba, en el marco de la colaboración público-privada y comunitaria, desde el diseño hasta la implementación de los productos turísticos.

La Unión de Asociaciones de la Reserva de la Biosfera ha sido hasta ahora muy crítica con el Cabildo por los retrasos en la puesta en marcha de esa participación ciudadana y por otras decisiones recientes, como la ubicación de la sede del Instituto de Risco Caído. ¿Es la Universidad Rural en foro para resolver esas discrepancias?

Aparte de su posicionamiento más o menos crítico con las instituciones públicas, desde 2016 ha habido una relación de colaboración y aprendizaje entre la Unión de Asociaciones y la Dirección de Participación Ciudadana del Cabildo. El apoyo económico y el intercambio ha sido una constante en estos años, lo cual ha contribuido a consolidar un espacio abierto y no condicionado de entendimiento. Entiendo que el foro de la Universidad Rural, un proyecto subvencionado por este Cabildo, puede contribuir a afianzar ese espacio de intercambio. 

De su experiencia en otros países, ¿se puede trasladar alguna enseñanza a la cumbre grancanaria? 

Así es. El bagaje acumulado en estudios y proyectos de desarrollo rural aquí y otros países me ha ayudado a defender con más ahínco la aproximación de abajo-arriba del desarrollo local, del protagonismo de la comunidad local en el control de sus recursos y generación de riqueza, también en la propia participación de la ciudad. Las experiencias en proyectos en áreas protegidas y el medio rural en Cuba, Senegal, Cabo Verde o Venezuela van por ejemplo en esa línea.

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